Osasuna no caminó sólo en su final en Barcelona y estuvo arropado por medio centenar de rojillas que se desplazaron desde Navarra, así como de algún hincha rojillo residente en Catalunya que se quiso acercar a aportar su granito de arena en la encerrona que montó el conjunto local.

Avisaba Josu Domínguez en tono de broma con que el equipo iba a ir a la guerra, a Vietnam, pero lo cierto es que la afición rojilla denunció el mal trato recibido por parte del club local nada más llegar a la Ciudad Deportiva Dani Jarque. Un infierno de 90 minutos que la hinchada también sufrió su particular partido en la grada.

De hecho, los aficionados llegaron a las instalaciones del Espanyol sabedores de que podía darse el caso de que se quedaran fuera de las instalaciones porque el club, a última hora, anunció que no abría las taquillas para la afición visitante. Sin embargo, la hinchada local, en un buen gesto de rivalidad, cedió localidades a las navarras.

Nada más entrar a las instalaciones llegó el primer problema. El bombo que acompañó al equipo a lo largo de la temporada en todos los desplazamientos se quedó en la puerta para la sorpresa de los aficionados visitantes que, no obstante, vieron cómo la afición local sí que pudo entrar a las instalaciones con cualquier tipo de complemento de animación.

El último factor que condicionó el partido fue un detalle del césped, regado en cada parte solamente en la mitad por la que atacaba el Espanyol, dejando secarse, por tanto, la mitad en la que atacaba el cuadro rojillo. Aun así, ese medio centenar que acompañó al equipo en Barcelona se hizo notar con el gol de Merche Izal que metió a Osasuna en el partido.