Usted coge ahora a 100 personas y les pregunta los y las presidentes autonómicos de España y ni uno solo le dice los 17. Yo, al menos, no. Muchos tampoco sabrían los nombres de quién dirige Catalunya o Andalucía, las comunidades más pobladas. Tampoco de Comunidad Valenciana o Canarias o Baleares. No digamos ya las comunidades pequeñas. Los 100 sabrían decir quién gobierna en Madrid. En Madrid, ya sea la pirómana actual o anteriores que han tenido, gobierna no solo la derecha política sino la derecha mediática, que no hace de local sino que se convierte en nacional y convierte en problema nacional lo que solo es problema local. Fruto de esa manera de hacer, de explicarnos a todos lo que solo se deberían explicar entre ellos, nace el hecho de que todos conozcamos a la señora y que todos nos enervemos o erectemos con sus estupideces. No suelta estupideces como esa de que ETA sigue viva y que gobierna España así como así, sino porque su electorado, formado por millones de madrileños, se lo permite, jalea, aplaude y pide. Da igual que arremetas contra la barbaridad o que incluso llegues a desear que la señora pasase 10 minutos como miembro de Gesto por la Paz en Hernani en los 90 para que supiera de verdad qué es tener a ETA viva o muerta. Todo eso da igual, porque a fin de cuentas ya se han rebasado todas las líneas de la indignidad y ni siquiera explicarle que miembros de su partido murieron asesinados y amenazados y ahora vivimos por suerte con libertad le va a frenar. No tienen rienda, ni freno, ni vergüenza, ni defensa, pero les sirve, así que tendríamos que preguntarnos qué clase de vecindario hay en Madrid, que vota en masa o casi en masa a esta señora y a señoras aún peores que llegarían si hiciera falta. Madrid lleva décadas siendo un problema para España y para su convivencia, para su solidaridad territorial como país y para su equilibrio como conjunto.