El deshielo de los polos es cada vez una realidad más irreversible y que avanza con más celeridad. Existen cientos de evidencias científicas que alertan sobre las nefastas consecuencias de la subida de la temperatura de la Tierra y de los océanos, lo que podría ser el detonante definitivo para un deshielo sin freno de los casquetes polares.

En estos momentos, la capa de hielo de Groenlandia está desapareciendo cuatro veces más rápido que en 2003, contribuyendo un 20% al aumento actual del nivel del mar, lo que a su vez incrementa la erosión costera y eleva las marejadas a medida que el calentamiento del aire y del mar ocasionan tormentas costeras más frecuentes e intensas, como huracanes y tifones.

Un paisaje de la Antártida durante el día. Freepik

Para contrarrestar estos efectos, un grupo de científicos ha esbozado un curioso plan para volver a congelar el polo norte y el polo sur y bajar el termostato global utilizando aviones para crear nubes de dióxido de azufre. El objetivo que persigue generar nubes de dióxido de azufre sería reducir con ellas la entrada de luz solar a los polos, dándoles la capacidad de recongelarse por sí mismos y así frenar la subida del mar, según científicos de la Universidad de Yale (Estados Unidos).

Para lograrlo, planean usar aviones cisterna militares capaces de volar a gran altitud para rociar nubes formadas por partículas microscópicas de dióxido de azufre en la atmósfera. Una técnica que recuerda al método que utilizó China para crear lluvia artificial y atajar la sequía utilizando 'cazadores de nubes'.

En esta operación, -no exenta de controversia entre los propios expertos- se liberarían enormes cantidades de aerosoles químicos microscópicos en una flota de 125 aviones militares sobre los polos, a latitudes de 60 grados norte alrededor de la ciudad de Anchorage en Alaska, y cerca del extremo sur de América del Sur, en un intento desesperado por volver a congelar los casquetes polares que se están derritiendo.

La flota de aviones liberaría la nube de partículas microscópicas a una altura de 13 kilómetros, que se desplazarían gradualmente hacia los polos y, una vez allí, darían sombra a la superficie y provocarían un efecto refrescante en las regiones polares.

La operación equivaldría a más de dos días de tráfico aéreo comercial global en 2021, o alrededor de dos tercios de los vuelos anuales que salen del aeropuerto Kennedy de Nueva York, por lo que el plan aprovecharía el número de aeródromos del hemisferio norte para que sirvieran como bases operativas. Anchorage, por ejemplo, tiene tres pistas de más de 10.600 pies, a una latitud 61,2°, lo que estaría suficientemente cerca para el propósito.

Sin embargo, para el hemisferio sur encontrar bases desde las que despeguen y aterricen los aviones es un poco más complicado, y es que no existe ningún lugar del polo sur habitable. Los aeródromos significativos más cercanos a esta parte de la Tierra se encuentran en Chile y Argentina, en el extremo sur de la Patagonia.

Pese a que se hayan contemplado los puntos desde los que empezar con la operación, los científicos reconocen que la infraestructura terrestre preexistente tendría que mejorarse en gran medida para adaptarse al programa.

Se estima que el coste anual de esta misión sería de 11.000 millones de dólares y se utilizaría un avión especialmente diseñado para volar misiones SAI más altas cerca del ecuador, llamado SAIL-43K.

Además de tratarse de un plan controvertido por la cantidad de vuelos que serían necesarios, -con la consiguiente liberación de gases de efecto invernadero-, los científicos advierten que podría tener consecuencias no deseadas, como la reducción del rendimiento de los cultivos.