En Gaza los muertos ya solo encuentran un hueco destacado en los medios si pasan de cien de una tacada. El último recuento de la carnicería provocada por el ejército israelí entre una multitud hambrienta que trataba de conseguir comida de unos camiones de ayuda humanitaria alcanza los 150, a los que hay que añadir un millar de heridos.

El cada vez más inhumano gobierno hebreo no tuvo empacho en reconocer la autoría de la matanza al mismo tiempo que gastó la desfachatez de calificar lo ocurrido como “una tragedia”. Por supuesto, su potente aparato de propaganda corrió a culpar a las víctimas que, según la versión de Tel Aviv, provocaron una estampida en la que habrían perdido la vida la mayoría. Luego se abalanzaron contra los tanques y los fusiles, mientras los soldados trataban de dispersar a la multitud disparando “al aire o a las piernas”. Eso dicen. Se lo juro.

Estados Unidos ni está ni se le espera

Las imágenes de decenas de cadáveres atravesados por impactos de bala desmentían semejantes embustes. Pero a quién le importa. Desde luego, no a Estados Unidos, que bloqueó en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas un comunicado de condena de la masacre presentado por Argelia.

Por todo argumento para su desmarque, el representante de Washington en el organismo dijo que su país “no tenía información de los hechos sobre el terreno”. Escaqueo en toda regla, que se corresponde con las innumerables ocasiones en que “los líderes del mundo libre” han impedido que salgan adelante llamamientos a un alto el fuego. De condenas a Israel, ni hablamos. 

No hay mejor muestra gráfica del desdén de Estados Unidos sobre la cuestión que las declaraciones sobre una tregua del presidente Joe Biden mientras atizaba lametones a un cucurucho de helado. Y este hombre se supone que es el antídoto del populismo de extrema derecha que representa Trump.

También es cierto, por lo que nos toca más de cerca, que la Unión Europea está actuando de un modo manifiestamente mejorable. En realidad, va por días: a unas duras palabras de reprobación le sigue otra retahíla de argumentario equidistante. Y mientras, vamos por las 30.000 muertes