Después de un año 2022 algo irregular, al igual que el resto del equipo Movistar hasta agosto-septiembre, el burladés Óscar Rodríguez Garaicoechea va a ser de la partida con el cuadro telefónico en el Giro que comienza este sábado. Será la primera grande que corre en la escuadra de Abarca –Abarca es la matriz del equipo y sigue teniendo su domicilio fiscal y su sede en Navarra– tras dos Vueltas a España con Euskadi y una Vuelta y un Giro con Astana, en busca de recuperar las sensaciones que ofrecía cuando en 2018 firmó su espectacular victoria de etapa en La Camperona de la Vuelta. El ciclismo es un deporte muy sencillo desde fuera. Basta con aguantar el ritmo que se impone y luego atacar. De ahí que surjan críticas desaforadas a los corredores que apenas atacan porque bastante tienen con aguantar. Pero, a pesar de saber esto, sigue existiendo este modo de pensar, como si atacar –no de cara a la galería, sino para que rente– no fuese algo destinado a unos pocos y a veces solo a uno o dos. Por eso, lo que podamos esperar de Óscar en el Giro es toda una incógnita, en una escuadra que no va a contar con un líder de cara a la general y sí con corredores para escapadas –Verona y Rubio– y para sprints –Kanter y Gaviria–. Sobre el papel, el burladés tendría que tener bastante vía libre para, sin olvidar su papel de corredor de equipo, buscar las fugas en etapas de montaña o media montaña, siempre y cuando, claro está, encuentre las piernas y los pulmones que se necesitan para primero meterse en las fugas y luego para estar en el remate final o cerca. Llegar a profesionales es un meritazo, estar de la mitad del pelotón hacia delante un lujo y ya de ahí hacia arriba todo es tremendamente difícil. Celebremos por lo pronto que estará ahí y a ver si día a día vamos viendo retazos del chaval que nos maravilló hace unos años. Por esfuerzo y trabajo no va a ser.