Tiene varios premios, pero este, que se lo dan en su tierra, le hará especial ilusión…

—Me hace mucha ilusión y me da mucho pudor. Artajona siempre se ha portado tan bien conmigo que no puedo sino estar agradecida. Para mí el pueblo es tan importante que en mi nuevo largometraje trajimos un autobús lleno de artajoneses para recrear una procesión como las que tengo en mi memoria en una de las escenas más importantes de la película. Fue muy emocionante.

Está en fase de postproducción de Nina. ¿Va todo como esperaba?

—Acabamos de cerrar una versión de montaje con la que estoy ya muy contenta. Después nos quedará toda la postproducción de sonido, color, música, efectos... Espero que pueda estar terminada para febrero.

¿Qué tal fue el rodaje por la costa vizcaína?

—Increíble. Un trocito de mi corazón se va a quedar en Mundaka y el Urdaibai para siempre: sus paisajes impresionantes, las calles laberínticas, lo bien que se portó la gente en el pueblo… Fue muy especial.

El tópico asegura que la segunda obra da más quebraderos de cabeza que el primero. ¿Se cumple?

—Sí, siento que tengo más presión. Con mi primera película tuve libertad absoluta para lo bueno y para lo malo. Nosotros mismos la autoprodujimos, nos tomamos los tiempos que fueron necesarios hasta que estuvo lista… Ahora siento que tengo más ojos encima para darme el beneplácito o para desterrarme. ¡Espero que sea lo primero!

¿La buena acogida entre la crítica que tuvo Ana de día le ha servido para abrir puertas?

—Absolutamente. Eso no quita para que haya tardado cinco años en poder rodar la siguiente desde que estrenamos Ana de día. Ahora ha sido más sencillo encontrar apoyos, productoras, programadores de festivales que empezaron a conocerme con mi primera peli y ahora consideran más mi trabajo…

Puede estar muy satisfecha de los nombres que ha conseguido para el reparto… Entre otros, Darío Grandinetti (nada menos) y Patricia López Arnaiz.

—Va a parecer que miento diciendo sólo cosas buenas, pero es que sólo puedo tener buenas palabras hacia su trabajo. Son dos actores impresionantes. Te ponen las cosas fáciles y son capaces de llegar a unos niveles de conexión emocional y física con los personajes que incluso ellos llegan a desaparecer. Quiero destacar también el trabajo de Iñigo Aranburu y Aina Picarolo, porque para mí han sido dos grandes revelaciones.

De nuevo, una mujer en el centro.

—Sí… solo que esta lleva una escopeta y está muy cabreada. Eso es nuevo. Jeje.

Define la obra como “western femenino contemporáneo”...

—Nina es una mujer que viene a vengarse. Es en cierto modo un arquetipo de los héroes del western clásico, una John Wayne. Es un personaje herido y solitario del que no sabes muy bien su pasado reciente, como Joan Crawford en Johnny Guitar. También he intentado jugar con los paisajes, las localizaciones (el saloon aquí es un casino de pescadores), la planificación clásica… Hay muchos guiños al western, sin llegar a ser un western al uso.

¿Cuándo podrá estrenarla?

—Empezaremos a moverla en 2024. La fecha dependerá del festival donde se estrene… Pero por pedir un deseo, ojalá vernos en Donostia...