En la Franja de Gaza nada entra o sale sin que Israel quiera: cargamentos de alimentos, gasolina o medicina pueden demorarse semanas, y si logran entrar, gazatíes desesperados o ataques dificultan enormemente su distribución.

Alaa Matar, de 34 años, es originario del norte de Gaza y necesita a diario pañales y leche para sus hijos pequeños. Todavía hoy recuerda cuando intentaron asaltarle, con armas y una navaja, a fin de robarle un saco de harina; situación que se repite cada vez con más frecuencia en una Gaza al borde de la hambruna. “Estuve a punto de perder la vida por un saco de harina”, se lamenta Matar, que fue herido en la mano y dice que su hijo también fue atacado. “Perder la vida por un trozo de pan sumergido en sangre, literalmente”, añade quien asegura que los altos precios de productos básicos en el mercado negro le obligan a mendigar.

CINCO ACCESOS CERRADOS

Esta situación de creciente escasez y violencia entre los gazatíes es fruto, dicen las organizaciones humanitarias, de que Israel no abra cinco de los siete cruces terrestres de acceso a Gaza, pero también de sus múltiples ataques contra puntos de distribución, policías y grupos comunitarios de Hamás encargados de escoltar los convoyes de ayuda.

Solo en los últimos cuatro días, alrededor de ocho funcionarios y policías de Hamás han sido asesinados en bombardeos israelíes, según fuentes palestinas, varios de ellos en ataques directos contra su vivienda o coche; en los que también murieron niños u otros miembros de sus familias.

Se trata de “un intento de sembrar el caos, el desorden de seguridad y un vacío administrativo en la Franja de Gaza”, alertó ayer en un comunicado el Gobierno gazatí de Hamás.

Según un informe de inseguridad alimentaria respaldado por la ONU, 210.000 personas ya sufren hambruna en el norte de la Franja, condición que podría extenderse al resto del enclave antes de julio.

Además, más de un millón de gazatíes, la mitad de la población, afronta una falta “catastrófica” de alimentos, y en el norte, uno de cada tres niños menores de dos años sufre desnutrición aguda, lo que ha causado ya la muerte de al menos 25 niños, según el Ministerio de Sanidad gazatí. Momen Hassan, padre de 23 años, repite como otros que la ayuda que llega por el aire, en paracaídas lanzados por Jordania, Francia, Emiratos o EEUU.

POR TIERRA

Antes de la guerra entraban a Gaza 500 camiones diarios con productos esenciales. Ahora, no llega ni a la mitad, denuncian Human Rights Watch (HRW) y Oxfam. “La comunidad internacional debería revisar todas las opciones sobre la mesa incluida la suspensión de ayuda militar para obligar a Israel a cumplir (la apertura de fronteras). El uso del hambre como arma de guerra no tiene cabida en el mundo actual”, denunció ONG Refugees International.

Om Mohamed Al Hamarna, abuela de 63 años, confiesa que mientras la ayuda no llega ya han comido lo impensable: desde pienso a maíz, pasando por plantas de malva o cebada para los animales.