Ha permanecido tres largos años escondido. Más de 1.000 días atenazado por las restricciones que imponía la pandemia, rumiando desde su guarida nuevas fechorías. Pero el pasado domingo al malvado Miel Otxin se le ocurrió aparecer de nuevo por Lantz, acompañado por su caballo Zaldiko y un ejército de ruidosos txatxus. Sucede siempre que sale a escena. También sucede siempre que las andanzas del famoso bandolero tienen un final. Y terminaron ayer en el día grande de su carnaval con éxito de público. Como la tradición manda y no entiende de indultos, en el frontón del pueblo y bien entrada la tarde Miel Otxin fue ajusticiado de forma ejemplarizante en la hoguera. De sus cenizas nacen los brotes verdes que anuncian la primavera. La luz y el calor entierran las sombras de un largo invierno. Por eso los vecinos bailaban ayer un feliz zortziko en torno a la hoguera en la que se consumía la figura que representa a los malos espíritus.

un bonachón Ziripot espera en la Posada a su salida. Javier Bergasa

El año que viene el delincuente promete más guerra. El bueno (y torpe) de Ziripot tampoco faltará a la cita, y la ceremonia del fuego purificador volverá a cerrar el carnaval. Una cita pagana que nace en el desván de la Posada de Lantz, escenario mágico que transforma la vida del pueblo y refuerza sus lazos de solidaridad, viste a sus vecinos y convierte una pequeña localidad del Valle de Anué, de poco más de 100 habitantes, en el epicentro del carnaval rural de Navarra. Una batalla entre el bien y el mal cuajada de los personajes carnavalescos más representativos de la Comunidad Foral.

Zaldiko, decidido a derribar a Ziripot para salvar a su amo. Javier Bergasa