El desmantelamiento de la central nuclear de Santa María de Garoña obligará a gestionar unas 7.000 toneladas de residuos en la primera fase, que se prolonga durante tres años a partir de la cesión de la titularidad de la instalación a la Empresa Nacional de Residuos (Enresa) en julio de este año, según la estimación de la empresa pública encargada de todo el proceso.

La planta atómica dejó de producir energía en diciembre de 2012, aunque el cierre definitivo de la instalación no se realizó hasta diciembre de 2017.

El director de la instalación mientras se realiza el desmantelamiento, Manuel Ondaro, ha precisado que saldrán de la planta varios tipos de residuos, aunque Enresa solo se encargará de los que tengan carga radiactiva, mientras que el resto será gestionado por empresas autorizadas para esta actividad.

En el caso de los residuos radiactivos, los de muy baja, baja y media actividad serán trasladados al Cabril (Córdoba), donde la empresa pública acumula este tipo de materiales.

En cuanto a los residuos de alta actividad, la mayor parte son los elementos de combustible gastado que está depositado en la piscina del reactor desde que comenzó a operar Garoña en 1971, que se depositarán en contenedores especiales en el Almacén Temporal Individual (ATI) instalado en el mismo recinto de la planta nuclear, donde está previsto que se mantengan hasta 2070.

49 contenedores

Serán 49 contenedores, con 2.505 elementos, que se sellarán e irán al ATI en la primera fase de desmantelamiento, antes de mediados de 2026.

A ese mismo ATI irán a parar, ya en la segunda fase de desmantelamiento, que se prolongará durante siete años, otros cinco o seis contenedores cargados con otros materiales de alta actividad.

Más de la mitad de los residuos que saldrán de esta primera fase de desmantelamiento procederán del edificio que alberga la turbina de la planta, que se convertirá en edificio auxiliar para todo el proceso de desmantelamiento, de donde se estima que se sacarán unas 4.000 toneladas de residuos.

Ondaro ha precisado que el 50% de esos residuos serán de media, baja y muy baja actividad, por lo que se llevarán a El Cabril, mientras que el resto no tendrá carga nuclear y será tratado por gestores autorizados.

Garantizar la seguridad

Una preocupación fundamental durante el desmantelamiento es "garantizar la seguridad", ha señalado Ondero, que ha detallado que se ha puesto en marcha en la planta un Servicio de Protección Radiológica formado por entre 70 y 80 personas, encargadas de ese apartado específico, aunque también se cumplen todas las condiciones de seguridad laboral e industrial, como en cualquier otra empresa.

Para dar una idea del volumen que implica el desmantelamiento de Garoña, el director técnico de estos trabajos, Óscar González, ha explicado que el edificio principal, donde se encuentran el reactor y la piscina que alberga los elementos de combustible gastado tiene seis plantas y tomando como referencia la cota cero tiene 546 metros de altura y 505 metros bajo ese nivel.

"Cada desmantelamiento de una central nuclear es completamente distinto y, a diferencia de los trabajos en José Cabrera (Guadalajara) y Vandellós I (Tarragona), también desmanteladas por Enresa, en el caso de Garoña se da la peculiaridad de que todo el combustible gastado se encuentra en la piscina del reactor de la instalación, lo que obliga a extraer y llevar al ATI 2.505 elementos", ha explicado González.

La previsión es que el desmantelamiento de Garoña esté terminado dentro de diez años, con una inversión de 475 millones de euros, a los que hay que sumar 180 millones para la instalación del Almacén Temporal Individual y los contenedores para el material radiactivo de alta actividad.