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El gol de Pablo Ibáñez que da a Osasuna el pase a la final de Copa en Sevilla
Habían pasado 16 segundos desde que Moncayola robó otra pelota...
Fueron 16 segundos de vértigo, de los pocos despliegues convencidos del equipo en toda la noche, al filo del minuto 115. Ahí cuando los músculos se agarrotan y cada vez cuesta más estirar la zancada, Jon Moncayola interceptó una apertura a banda de Zárraga en la salida de balón. Moncayola, que ya recuperó la pelota para armar el contragolpe del gol de Abde en la ida, embridó el caballo que lleva dentro, Barja se le ofreció para la pared de primeras y el de Garínoain prosiguió la cabalgada abriendo una rincle en el costado. Fútbol sencillo y dañino.
Apenas dos toques de pelota, subida del lateral con la defensa del Athletic a contrapié y un balón bombeado que le filtra al Chimy en el área. Todo a la carrera. Pintaba bien la amenaza. El argentino trató entonces de empalmar la pelota sin que cayera. Un gesto difícil, muy propio de su estilo, que no le salió bien quizás porque anda con la pierna tiesa. El mérito de su aportación al partido, que la hubo en grandes dosis de empuje, fue fruto también de la gestión de los recambios de su entrenador. Nos habíamos quedado en el retrato de la volea fallida del Chimy, que Vivian despejó una vez con el brazo pegado al cuerpo y en el rebote con el pie.
Al final, ese embrollo en el área parecía perder tensión, pero el despeje quedó en las botas de Moncayola, aún relinchando por aquel extremo. Cómo había mucho tute, al todoterreno rojillo le achucharon lo justo. E hizo lo que mejor se le da con el balón, que es ir a lo concreto. Levantó la cabeza, oteó la figura de Pablo Ibáñez que llegaba a la frontal y le volvió a poner un caramelo sin más filigranas. Ahí, ese chico de Mutilva que sabe tanto de fútbol como de no rendirse ante la adversidad marcó el gol que había soñado toda su vida. Acomodó el cuerpo, se perfiló con la diestra, proyectó el interior del pie en el momento justo y con la tensión oportuna para que ese balón dibujara una parábola a la gloria. Habían pasado 16 segundos desde que Moncayola robó otra pelota.
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