Un contacto estrecho con coronavirus la confinó, y el mundo entero pudo ver la extensión, confortabilidad (y derroche) de su impoluto salón de estar. Una estancia acorde a los más de tres millones de euros que cobra quien ejerce de 'reina de las mañanas' televisivas desde el 10 de enero de 2005. La pandemia, además de distanciamiento interpersonal, uso de mascarillas y gel hidroalcohólico, ha traído consigo largas jornadas de 'Zoom', Conexiones profesionales en las que los famosos han mostrado, a modo de improvisado decorado, el interior de sus lujosos hogares. En el caso de Ana Rosa Quintana: estilo moderno, clásico, flores, rincones coloristas...

Jamás pensó presentar desde el interior de su pomposo hogar, pero la nueva normalidad impone desde marzo de 2020 otras reglas de juego. También en la televisión, en sus múltiples programas en directo. Y Ana Rosa Quintana, pudiendo recurrir al Skype, no iba a dejar cinco horas y media diarias de protagonismo a su compañera Ana Terradillos (habitual sustituta). Por ello, y a pesar de su confinamiento obligado al tener contacto directo con un positivo en Covid-19, la presentadora controló el cotarro toda la Semana Santa desde sus conexiones por Zoom.

Porque aunque las últimas pruebas arrojaron un resultado negativo, la periodista prefirió ser cauta y responsable y no salir de su domicilio hasta pasados los diez días que marca la ley sanitaria. Pero lo dicho: en ningún momento renunció a dirigir el magazine que presenta desde hace más de 16 años y por el que cobra por temporada, según las malas lenguas, más de tres millones de euros.

¡Y menos mal! Porque gracias a esta situación, AR presentó El programa de AR desde el salón de su propio palacete, ubicado en una espectacular urbanización al norte de Madrid. Un chalet espacioso en el que el salón, sin duda, se alza como corazón caliente del hogar, combinando estilos modernos y clásicos (a partes iguales), y siendo el principal reclamo una colorida obra de arte presidida por una flor gigante. Al más puro estilo pijo-Banksy. Tampoco pasó desapercibido un mueble versallesco en tonos verdes y dorados y una estantería tan blanca como las letras que se podían leer en el tercer estante: ¡AR! Sin duda, un estilo limpio, despejado e impoluto, totalmente alejado de los jarrones, brillos y tapices de la casa de María Teresa Campos.

Y todo ello, por supuesto, barnizado con bien de olor a fritanga. Porque la periodista ha aprovechado la confortabilidad y sosiego del hogar para ponerse manos en la masa con sus famosas torrijas, muy populares entre su equipo. "Estoy fenomenal, engordando. Imagínate, en Semana Santa y sin poder salir. Ya he probado las torrijas", exclamó en directo.