Muchos amantes del Pirineo, y más en concreto del territorio aragonés, conocerán el río Caldarés por ser el acompañante de algunas rutas de montaña, como la que asciende hasta los ibones de Bachimaña, o por ser el escenario de uno de los recorridos de barranquismo más bonitos de Huesca. Ahora, con la apertura de las denominadas Pasarelas de Panticosa, es posible descubrir una nueva visión de otro tramo de este río y disfrutar de un recorrido que hasta ahora era inaccesible.

Una de las principales ventajas de este nuevo atractivo turístico es que se puede disfrutar de unas vistas espectaculares y sentir la sensación de caminar casi por el aire sin ser un gran alpinista o escalador. La ruta es apta para el público en general, salvo para quien padezca vértigo y para los menores de 7 años o con una altura inferior a los 130 centímetros, que tampoco pueden acceder por temas de seguridad.

Vista de las pasarelas 'colgadas' en las paredes de roca.

El recorrido comienza en el aparcamiento de la estación de esquí de Panticosa, desde donde se puede seguir la señalización específica de esta ruta: se cruza el puente sobre el río Caldarés, después se rodea el edificio del telecabina y justo detrás arranca el sendero, que en diez minutos nos lleva hasta el inicio de las pasarelas. Tras una breve explicación de los responsables que reciben a los turistas y comprueban su reserva, arranca este paseo con el primer tramo de pasarelas colgantes situadas a 25 metros de altura y situadas en la margen izquierda.

La emoción de estar colgado de una de las paredes de roca caliza es inevitable entre todos los que visitan la ruta por primera vez, y aunque se controla el aforo cada 20 minutos, hay que tener paciencia y respetar el ritmo, porque todos buscan disfrutar de cada paso y sacar la foto más espectacular.

A continuación, un puente permite cruzar al segundo tramo, algo más largo que el anterior y con algún balcón saliente que da la opción de observar con más detenimiento el paisaje de la zona si se mira hacia arriba, y las pozas que el río ha ido esculpiendo a lo largo de miles de años si se hace hacia abajo.

Una vez terminado el recorrido sobre las pasarelas, que es la parte más espectacular de esta visita, el camino continúa por una zona boscosa y un cruce que ofrece dos opciones para completar el recorrido. Tal y como aconseja uno de los guías que se pueden encontrar durante él, y con el que se puede charlar y descubrir algunos detalles sobre cómo fueron los trabajos de instalación de las infraestructuras que sujetan las pasarelas, tomamos el camino de la izquierda, que lleva hasta el mirador de O'Calvé pasando primero por dos búnkeres construidos tras la Guerra Civil española. Se trata de dos asentamientos pertenecientes a la denominada Línea P -abreviatura de Línea Pirineos-, la obra defensiva construida más grande del Estado y la más grande de Europa después de la II Guerra Mundial. A pesar de ello nunca llegó a terminarse y las obras quedaron abandonadas poco a poco. Su objetivo era la defensa de la cordillera pirenaica y frenar la penetración de tropas armadas. Ahora se puede entrar en dos de estos búnkeres, que han sido acondicionados para visitarlos y viajar mentalmente años atrás en la historia.

Vista de Panticosa desde el mirador de O'Calve.

A continuación, en el punto más alto del recorrido, el mirador de O'Calvé, la vista sobre Panticosa es espectacular y se pueden observar desde dos mesas los nombres de todas las cimas que destacan en el paisaje: A Cucuraza, Punta Fazera, la sierra de la Partacua... Tan solo queda terminar este recorrido circular, que siguiendo la señalización nos dirigirá de nuevo a Panticosa.

Una vez finalizada esta bonita excursión hay muchas otras opciones para completar el día. Panticosa es el típico pueblo pirenaico que, aunque se ha transformado en los últimos años por el auge de turismo, todavía conserva muchos ejemplos de arquitectura tradicional, con sus muros de piedra, sus tejados de pizarra y sus bonitas puertas de madera con dinteles de piedra tallada.

Tampoco hay que dejar de acercarse a su iglesia de la Asunción, de estilo gótico tardío, y desde 2002 Bien de Interés Cultural. Y en la plaza que hay junto a ella, la que es probablemente la figura más fotografiada del lugar: el esquiador, una estatua de bronce que donó un habitante de Panticosa, Francisco Guillén Pés, a su pueblo.

Por último, otra visita obligada y que nos lleva de nuevo al río Caldarés es el Puente Viejo, otro de los símbolos de la localidad. Se trata de un puente de piedra que fue levantado en 1556 sobre uno anterior de madera, y que formaba parte del Camino Real que unía este pueblo con Hoz de Jaca y el Pueyo.

Así concluye esta ruta que puede ser un buen plan para disfrutar en verano de este bonito rincón del Pirineo aragonés.

Guía práctica

Cómo llegar: Para llegar a Panticosa desde cualquier punto de Euskal Herria el acceso se hace por la Autovía del Pirineo/A-21, una carretera que lleva 15 años en obras y que todavía tiene algún tramo sin terminar. Desde Jaca se toma dirección Sabiñánigo y después el desvío a Biescas, que se encuentra a 19 kilómetros de nuestro destino.

Reservas: El acceso al recorrido está regulado (60 personas cada 20 minutos) y es necesario hacer una reserva. La entrada cuesta cuatro euros si se adquiere en la máquina expendedora que se puede encontrar allí mismo, en el parking de la estación de esquí, o tres si se hace a través de la web. Para las personas federadas en montaña, el precio es de un euro.

Duración: el recorrido se realiza aproximadamente en una hora y tiene un desnivel de 160 metros. Hay que contar con al menos 15 minutos para llegar desde el parking del telecabina hasta el inicio de las pasarelas.

Calendario: En julio y agosto está abierto todos los días de 10.00 a 18.00 horas.

Público: No está recomendado para personas que padecen vértigo y por temas de seguridad está prohibido el acceso a menores de 7 años y menos de 130 cm.

Web: www.pasarelasdepanticosa.com