"Sin esfuerzo, dedicación y personalidad no se logra nada: el arte exige mucho trabajo, constancia y entrega"
La soprano María Bayo recibirá el próximo 20 de octubre el reconocimiento a la Universalidad. "La música es un vínculo que logra hacer desaparecer fronteras y nos une en la convivencia”, afirma
La soprano María Bayo (Fitero, Navarra, 1961) lleva más de 40 años de trayectoria internacional. A base de trabajo, constancia y dedicación plena ha recorrido los escenarios más importantes del mundo dando voz a más de 80 personajes de ópera y zarzuela. Como ella misma afirma, “la música es un vínculo que logra hacer desaparecer fronteras y nos une en la convivencia”.
María Bayo, la camaleónica soprano en la que habitan 80 personajes de ópera y zarzuela
El próximo 20 de octubre recibirá el reconocimiento a la Universalidad en los Hitz Sariak - Premios Palabra -otorgados por Grupo Noticias con la colaboración del Gobierno Vasco, Iberdrola y Kutxabank-, un galardón que acepta con “mucha alegría”. “Sirve para mostrar a las nuevas generaciones que nada se logra de un día para otro”, reflexiona.
Cuando la palabra se convierte en un valor
La universalidad implica aquello que trasciende a fronteras, culturas, tiempo. ¿Para usted hay algo más universal que la música?
- No, creo que lo más universal es la música. Con todos los conflictos tan tremendos que hay en el mundo, la música es donde conviven las diferentes nacionalidades. Un ejemplo de ello soy yo; pasé fronteras de muchísimos países y siempre me he sentido muy aceptada por todos. La música es un vínculo -en realidad el arte en general, pero la música en particular- que logra hacer desaparecer fronteras y nos une en la convivencia.
Lleva una larga trayectoria en la que ha podido comprobar ese pasaporte que es la música. Pero yendo a los inicios, su intención fue estudiar guitarra y como no había plazas se decantó por el canto…
- Bueno, fue un punto de inflexión, porque realmente yo estaba unida al canto desde mucho antes. Cuando era pequeña, teníamos un coro en Fitero y yo era la solista. Luego participé en un conjunto de música y, por otra parte, también estuve en la coral del pueblo de al lado. Sin embargo, en un pueblo de 2.500 habitantes, la ópera era un terreno prácticamente desconocido, no había información de qué era una carrera lírica. De hecho, fui a Pamplona y estudié Puericultura en la Clínica Universitaria mientras empezaba mis estudios musicales en el Conservatorio porque al principio no sabes si vas a poder vivir de la música. Por aquel entonces, ya había hecho solfeo, un poco de guitarra y cantaba en mi entorno, pero como no tenía conocimiento de la carrera de canto lírico, intenté apuntarme a guitarra clásica. No obstante, cuando no tuve la opción de acceder a la clase de guitarra por falta de plazas -y como amaba profundamente el canto y sabía que tenía ciertas facultades-, pensé que lo sensato era estudiar dos años de técnica para poder seguir con aquello que me gustaba tanto, que era estar en una coral.
Mirando en retrospectiva, ¿cree que esa circunstancia marcó el camino por el que realmente había nacido?
- Claro, al encontrarme con mi profesora de canto, que era Edurne Aguerri, natural de Donostia, me abrió las puertas y pude vislumbrar qué era esta profesión. El primer año empecé a dar los primeros pasitos y, gracias a ella, mi pasión por la música creció todavía más. Empezamos con cantatas de Bach, hacíamos quintetos y sextetos de Mozart… Es decir, me acercó a los grandes maestros de la música, sobre los que yo entonces no tenía ningún conocimiento. Esos primeros pasos en el conservatorio Pablo Sarasate fueron esenciales. Creo que en esa época se estudiaban las profesiones musicales con una profundidad que quizá hemos perdido en los últimos años.
Otro punto importante en su formación fue su estancia en la Hochschule für Musik de Detmold, Alemania. Allí cantó su primera ópera completa y fue en alemán. ¿Cómo lo recuerda?
- Fue la primera vez que yo hacía una ópera completa; era el Gianni Schicchi de ‘Il trittico’, de Puccini. Fue en el teatro Landestheater Detmold y la ópera estaba programada por la Hochschule, es decir, por la universidad musical de la ciudad, un referente en todo el país. Fue en esta escuela donde yo completé mi formación, adentrándome en el apartado de ópera. Y, en el segundo año de formación hice esta ópera, lógicamente, en alemán. Cuando yo estudiaba en Alemania había más de cincuenta teatros de ópera de diferentes categorías, muchísima variedad, lo que reflejaba esa gran cultura musical.
¿Cómo fue dejar Pamplona?
- A Hochschule venían más alumnos alemanes que de otros países. Yo era la única española que había en ese momento. Pero hace 40 años salir de un pueblito o de Pamplona tenía sus dificultades. Los aviones de entonces no eran como los de ahora, no había tantas frecuencias. Para llegar a Detmold, me pasaba un día y medio. Ahora es inimaginable. Los medios que teníamos entonces no tienen nada que ver con los que tenemos ahora. También ha cambiado todo en el ámbito musical; antes teníamos que buscar las partituras por nuestra cuenta, ir a comprarlas, ir a comprar los discos... Ahora lo puedes buscar y escuchar por Internet, es facilísimo, una maravilla.
“Las nuevas generaciones son muy escépticas; no se creen que necesites tanto trabajo para conseguir algo”
¿Cree que el público joven se siente atraído por la ópera?
- He reflexionado mucho sobre ello y creo que hace 30 o 40 años, cuando empecé, existía un vacío dentro de la ópera. Por eso decidí salir y dedicarme a la música, que era mi pasión, el lugar donde podía expresarme y desarrollarme. La música me ha hecho crecer como persona, en cada producción y en cada viaje. Cuando inicié mi carrera en la ópera, diez años después de haber completado toda mi formación, en España comenzaron a crearse muchas orquestas y conservatorios. Hoy, en cambio, quienes están empezando quizás no cuenten con ese mismo recorrido previo. Y eso me preocupa, porque siento que toda aquella formación construida durante tres décadas se está descuidando.
¿En qué sentido?
- Es difícil para los profesores actuales guiar a los alumnos porque los planes de estudio son muy cortos y no da tiempo a darles toda esta formación técnica. Y eso es algo muy importante en la carrera; contar con una técnica sólida, adquirirla con suficiente tiempo y formar a estos alumnos musicalmente, con un trabajo profundo tanto a nivel musical como técnico. Me gustaría que tomáramos conciencia de que todo este proceso exige tiempo, dedicación y trabajo. Siguen surgiendo personas capacitadas, pero no podemos ignorar la importancia de ese camino largo y necesario. Los políticos suelen pretender que el éxito se logre de la noche a la mañana, pero el arte requiere su propio ritmo, una estructura sólida, y necesita ser cuidado. No se trata de construir auditorios pero luego dejarlos vacíos de contenido y de formación musical, algo que debería transmitirse también al público. Porque, si descuidamos al público, también lo perderemos.
“Estamos viviendo la cultura del momento, de la inmediatez y esto nos está confundiendo y confunde también a los alumnos”
¿Es ante esta situación por la que decidió ponerse en la piel de la enseñanza? ¿Para transmitir no solo la técnica sino también toda esa experiencia?
- Sí, exactamente. Lo que pasa es que estamos viviendo una cultura del momento, de la inmediatez y esto nos está confundiendo y confunde también a los alumos. Llevo ya cuatro años en la formación pero, efectivamente, lo que quería era transmitir mi experiencia a las nuevas generaciones. Decirles que he trabajado duro, con grandes directores, formadores, grandes artistas y quiero pasarles todo este bagaje que he aprendido. Pero las nuevas generaciones son muy escépticas; no se creen que necesites tanto trabajo para conseguir algo.
Resulta llamativo que, con una carrera tan consolidada, perciba ese escepticismo por parte de algunos alumnos...
- Sí, claro, hay de todo, depende de cada persona. Pero yo creo que en nuestra profesión lo más importante es la humildad, la paciencia y la constancia: trabajar cada día, no decaer, seguir siempre adelante. Eso es lo que realmente marca la diferencia. Lo que pasa es que ahora todo resulta mucho más fácil. Por ejemplo, en mis clases puedo escuchar muchísimas versiones y tener todas mis partituras en el iPad. Antes tenía que ir a buscarlas a una tienda de música o esperar a que me las trajeran, y pasarme horas revisando entre partituras. Los medios de ahora son increíbles, pero deberían servir para ayudarnos a mejorar, no para acomodarnos.
“Todo lo que se siente, todo lo que se dice en el diálogo con la música de Mozart y el texto de Da Ponte, está tan presente que no pasa de moda”
¿Existe algún personaje que recuerde con especial cariño?
- Siempre he dicho que mis personajes fetiches son los mozartianos. Son tan universales que no pasan de moda, no caducan con el tiempo. Mozart fue un genio, y junto con Da Ponte, que escribió los textos de sus óperas, crearon música y diálogos que siguen siendo fantásticos hoy en día. Por ejemplo, Susanna de ‘Las bodas de Fígaro’ es una mujer con una esencia muy actual. En su época, su situación estaba marcada por la clase social; hoy podríamos ponerla en otros contextos, como el trabajo, por ejemplo. Todo lo que siente, todo lo que dice en el diálogo, está tan presente que no pasa de moda, sigue vigente. Lo bonito de estos personajes es que capturan tan bien el espíritu de la mujer que, incluso en nuestra sociedad, siguen transmitiendo su fuerza.
En alguna ocasión ha comentado que estar encima del escenario en una ópera cuatro horas, aparte de la técnica, necesita mucha preparación física, igual que los atletas.
- Sí, atletas de élite, porque tenemos que tener una resistencia física muy grande. Cuando terminaba una ópera, muchas veces me sentía vacía. Hace poco una persona me dijo en una charla que di, que cuando me escuchaba cantar sentía que se transportaba a otro planeta y me preguntaba si yo me sentía igual. Pero no lo siento así, porque mi objetivo siempre ha sido darle credibilidad al personaje y todo los sentimientos que transmites tienen que pasar primero por ti. Por ello, al terminar la función me quedaba vacía y necesitaba un día para recuperarme, para recargar energía y poder volver a dar todo al público. Porque esto no es solo técnica: requiere una gran resistencia física, emocional y artística para mantener la intensidad y la verdad del personaje.
“Me he privado de muchas cosas, pero no lo siento como una pérdida, porque también he crecido con todo esto”
¿Ha pensado alguna vez que ha tenido que hacer demasiados sacrificios para desarrollar su carrera? ¿O ha merecido la pena?
- Bueno, sí, hay un sacrificio enorme; por ejemplo, me he perdido fiestas con amigos o momentos importantes porque hay una exigencia muy grande contigo misma y con el público, algo vocacional. Me he privado de muchas cosas, pero no lo siento como una pérdida, porque también he crecido con todo esto. Tuve la suerte de tener a mi hija después de haber hecho 15 o 20 años de una carrera muy intensa, y en ese momento pude relajarme un poco más. Escuché hace poco a una joven cantante decir que no aspiraba a ser como Monserrat Caballé, sino que quería vivir el momento. Y la entiendo, porque si tienes esta vocación y una carrera tan vertiginosa como la mía -yo aprendí más de 70 personajes, montaba dos o tres óperas al año, además de conciertos y oratorios-, no te queda tiempo para nada más. Mi hija llegó en un momento precioso, después de tantos años de carrera intensa y casi nació en el escenario, en el Teatro Châtelet de París justo cuando estaba previsto que naciera. Es un recuerdo que no mucha gente conoce.
¿Qué significa recibir este Hitz Sariak - Premios Palabra a la Universalidad?
- Me dio muchísima alegría y satisfacción. Que reconozcan a alguien que ha dedicado tantos años a una carrera internacional, con tanto trabajo y esfuerzo, es muy valioso. Creo que este reconocimiento también sirve para mostrar a las nuevas generaciones que nada se logra de un día para otro, que todo requiere dedicación y constancia. Me hizo ilusión que se valorara lo que he intentado transmitir con mi carrera: ser una especie de embajadora de valores fundamentales como el trabajo, el esfuerzo y la constancia. Y ese es el mensaje que me gustaría transmitir a mis alumnos y a todas las personas en general; sin esfuerzo, dedicación y personalidad no se logra nada. El arte exige mucho trabajo, constancia y entrega, pero todo eso tiene su recompensa.
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