Pocas veces una derrota deportiva deja una sensación positiva. Todo se tiende a magnificar cuando la disyuntiva no sale del margen de perder o ganar. Sin embargo, la participación de Osasuna en la final de Copa ha reportado una buena imagen, tanto del equipo como de su legión de aficionados. Durante dos días, Sevilla se tiñó del rojo de las camisetas que los seguidores osasunistas pasearon por las calles más emblemáticas de la ciudad.

Para un acontecimiento que busca un impacto económico –el estadio de La Cartuja ha acogido las cuatro últimas finales merced al acuerdo suscrito por la Real Federación Española de Fútbol y la Junta de Andalucía– recibir a miles de aficionados supone una fuente de ingresos que para esta edición estaba estimado en unos 50 millones de euros. Los alojamientos y la hostelería celebraban la presencia madrugadora de hinchas navarros con ganas de fiesta.

Toda esta marea humana viajó para disfrutar de la ciudad y de un partido histórico; y salvo algún incidente aislado (inevitable en una cita multitudinaria con tintes de rivalidad), la imagen que ha dado el osasunismo al exterior es la de un colectivo bullanguero, ingenioso, divertido e incansable. Si hubo pitada atronadora al Rey no fue por mala educación sino como constatación de un sentimiento social muy extendido de no respaldo a la monarquía, y ahí están los datos de las encuestas. Una situación repetida los últimos año cuando en la final ha habido presencia del Barcelona o equipos de la Comunidad Autónoma Vasca. También las calles de Pamplona recogieron la expresión festiva de este partido de fútbol, con el Casco Viejo abarrotado de personas de todas las edades. Concluida la final, que era el epicentro de todo este terremoto, quedó claro que Osasuna y el osasunismo saben perder si el juego se resuelve en buena lid y sin intromisiones partidistas. Con la pena en el cuerpo y las lágrimas en los ojos, los aficionados permanecieron en sus localidades durante varios minutos para brindar la última ovación a la plantilla. Ni un reproche.

La sensación ofrecida este fin de semana es importante para la imagen de Osasuna y habla también del carácter de la gran mayoría de los aficionados navarros. Esa es también una bandera que hay que enarbolar y proyectar siempre. Porque ahí si que salimos ganadores todos.