Cientos de personas acudieron este domingo a las puertas del fuerte de San Cristóbal, en el monte Ezkaba, para homenajear a las 7.200 personas que fueron represaliadas allí con un acto emotivo y artístico organizado por la asociación Txinparta, encargada desde hace 35 años. “Cada año ofrecemos la cita a un colectivo, porque aquí pasaron personas de todo tipo, y este año lo hacemos a los primeros presos que llegaron en el año 1934”, explicó el presidente de Txinparta, Koldo Pla, que destacó que “gracias a mucho trabajo hemos rescatado 1.300 nombres que no estaban en los registros y creemos que faltan otros 1.000”.

“En 1934 gobernaba el Partido Republicano Radical, de derechas, y la revolución de octubre se dio como respuesta a diversas situaciones pero destacamos tres motivos: como respuesta a la paralización de las reformas impulsadas por el primer gobierno republicano de Azaña, en contra del protagonismo de la extrema derecha en la acción política del gobierno y por la degradación de valores que supuso la llegada de la segunda república”, destacó Marta Lainez, de Txinparta.

“Mi tío fue asesinado en 1936 y en noviembre de 2023 pudimos recuperar sus restos”

Carlos Creaz - Sobrino de represaliado

Pla explicó que esas huelgas finalizaron con más de 2.000 fallecidos y entre 25.000-30.000 detenidos, juzgados y encarcelados, entre los que se encontraban los primeros 877 presos del fuerte, comenzando así la sangrienta historia del monte Ezkaba. A lo largo del año siguiente, los internos fueron trasladados a otras cárceles y en febrero de 1936 se aprobó una amnistía que permitió salir a los últimos presos. Sin embargo, cinco meses más tarde llegaron 209 presos castigados por protestas en otros centros penitenciarios del Estado.

De ellos, 29 fueron asesinados “con la excusa de la ley de fugas y enterrados amontonados en Berriozar”. Otros cuatro sufrieron el mismo final un mes más tarde y fueron enterrados en Artica. Debido a la saturación en los cementerios de los pueblos cercanos se les comenzó a enterrar en el conocido como “cementerio de las botellas”, ya que los fallecidos fueron encontrados a con una botella con sus datos. Familiares de dos presos asesinados en ese momento compartieron ayer sus historias.

ASESINADOS EN EZKABA

Merche Benedé, sobrina de José Benedé Artieda, contó cómo su tío fue encarcelado y asesinado en el fuerte de San Cristóbal. José era el pequeño de cinco hermanos de Sangüesa trabajadores en la industria y militantes en un sindicato obrero hasta que en julio de 1934, con tan solo 22 años, fue encarcelado por participar en un atraco al banco hispanoamericano de Pamplona. José explicó en una carta el objetivo de aquel robo: “Nuestro delito fue motivado por la gran cantidad de trabajadores presos cuyas familias, abatidas por la desesperación y la miseria deseábamos ayudar, igual que a muchos obreros en paro forzoso de los que nosotros mismos formábamos parte”.

En el mismo escrito, solicitaba adherirse a la amnistía, pero le fue negada y fue trasladado a San Cristóbal en 1936, mientras él pensaba que era puesto en libertad. Tan solo cuatro meses más tarde fue fusilado. “La familia nunca conocimos esta historia y nuestro tío José paso a ser un secreto del que no se hablaba en casa. En los 90 conocimos mas detalles de su vida en uno de estos homenajes organizados por Txinparta y gracias a otro preso superviviente, Jacinto Ochoa, de Ujué, que nos contó que todos creían que lo dejaban en libertad, pero “ni a Artica llegó”.

“No conocíamos la historia en la familia y mi tío pasó a ser un secreto del que no se hablaba”

Merche Benedé - Sobrina de represaliado

También participó Carlos Creaz, sobrino de José Creaz Lekaroz, quien mandó una carta desde Sevilla ya que no pudo acudir al acto. Igual que Benedé, reconoció que “su familia solo sabíamos de su desaparición en los años de la República. El silencio sobre él y esa época fue la norma imperante transmitida por nuestros parientes”. Su tío era el segundo de cinco hermanos que quedaron huérfanos “muy pronto” y en condiciones “muy precarias”. En 1934 se encontraba alistado como soldado voluntario cuando fue encarcelado. En los siguientes años, pasó por distintas cárceles en Madrid, Burgos y Valencia hasta que en 1936 fue trasladado al fuerte de Ezkaba. Dos años más tarde, fue asesinado y enterrado en el cementerio de Berriozar, donde permaneció hasta el 14 de noviembre de 2024 cuando sus restos fueron entregados a sus familiares. “Sus familiares hemos podido recibir y honrar sus restos, otros no los han logrado todavía. Miles de personas continúan sin saber las circunstancias finales de sus familiares”, denunció Carlos. En la misma línea, desde Txinparta exigieron “el derribo del monumento fascista de los Caídos” así como “que las próximas veces el homenaje se haga dentro del fuerte donde estuvieron nuestros familiares y no en la puerta”.