Ropa, alimento, educación y un techo bajo el que dormir. Eso es lo que buscan los más de 120 chicos, de entre 18 y 27 años, y las más 20 chicas mayores de 20 años que acuden a la asociación Apoyo Mutuo, una entidad que junto a otras como el Punto de Información de Migraciones (PIM) y Oxfam Intermón, están al pie del cañón de las necesidades. “Se encuentran en una situación de calle donde muchas veces no tienen qué llevarse a la boca o ropa suficiente para ponerse, y por eso nos piden comida, abrigos y zapatillas para subsistir”, aseguró Tere González, coordinadora de la asociación, quien remarcó el cambio de perfil de los usuarios que acuden a Apoyo Mutuo a pedir ayuda. Así, antes de verano de 2020 predominaba la presencia monomarental, donde madres, especialmente nigerianas, se afinan con sus hijos en habitaciones de “pisos pateras con derecho a un par de baldas del frigorífico y con unos horarios para poder ducharse o usar la cocina”. “Unas condiciones lamentables para vivir”, apuntó González.

Sin embargo, a partir de esta fecha, a esas madres se les unieron nuevas personas en busca de un futuro mejor. Comenzaron a llegar chicos jóvenes que viven en la calle, la mayoría de Marruecos y Argelia, y que “responden a un perfil distinto del habitual de vivir en calle”. En este sentido, González destacó que “no son personas desestructuradas o con problemas de adicción”, sino que apuntó tres nuevos perfiles. En primer lugar, están aquellos chavales que responden a “proyectos de familia”, es decir, “su propia familia es la que ha pensado que, en un país pobre como en el que están, es mejor mandar a uno de los hijos mayores a Europa a buscar una sociedad de más progreso para poder salir adelante y que pueda ayudar desde allí a la familia”.

“Los jóvenes homosexuales huyen de su país, donde no hay democracia suficiente, saben que les van a hacer la vida imposible e incluso saben que van a ser rechazados”

Tere González - Coordinadora de Apoyo Mutuo

En segundo lugar, destacó la situación que viven los inmigrantes homosexuales, que “huyen de su país, donde no hay democracia suficiente, saben que les van a hacer la vida imposible e incluso saben que van a ser rechazados, y buscan países mucho más progresistas y con un desarrollo democrático bastante más avanzado donde sus derechos se respeten”. Por último, se encuentran las mujeres embarazadas, sobre todo, marroquíes y argelinas, “donde no se va a aceptar que sean madres solteras, por lo que buscan países donde vayan a ser aceptadas con todos sus derechos como mujeres y para darles un futuro mejor a sus hijos”, aseguró González.

Sin embargo, la coordinadora de Apoyo Mutuo recordó que estos sueños de prosperidad europeos pronto se rompen. “Son gente que ha llegado a este país buscando un futuro y poder trabajar para ayudar a su familia y no encuentra ese paraíso del que le hablaron”. Y es en ese momento en el que recurren a asociaciones como Apoyo Mutuo. “No es de recibo que sociedades ricas como las nuestras no favorezcamos la creación de programas para la inclusión real de estas personas a corto y medio plazo”, añadió.

Noches de frío

González recordó que medidas como la apertura del nuevo albergue en el antiguo convento de las Damas Apostólicas, que se abrió con capacidad para 44 personas y al día siguiente fue ampliado a 56, dejando ambos días a decenas de personas fuera, “es insuficiente” para cubrir las necesidades de alojamiento y comida de todas las personas que viven en calle. Asimismo, González denunció aspectos de procedimientos como el Protocolo de frío del Ayuntamiento de Pamplona, un programa que se activa desde otoño, a principios de noviembre, y hasta el 31 de marzo, es decir, cuando la temperatura comience a bajar de los 3 grados o haya situaciones climáticas adversas, como lluvia intensa, nieve u otras “circunstancias naturales graves”. Sin embargo, también marca que una vez pasado el 31 de marzo “se activará si la temperatura sigue siendo inferir a los 3 grados o hay situaciones climáticas adversas”.

Para Apoyo Mutuo es insuficiente. “Queremos que el recurso no termine el 31 de marzo. Queremos que se mantenga y hacer con los chicos y las chicas un itinerario de inclusión para conocer qué necesidades tienen, desde aprender castellano, estudiar para conseguir un oficio, empadronarse u obtener la renta garantizada para poder pagarse una habitación y que, una vez pasados esos meses, no vuelvan a la calle”, apuntó González. Así, añadió que “es una oportunidad que hay que aprovechar” ya que, “una vez que se invierte para abrir este recurso de alojamiento y comida para sacar a 50 chicos de la calle, se debería mantener para iniciar con ellos un itinerario de inclusión” que les permita aprender castellano, empadronarse y matricularse en algún curso de oficio”. Asimismo, aseguró que “no tiene sentido hacer esta inversión económica de alquiler de este recurso para que el 31 de marzo los pongamos otra vez en situación de calle para partir de 0 y otra vez puedan volver a las asociaciones a pedir comida y alojamiento”. Y remarcó que “lo más inteligente es poner los medios para que estudien y puedan empezar a trabajar”.

Facilitar la integración

Desde Apoyo Mutuo, asociación que imparte clases de castellano con profesores jubilados en la Rochapea, denuncian la falta de plazas en Pamplona para que estos jóvenes puedan aprender el idioma. “El centro José María Iribarren no tiene suficientes plazas para cubrir estas necesidades”, añadió. Pero González recordó que estos jóvenes “responden a un querer trabajar y estudiar increíble” y, por eso, Apoyo Mutuo estableció un convenio con la Fundación Elkarte, una escuela taller que el año pasado ofreció a 30 chicos, de entre 18 y 23 años, una “cata de oficios” en la que, durante 7 meses, aprendieron un oficio en cada mes, como albañilería, fontanería, cocina, pintura o soldadura, “para que al final puedan elegir qué es lo que más les ha gustado”. El objetivo es que accedan a un certificado de profesionalidad de esa especialidad, donde los jóvenes mostraron gran preocupación “por saber que lo que están haciendo va a ser útil”.

Asimismo, Apoyo Mutuo intenta cubrir otras de sus necesidades, como la de mantener su documentación. “Hay chavales que tienen que volver a realizar el trámite para conseguir una nueva copia de su pasaporte en la embajada de su país, en Barcelona la de Argelia y en Bilbao la de Marruecos”, apuntó. Y añadió otros problemas a los que se enfrentan, como los dentales y oculares, que la asociación busca solucionar con convenios con dentistas y oculistas. “Muchos de ellos tienen la boca destrozada y otros muchos han perdido sus gafas al migrar”, añadió. Así como la dificultad para conseguir ropa nueva y bonos de lavandería y duchas para que los jóvenes puedan asearse. Situaciones que recrudecen la dureza de vivir en la calle.