Hará dos semanas saltó la noticia de la incorporación del Gobierno de Navarra a la Asociación Navarra para la Investigación del Cáñamo (ANIC), impulsada por el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente. La asociación se va a constituir próximamente y también estarán la UPNA (y sus dos institutos, ISFOOD e IMAB), Navarrabiomed (centro de investigación biomédica), el CSIC-IDAB (Instituto de Agrobiotecnología del Centro Superior de Investigaciones Científicas), las sociedades públicas INTIA y Nasertic y la empresa privada Josenea. Desde el momento en que me leí entera la noticia me sorprendió que no se hiciera referencia a, por ejemplo, el Partido Cannábico Luz Verde, que lleva muchos años en Navarra luchando no ya solo por la legalización –que es comprensible que no sea el objetivo de esta asociación– sino por el uso y el estudio de la flor del cáñamo para uso medicinal, una actividad en la que la sociedad navarra y las empresas del sector llevan años de ventaja, ayudando a enfermos con enfermedades crónicas o muy dolorosas a soportar mejor o al menos algo la situación. No estaban, al parecer, invitados a compartir su experiencia. Hace unos días el propio partido, a través de una nota de prensa, mostró su malestar por el oscurantismo y por, efectivamente, no haber sido siquiera informados del proyecto, sin menoscabo de ofrecer toda su colaboración de aquí en adelante para hacer mejor y más positivo el proyecto. Creo, sinceramente, que el Gobierno de Navarra y los socios de la aún incipiente asociación deberían sin ningún género de dudas contar con estas personas y con todas aquellas que llevan décadas sabiendo, asesorando a particulares, gobiernos y, en definitiva, trabajando las virtudes terapéuticas del cáñamo. No hacerlo sería un grueso error y desaprovechar conocimiento del terreno y de los métodos agrícolas y sistemas de cultivo de primerísima mano.