Nada escapa a la globalización, hoy más cuestionada que hace unos años, pero plenamente vigente. Tampoco algo tan sensible como los alimentos, un producto de mercado más, que cotiza en bolsas internacionales, y que en ocasiones recorre miles de kilómetros hasta llegar a nuestros domicilios. Navarra, de hecho, ha duplicado en la última década el volumen de alimentos que importa desde otros países, un crecimiento que ayuda a entender las protestas agrarias desatadas en las últimas semanas.

Navarra es una comunidad netamente exportadora de alimentos. Vende en el exterior prácticamente el doble de lo que importa. Pero ambas partidas crecen a notable velocidad y explican que la dependencia de la comunidad de los alimentos procedentes del exterior aumenta. Porque aquellos productores con más dificultades para exportar se encuentran con una competencia creciente, que procede, eso sí y en su mayor parte, de otros países de la Unión Europea.

De hecho, en los 11 primeros meses del año pasado, del que todavía no hay datos cerrados completos, Navarra importó productos alimentarios por valor de 862 millones de euros, frente a los 679 millones del mismo periodo del año pasado. Un crecimiento del 27%, que se explica en parte por la inflación, pero también por el mayor volumen de alimentos adquiridos en el exterior. En el mismo periodo, la exportaciones alcanzan los 1.382 millones de euros, frente a los 1.291 del año pasado, un incremento del 7%.

Esta tasa de cobertura tan positiva muestra el potencial agrícola de Navarra, un territorio cuya diversidad climático y disponibilidad de gua permiten combinar secano y regadío, vid, aceite y frutales, hortalizas y verduras de invierno. Pese a ello, en los lineales de los supermercados abundan productos de países cercanos, pero también de otros continentes. Francia, una de las grandes potencias agrícolas del mundo, es con mucha diferencia el mayor exportador de alimentos a Navarra, por delante de Países Bajos, de China (sobre todo espárrago) y de Perú (inicialmente espárragos, pero también pimientos, así como algunas frutas tropicales).

De hecho las protestas agrarias europeas arrancaron en Francia, donde el sector primario mantiene buena parte de su influencia. Y situaron a los productos llegados de fuera de la Unión Europea, pero también desde España, en el centro de sus críticas. En el caso de los primeros estaba en cuestión el uso de diferentes pesticidas y fitosanitarios nos permitidos dentro del mercado único, pero los agricultores franceses también se quejaban de la baja calidad de los productos del sur de Europa. Esta menor calidad suponía, a su juicio, una cierta competencia desleal respecto a su actividad.

Los datos de comercio exterior recogen también el peso creciente de productos llegados de Marruecos, que vende a empresas navarras por valor de casi 17 millones de euros. El país norteafricano, donde una de cada tres personas vive de la agricultura, está invirtiendo miles de millones de euros en nuevos regadíos, sobre todo mediante instalaciones de reutilización de agua y 45 nuevos embalses, con el objetivo de aumentar todavía más su propia producción agraria. La alubia verde marroquí, por ejemplo, gana espacio en los lineales de los supermercados, al igual que el tomate y el pepino.

Pero existen otras amenazas en el horizonte del sector primario, que en el fondo enfrenta parecidos retos que otras actividades económicas, como está a punto de suceder con la automoción europea ante la inminente llegada de coches chinos.

El acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur, que engloba a grandes productores agrarios de América del Sur como Brasil, es uno de ellos. Francia ya ha mostrado su disconformidad con un pacto alcanzado en 2019, una posición a la que se ha sumado Irlanda. El acuerdo no ha sido todavía ratificado y el sector primario teme que el mercado se inunde de productos que están lejos de cumplir con los mismos requisitos que los europeos. Tanto España como Alemania han defendido sin embargo activamente el acuerdo con un mercado muy relevante.

Ucrania, ¿nuevo competidor?

lll Llegada de cereal: La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 volcó durante semanas el tablero del mercado mundial de los alimentos. Y Europa ha sido uno de los mercados que lo ha sentido con fuerza: la exención arancelaria concedida a los cereales ucranianos en el verano de 2022 ha alterado la política de precios. España, necesitada de cereal para cubrir su demanda interna, no ha acusado especialmente el golpe, pero planea en el ambiente una posible entrada de Ucrania en la Unión Europea, un país con una enorme potencia agrícola que recibiría de este modo un enorme volumen de inversiones. De hecho, España es después de China el país que más cereal procedente de Ucrania ha recibido desde el estallido del conflicto bélico. De hecho, el grano de Ucrania está restringido desde mayor en Polonia, Hungría, Eslovaquia, Rumanía y Bulgaria) que habían visto cómo los precios del cereal se deprimían.