San Fermín, como rogativa. En unos meses secos, las nubes regaron la víspera del 7 de julio (verano) y el concierto del sábado de San Fermín de Aldapa (otoño recién estrenado). Casualidad. La primera vez soplaba su clarinete. La otra, movía la batuta. Jesús Garisoain, subdirector de La Pamplonesa, lee más papel que el pautado y escucha otros sonidos además de los emitidos por sus alumnos en clase y por los profesores de la banda en ensayos y conciertos. El último fin de semana de septiembre tuvo concierto y procesión en Alde Zaharra. Aquí coincidió con Duguna, cuyos dantzaris subieron en Ezpata Dantza desde el puente de Curtidores hasta el recorrido procesional. Inhalación de aire a tope para la exigente ascensión, aunque la aspiración estuviera contaminada en un tramo por fuerte olor a orines. Escasez de aseos públicos y, también, de educación. El paso por la calle Dos de Mayo fue como para un levantamiento conmemorativo de la fecha: calzada estrecha, más angosta todavía por los vehículos estacionados. Gentilezas de la indolencia municipal. Como el desabrido aspecto de la balconada del Ayuntamiento (vacía y cerrada) mientras Duguna despedía en la plaza el baile de las Espadas. Ni siquiera se asomó el concejal de Barrio. Anduvo por la zona. Le vi mientras Caravinagre exhibía amabilidad y paciencia ante la profusa petición de fotografías y selfis. La ezpata es una clase de espada utilizada por los antiguos vascones. Entrecruzadas, se eleva al capitán. El alcalde Maya temería que, de estar presente, le lanzara una daga euskaldunizadora. Ausencia por precaución. La elección del repertorio de marchas de procesión realizada por el maestro Garisoain pareció verse afectada por los chaparrones de los “fermines” y por las lecturas y sonidos de la actualidad: carestía de la vida, Ucrania, crisis energética, aumento de la pobreza, fiscalidad, violencia de género, virus, VW Navarra... Título de la primera marcha: “Todo son nubes”. Afinado.