Subidos a un tractor, rodeados por cientos de agricultores, pasada ya la una y media de la tarde de la mañana, Salvador Moreno y Carmelo Macua dejaron en el aire la opción de que los sindicatos agrarios siguieran negociando con el Gobierno en las próximas semanas. Y la respuesta fue atronadora, casi un rugido: “Noooooo”.

Aquello era la prueba de que las movilizaciones de los últimos días han cogido con el pie cambiado a las organizaciones agrarias, tanto a EHNE como sobre todo a UAGN, la mayoritaria y a la que pertenecen muchos de los que se han movilizado esta semana, mostrando el sentir de un sector con reclamaciones muy dispares, pero con un hartazgo generalizado. 

“A nosotros todo el mundo nos fija el precio”, explicaba una agricultor ya veterano, llegado desde la Ribera Alta de Navarra y que resumía el modo en que las explotaciones han perdido rentabilidad en las últimas décadas. La entrada de alimentos más baratos desde países situados a miles de kilómetros, las leyes ambientales y animalistas, el incremento de costes por diferentes vías –desde el SMI hasta los carburantes – , la llegada de fondos de inversión que acorralan a las explotaciones tradicionales, la despoblación, el envejecimiento.

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Fotos: cientos de tractores de toda Navarra bloquean el centro de Pamplona Javier Bergasa

Una variedad de factores que tensionan la relación entre el campo y la ciudad, entendida esta como aquel lugar donde se hacen las leyes y se reglamenta. Sea Pamplona, pero en mayor medida Madrid y sobre todo Bruselas. “Ya sabemos que aquí podemos negociar pocas cosas, pero nosotros no vamos a ir hasta Bruselas para protestar”, explicaba otro de los agricultores concentrados a las afueras del Departamento de Desarrollo Rural. 

Un descontento de raíces profundas, de soluciones complejas, y que sin duda hará reflexionar a las organizaciones agrarias y a sus máximos representantes. Pero que debe hacer cambiar también algunas políticas que se daban por asumidas y consolidas. Las nuevas generaciones del sector rural, quienes han decidido quedarse en su pueblo y pelear por una actividad imprescindible, no aceptan las viejas reglas ni la lógica de la globalización inevitable. Buscan protección. Hoy es el campo, pero mañana puede ser cualquier otro sector.