El escritor navarro presentará este viernes, 17 de marzo, a las 19.00 horas, en Civican su nuevo trabajo, publicado por Candaya. Un poemario en el que las heridas del pasado se convierten en la resistencia del presente. El descubrimiento de la homosexualidad en un entorno entonces adverso, la conciencia de la diferencia, las dudas, los miedos, el acoso, la violencia, pero también los afectos sanadores, la libertad conquistada, la belleza de los cuerpos disidentes y la propia escritura como un medio de afirmación y reconstrucción habitan las páginas del poemario.

¿Es este su libro más personal? 

–Todos mis libros son personales, pero es cierto que este marca un punto de inflexión y que quizá es el más valiente. En el eje de mucho de los textos están las vivencias desde una perspectiva queer, desde esas periferias emocionales de las que parto en la adolescencia, con la necesidad de buscar asideros... y hay un recorrido a través de los nudos, silencios, en ese imaginario rural donde no tenía referentes. Con motivo de la pandemia y de los acontecimientos ocurridos a nivel mundial que han sufrido, sufren y, tristemente, sufrirán las personas de la comunidad LGTBI, pensé en qué lugar ocupaba yo como creador. En que nunca había dado un paso adelante para plasmar mis vivencias, que creo que son universales y que pueden servir a otro joven o a otra persona adulta para que todos nos sintamos más libres.

De alguna manera, ¿siente que tenía que recorrer todo el camino que ha recorrido y publicar lo que ha publicado hasta ahora para poder alcanzar este punto? 

–Sin duda. Conecto mucho con esta pregunta. Con cada libro he ido liberando un pequeño misterio en mi interior. Muchas veces pienso que he llegado a los lugares que he llegado como creador y como persona gracias a que he publicado los libros que he publicado. Han sido como piedras, pequeños pasos que he ido dando en el tiempo y que a veces surgen del subconsciente, de una necesidad de expresar nuevas temáticas y cuestiones que aun tenía por abordar.

El momento personal, la madurez habrá influido. 

–Claro. De hecho, en la primera parte se pueden ver poemas muy reivindicativos, que entroncan mucho con ese pasado en el que yo me acercaba a los colectivos. Y en la segunda y tercera parte ya hay textos y poemas en prosa donde reflexiono sobre el devenir de la vida desde un prisma más sosegado y donde no tengo miedo de hablar sobre el amor, de la vida en pareja y de otras formas de vivir. Durante estos años de escritura y vida he podido ir recogiendo muchas miradas, muchas opiniones que me han servido para abordar este libro.

Pese a las dificultades que experimentó en la adolescencia y primera juventud no hay en esos versos ira ni rencor. Más bien respiran amor y espíritu de reconciliación.

–Hay una clara intención de reconectar con el Hasier que fui. Son muy interesantes los recorridos que hacemos. Todos somos hijas e hijas de todo aquello que fuimos y vivimos. De ninguna manera reniego de aquellos años de convulsión, de búsquedas... Aunque a veces erramos, yo traté de encontrar asideros, compañeros de viaje, referentes... En ocasiones me han servido y en otras no. Aquí hay una mirada que pretende rasgar en el dolor, en esa soledad, pero a través de la luz. Seguramente porque en mi literatura siempre bulle esa necesidad de celebrar la vida, aunque esté atravesada por las cicatrices de un pasado en el que tuve que nadar contra corriente. Porque, al cabo del tiempo, puedo ver que todo ese esfuerzo y ese dolor merecieron la pena. 

“Quién mejor que Zuri para escribir el prólogo; con él he aprendido a querer y a dejarme querer”

¿Le gustaría que ‘Hijos del peligro’ se convirtiera en asidero para personas que han vivido o están viviendo una situación similar? 

–Creo que sí, que este libro tiene ese poder; puede transmitir muchas esencias. Me hubiera gustado encontrarme un libro así en mi adolescencia. Cualquier persona que se sienta perdida, ya sea una persona del colectivo LGTBI o no, puede conectar con él. Incluso podría llevarse a los institutos porque contiene una lectura educativa en valores. Este libro rezuma mucho esa búsqueda de las libertades e impera un homenaje a esas personas invisibles que nos han abierto puertas, caminos y paisajes a esa consecución de derechos. Hijos del peligro respira dignidad, fortaleza y da un paso firme hacia delante para decir que la sociedad es más rica cuando hay una pluralidad de miradas, de diversas formas de querer, de ser, de vestirse, de estar... Si no, qué aburrido todo.

El libro se abre con un prólogo de Zuri Negrín, lo cual ya es una declaración de intenciones. 

–Es un regalo. Quién mejor para escribirlo que mi marido, que es la persona que mejor me conoce y con la que he aprendido a querer y a dejarme querer. Porque yo vengo del lugar del que vengo y, al menos en el pasado, he tenido mis carencias afectivas. Todos somos hijos de la educación sentimental que hemos recibido. En cuanto al texto de Zuri, fue muy bonito, porque en Navidad nos lo leyó en el pueblo, donde se juntaron su familia y la mía. La verdad es que es un prólogo que disecciona muy bien el libro y da claves al lector en torno a mi literatura, a mis inquietudes, a mis referentes musicales...

Menciona la música, tan presente en todos sus trabajos literarios, pero aquí especialmente. 

–La música me acompaña desde los inicios. No escribo sin música y en todos mis libros hay guiños a ella. De hecho, Hijos del peligro es el título de una canción de (Me llamo) Sebastián, un compositor chileno muy reivindicativo. También hay poemas que parten de temas como Increíble amor, de los asturianos Elle Belga. Mystery of Love, de Sufjan Stevens, me inspiró el primer poema del segundo capítulo. Después hay textos que surgen de autores más clásicos como Ólafur Arnalds y cierra el libro un tema electrónico de Bicep que funciona como una catarsis, justo antes de la frase final de Braulio Ortiz Poole ("Solo quien vive arde"). La música siempre me acompaña, no concibo ni la creación ni la vida sin ella. 

También hace referencia en el libro a distintos referentes que ha tenido en diversos momentos de su vida. 

–Sí. La presentación en Elizondo fue muy bonita porque vino la profesora de Iñaki Lareo, a la que él le dedicó un poema. Él fue la persona que me hizo conectar por primera vez con los elementos de la comunidad LGTBI y que me hizo cuestionarme algunas cosas. En realidad, este libro es un homenaje a personas que, como él, abrieron camino desde pueblos, comarcas, valles... Personas en ocasiones invisibles o invisibilizadas que han sido fundamentales en ese sentido. Hay varios poemas en los que les rindo tributo explícito porque siento que yo he podido disfrutar de todos los derechos gracias ellas.

“En el libro impera el homenaje a las personas invisibles que nos han abierto puertas, caminos y paisajes”

Ha comentado en algún momento que el libro es una carta de amor a los diferentes.

–Sin duda. Iñaki era una de esas personas. Se hacía los vestidos en el caserío, se pintaba los ojos, me acuerdo cuando íbamos a eventos sociales e identitarios... En ese sentido, este libro es una oda a las personas que se han sentido y se sienten diferentes, y a la vez es una confirmación de que todos y todas acabamos encontrando nuestro camino, aunque a veces tengamos que recorrer un camino más largo. Siempre hay horizontes detrás de esas cordilleras, de un paisaje que parece minúsculo.

De hecho, Hasier Larretxea en su vida laboral también se dedica a trabajar con personas que se sienten distintas, desplazadas, muchas veces excluidas. 

–Así es. Llevo 12 años trabajando en el ámbito de la salud mental y he podido desarrollar una mirada empática y preocupada por esa persona que se siente diferente por atravesar dificultades causadas por enfermedades largas y duraderas que dificultan el desempeño de una vida normalizada. En mí hay un poso de eso. Al final siempre estoy rodeado de miradas diferentes y trato de dignificarlas.

¿La poesía salva o puede ser un bálsamo cuando la vida se pone cuesta arriba?

–Con la poesía no vamos a salvar el mundo, eso está claro, pero sí podemos crear belleza. Me da mucha rabia cuando se me acerca gente y me dice que no entiende la poesía. Hago un llamamiento a perder los prejuicios y a que ese lector o lectora se acerque a su librería de referencia y busque. Se acerca el 21 de marzo, el Día Mundial de la Poesía, y puede ser un buen momento para hacerlo. La poesía es un campo muy diverso de voces y perspectivas. A mí por lo menos me ha servido para apaciguar mis nudos interiores.