Vamos a hacer viaje en el día. Salimos desde Jerez, con el saber que tenemos una hora y media hasta Zahariche, o algo más un día con tanta niebla baja como hoy. Aunque el tema de los tractores en las carreteras acaba de empezar estos días de febrero por España, y el parte informativo nos dice que a la altura de Écija, en la provincia de Sevilla, la autovía del sur, la A4, está colapsada, por lo que salimos con tiempo de sobra. Y es que nos toca salir en Carmona camino de Lora del Río, que es la anterior a aquella. Enfilados camino de Sevilla nos llama Antonio Miura para decirnos que ha terminado las tareas que tenía en la capital y que va antes camino de su casa, por si nos queremos adelantar a la hora cerrada. Hablamos de los tractores, y nos dice que este lado, el de subida hacia Cordoba está libre, lo cual nos anima a decirle que estaremos antes, en apenas una hora.

El aviso se cumple, y vemos la autovía llena de tractores, todos al paso, camino de la capital de Andalucía, lugar donde se concentran los centros de poder, y donde hay que ir a reclamar lo suyo, dejando kilómetros de retenciones, mientras nosotros disfrutamos de vía libre hasta la llegada a la puerta de la finca. Allí, igual que muchas personas hacen, paramos para la obligatoria foto debajo del porticado de calaveras con el nuevo de la expedición, David, que anota en su historia personal una imagen largamente deseada.

Cabecera de camada en lo alto de la loma.

Entramos, tras ello, en la casa ganadera con un sol radiante. La niebla hace poco que ha levantado, y junto al Guadalquivir, la tierra brilla entre los verdes de las yerbas y amarillos de las retamas, lentiscos y jaramagos que pueblan el extenso terreno.

Enseguida aparece nuestro anfitrión, y entre saludos y búsqueda de las llaves del todoterreno ya estamos en marcha por la extensa pradera, en busca de los toros, que ya desayunados hace un rato, se desperdigan por dos inmensos corrales. En la charla mientras circulamos, vamos hablando del tiempo, que nos dice el ganadero que en enero han tenido buenas aguas. Y desde luego que se nota. Está todo como si fuera primavera. Si nos llueve un poco más ahora y el próximo marzo salvamos la primavera, afirma. Y pasamos enseguida a la camada. Es muy buena, nos dice. Muy corta este año. Solo vas a ver 54 toros. Y con las pérdidas que tenemos aquí no nos va a dar más que para siete corridas este año. Todas en España, en principio. Y ya en la pradera que nos toca, con la ayuda de un amparador, es decir, un hombre a caballo con la garrocha para que nos cuide por si algún animal pretende arrancarse ante lo extraño que es ver para ellos un coche, aunque sea el de la casa, comenzamos a ver a los animales, que tumbados o pastando, uno a uno se quedan mirándonos y midiéndonos como elemento raro que no cuadra en su día a día. Si será excepcional el día, que en apenas minutos nos plantamos delante de todos, y el click de la cámara deja estampas de recuerdos. En menos de una hora damos la vuelta a toda la camada del año guardada en la pradera amplia separada en dos partes, y para estar en pleno invierno, confirmamos con nuestros propios ojos lo que ya nos había aventurado don Antonio. Los posibles lotes del año 24 están hechos ya, sin siquiera mediar la última yerba. Toros con la gran variedad cromática típica de la casa, y herrados, ya un poco mezclados, tanto arriba como abajo como diferenciaba en su historia lo Cabrera de lo Gallardo, líneas ganaderas que conforman este ganado. Viendo las fotos en un impass, ya estoy pensando en lo bonito que saldrían a color en el periódico, y lo que sí tengo claro es que las pondremos por todos los lados, a disposición de quien quiera.

Pareja de cárdenos.

Terminado el tema, Antonio, un poco sorprendido de que todo haya sido tan fulminante, rápido y sin percance alguno, nos pega un meneo por toda la casa. Vamos a ver los utreros, los del año que viene, y los erales, los de dos años. Después visitamos las instalaciones de embarque, corrales y la plaza rectangular, donde entramos a la arena que Pepe Luis Vázquez inauguró hace ya decenas de años, como acredita la placa en el interior de su entrada. Y acabamos en el cortijo en relajada charla con su mujer, en una hermosa mañana. Ya hemos llamado a Pepe Moreno en Lora, que nos guarda una mesa en su privilegiado refugio del buen yantar. Pero antes aperitivo a base de vinos de Jerez y la aceituna de la zona, aliñadas por supuesto. Antonio nos regala un día increíble, que termina tarde. Y entre sus muchas dádivas nos llevamos un montón de botes y tuppers de todo tipo llenos de aceitunas caseras, que ya en nuestras casas han sido delicias para muchos.

De vuelta a Jerez, ya a oscuras, nos toca retención. La tractorada ha parado la AP4 a la altura de la salida al aeropuerto de Jerez, y nos movemos en parado largos kilómetros. Nadie dice nada. Todos entendemos lo que está pasando con el mundo rural en España y Europa. Y no nos quejamos. Además, solo rememorar las últimas horas, ir hablando del cárdeno que estaba tumbado, de la pareja que se quedaba mirándonos, de las velas que tenía el de los comederos y del buen día que hemos pasado con el señor Miura, el tiempo pasa lo suficiente para dejarnos en la misma puerta del hotel sin pensar si ha sido el tiempo normal o más. Llegamos a cenar algo, y eso vamos a hacer. Mañana tenemos nuestro último hito en tierras gaditanas. Mañana nos vamos a San José del Valle.