Indigna pero no sorprende– Quizá esta vez sea verdad que no hay mal que por bien no venga. Nadie nos va a borrar la náusea infinita que sentimos el pasado domingo al leer y/o escuchar al siniestro José Barrionuevo reivindicar la guerra sucia como un acto heroico del que está orgulloso y que volvería a repetir. Si somos capaces de sobreponernos al subidón de hiel ante la chulesca confesión de haber participado en crímenes abominables, nos daremos cuenta, en primera instancia, de que ni siquiera nos sorprenden las lacerantes palabras. No, desde luego, a quienes tenemos una edad y conocemos al dedillo la vida y milagros del inmenso patán que durante 2.001 días fue ministro del Interior del gobierno de Felipe González, que, como ha quedado aún más claro tras esta largada, era el que llevaba realmente la manija.

Tal vez, la verdad – Esa revelación por pasiva de una verdad suficientemente conocida puede ser el botón de muestra de lo que venga a continuación. O, por lo menos, de lo que debería venir, que es, de saque, la citación del individuo en sede parlamentaria para que de una vez por todas aporte los detalles que llevan esperando casi cuatro decenios las víctimas de los GAL y de otros grupúsculos financiados con fondos reservados. Porque eso de lo que presume con tanto rostro de alabastro como delectación se llama terrorismo de estado y solo fue juzgado y penalmente depurado en falso. Sus tres vergonzosos meses en prisión –un saludo para Mariano Rajoy, que también fue cómplice de su bochornosa excarcelación– son un insulto a la memoria de las decenas de víctimas que dejó por el camino el grupo de mercenarios que actuaban a sus órdenes. ¿Por qué otro motivo, si no, liberarían tras una llamada suya a Segundo Marey, como se jacta en el titular de la entrevista de El País? No habrá auténtica reparación ni justicia para quienes padecieron sus villanías, pero quizá pueda haber verdad.

Devoluciones de carné – Añado una cuestión más por la que, a pesar de la rabia y el asco, podemos felicitarnos. Aunque algunas muy tardías, como las de Grande Marlaska o Eneko Andueza –¡hoy 24 horas son muchas horas!– la inmensa mayoría de las reacciones han sido de radical rechazo y formalmente contundentes. Es un avance, cuando hasta la fecha, para el PSOE la mención a los GAL suponía una indecible incomodidad que se saldaba con silencios atronadores. Falta todavía, me atrevo a apuntar, el reconocimiento sobre la gestación del monstruo, la petición de perdón y la exigencia de devolución del carné a los responsables de aquello.