Radiografía de la Salud Mental en Navarra: más de 27.000 personas necesitaron asistencia en 2024 y una de cada cinco era menor de edad
Desciende el número de consultas atendidas, de las cuales el 16% son de menores | La lista de espera en Salud Mental asume 1.296 personas, un 30% más que hace un año
El año pasado más de 27.000 personas recurrieron en algún momento a la Red de Salud Mental en Navarra y una de cada cinco era menor de 17 años. Son datos que recoge la Memoria de Osasunbidea 2024, en los que se refleja un descenso de los pacientes y de las consultas atendidas en Salud Mental con respecto a 2023. El año pasado, 27.093 personas acudieron a la Red –el 52% mujeres y el 48% hombres–, donde se realizaron un total de 173.932 consultas, unas cifras ligeramente inferiores a las del año anterior, cuando se registraron 28.628 pacientes y 174.322 consultas, entre primeras citas y sucesivas.
No obstante, la actividad de la Red de Salud Mental experimentó un incremento considerable a raíz de la pandemia y del surgimiento de una mayor concienciación social. De hecho, el número de pacientes atendidos en la Red es ahora un 6% superior al registrado antes de la pandemia, cuando se rondaban los 25.000-26.000 pacientes. Si nos centramos solo en los menores, los centros de Salud Mental Infanto-Juvenil atendieron en 2024 a 4.984 menores de 17 años –60,7% chicos y 39,3% chicas–, casi 1.000 más que en 2018 o 2019. Sin embargo, en el último año la actividad Infanto-Juvenil también se ha reducido, con un descenso del 3,4% en el número de pacientes y de consultas.
En la misma línea, según los datos del Observatorio de la Realidad Social, al cierre de 2024 había en Navarra 6.080 personas diagnosticadas de un trastorno mental, cuando en 2023 se tocó techo con 6.702 personas, después de más de una década al alza.
No obstante, este descenso registrado en el último año coincide con un empeoramiento generalizado de las listas de espera, que también afectan a las de Salud Mental. En agosto de 2025 –último mes con datos disponibles– había 1.296 pacientes aguardando una primera consulta con un profesional de Salud Mental, un 30% más que un año antes (992), por lo que baja la demanda en la Red pero aumentan las personas en espera. En cuanto a la demora media, actualmente son 38 días los que los pacientes tienen que esperar para conseguir una cita (eran 34 en agosto de 2024), pero en mayo de este año la espera media se disparó hasta los 49 días.
El impacto de los condicionantes sociales
La cuestión de la salud mental –cuyo Día Mundial se celebró ayer– ha ido ganando peso en la esfera pública ante el incremento de la demanda tras la pandemia, que supuso un impacto en el bienestar emocional de la población, por la pérdida de seres queridos, el aislamiento social, la incertidumbre y el miedo. Pero además, la situación socioeconómica de muchas familias ha empeorado con una pandemia, una inflación disparada tras la guerra de Ucrania y un grave problema de acceso a la vivienda que se agrava cada vez más.
Y todo ello influye directamente en nuestra salud mental, tal y como expresa la gerente de la Red de Salud Mental, Sara Chivite: “El paradigma de la vulnerabilidad nos muestra que la suma de factores individuales (antecedentes de problemas de salud, baja resiliencia), sociales (desempleo, discriminación, pobreza infantil) y contextuales (pandemias, guerras) moldean nuestra salud mental. Un ambiente social, por muy cohesionado que se pretenda, no puede compensar la carga de estas vulnerabilidades si no se abordan en su raíz.
Por ello, Chivite apuesta por un cambio de paradigma que se centre no solo en el síntoma, sino en los determinantes sociales que influyen en nuestro malestar. “Una persona con dificultades económicas o sobrecarga de cuidados no puede prosperar si estas realidades no son reconocidas y, en la medida de lo posible, mitigadas”, apunta.
Aumento de lesiones autolíticas en Urgencias
Por otra parte, las lesiones autolíticas son una de las patologías emergentes de la Salud Mental. Lo constató ayer Ignacio Iraizoz, psiquiatra del Hospital Universitario de Navarra (HUN), que alertó de un aumento de los pacientes que llegan con lesiones autolíticas a las Urgencias del centro hospitalario en los últimos años.
Iraizoz, que fue uno de los ponentes del II Encuentro por el Día Mundial de la Salud Mental organizado este viernes en el HUN, puso el foco en la importancia de diferenciar las lesiones autolíticas de los intentos de suicidio para un buen manejo de estos pacientes. “Cuando hay una lesión sin una intención de letalidad estamos hablando de lesiones no suicidas. A veces esto se presenta como un intento de la persona por llamar la atención, pero no es así. Que no tenga una intención letal no quiere decir que lo haga para llamar la atención”, sostuvo el psiquiatra, que señaló que en un intento de suicidio sí hay una finalidad letal.
Según detalló, el año pasado se atendieron en Urgencias del HUN 115 ingresos por intentos de suicidio, 45 de hombres y 70 de mujeres. A todos estos pacientes se les activa un código suicidio, una herramienta que permite a los profesionales de Urgencias derivar a la persona directamente a Salud Mental. Actualmente, 107 adultos y 20 menores tienen activado un código suicidio en Navarra.
En cuanto a las lesiones autolíticas, Iraizoz explicó que lo más habitual son cortes en la piel, ingesta excesiva de medicamentos o quemaduras y, aunque no tienen una intención letal, “a veces existe el riesgo de que se produzcan lesiones graves o la muerte de manera accidental”. “Estas lesiones son más frecuentes en las mujeres y suelen iniciarse a partir de los 12 años. Es muy importante detectar las señales, como quemaduras o moratones sin explicación. También es sintomático que una persona use siempre manga larga, que se aísle de sus amigos o que tenga un bajo estado de ánimo”, detalló Iraizoz.
El duelo por suicidio
En el encuentro también participó Elena Aisa, presidenta de la asociación Besarkada-Abrazo, que puso el foco en que el duelo por suicidio no es como los demás. Varios estudios constatan que el nivel de sufrimiento que se experimenta tras la pérdida de un ser querido por suicidio tan solo es equiparable al que han sufrido quienes vivieron en un campo de concentración o en un conflicto bélico. Por ello, atender correctamente a los supervivientes –familiares, amigos, compañeros, etc.– de un suicidio –sobre todo, en un primer momento– es fundamental para mitigar en la medida de lo posible ese sufrimiento.
“El escenario en el que se da la noticia de un suicidio va a tener después un impacto en el duelo. Porque ese primer momento se queda grabado a fuego: dónde me dieron la noticia, quién me la dio, qué información me contaron...”, relató Aisa.
Aisa –cuyo hijo se suicidó con 20 años– detalló que el duelo por suicidio tiene unas especificidades que lo diferencian de otros duelos, ya que “no ha habido una enfermedad ni ha sido un accidente. Es la única muerte en la que el ser querido es otra persona distinta a la que habíamos conocido.”
“El suicidio supone una ruptura del mundo interno del entorno, no solo de los familiares. También de los amigos, de los compañeros de trabajo o de clase, de los profesionales que le han atendido en algún momento... Es una bomba que se inicia en el momento en el que se recibe la noticia, por eso le damos mucha importancia a ese inicio, porque esos primeros días van a formar parte del duelo posterior”, indicó Aisa.
En este sentido, hizo hincapié en la necesidad de mitigar el trauma emocional y pidió a los profesionales que sean capaces de “detectar y cubrir necesidades y preocupaciones”.
“La actitud es fundamental; que sea cálida, que haya empatía y que se respete la expresión de cada persona. Lo más importante es que el profesional que atienda a los familiares y allegados transmita seguridad y control, evitando que las personas se desmoronen. Pero es importante dejar que se expresen. En mi caso, estuve días gritando, gritaba mucho, era mi manera de descargar todo aquello, porque si no el enquistamiento va a aumentar”, sostuvo.
Asimismo, Aisa aconsejó que “no hay que animar, sino acompañar” e incidió en que “no importa tanto lo que digamos, sino cómo lo digamos. Se trata de ver qué necesidades aparecen e intentar mitigarlas desde el acompañamiento.”
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