Llevo cuatro clases de kickboxing y ya estoy revisando el ranking mundial de mejores boxeadoras de todos los tiempos. El carácter entusiasta es así. Laila Ali, Lucia Rijker, Katie Taylor, Amanda Serrano. He promocionado el gimnasio más que si fuera mío o yo, prescriptora en redes. Ninguna de las dos condicionales es cierta pero el gimnasio existe, es negro y las clases, de 47 minutos. Cardio a muerte. Los gimnasios son como las playas nudistas y las piscinas, una vez entras te despojas de todo. Da igual que seas arquitecta, programador de código, limpiadora o cocinero. Que tu cuenta bancaria sume tres ceros o seis. Que hayas leído todo Stendhal, Joyce y Despentes, los posts de putosmodernos en Instagram o los folletos de Carrefour. Generan la igualdad del pelo pegado a la frente en un microcosmos donde sólo hay sacos, guantes y mallas ceñidas, un hard rock escandinavo atronador y unos gritos de marine saltando sobre el hormigón musical. Saco-Suelo- Saco-Abdominales-Saco-Burpees-Saco-Flexiones. Dejas fuera inquietudes y reflexiones y sacas la rabia, la impotencia, la energía que te sobra y las ganas de divertirte porque esto tiene bastante de autoparodia. Los últimos minutos de la primera clase me los pasé riéndome mientras parecía que le daba duro porque descubrí que no estaba siguiendo la pauta de los golpes, sólo bailaba con los guantes contra el saco. No eres Laila Ali ni Rocky Marciano, cariño, eres más Beyoncé pero sin su pelazo ni sus patas jónicas de mármol. Tampoco soy la más vieja del lugar, aunque la tercera igual sí. Y creo que eso le divierte al monitor, que podría ser mi hijo sin forzar biología, cuando me corrige la libertad de espíritu. Darle duro sienta muy bien. También lo hacemos fuera del gimnasio. Este mismo miércoles las boxeadoras llenamos las calles. A mí me emociona esa unidad por encima de mil diferencias, la que no consiguen ni siquiera partidos socios de gobierno (qué espectáculo tan triste verles pegarse en el ring). Y me emociona también el relevo, mi hijo con su pancarta pintada con rotuladores en el cole después de preguntarme qué título le podía poner, Juntas somos imparables. Amigas, amigos... ¡Guantes dentro!