Los alrededor de 400 escolares que llenan hoy en día las aulas y pasillos de la escuela pública de San Francisco de Pamplona celebraron el pasado viernes el 120 aniversario de la inauguración del centro. Lo hicieron formando los tres números que componen una fecha tan especial y demostrando que las míticas escuelas siguen siendo un referente educativo y cultural, adaptándose a los nuevos tiempos, pero sin perder su identidad. 

Cuando la Escuela de San Francisco abrió sus puertas, el 9 de mayo de 1905, Pamplona tenía 28.000 habitantes y estaba cercada por sus murallas. El edificio actual se empezó a construir en 1902 siguiendo el diseño del arquitecto navarro Julián Arteaga, artífice del Parlamento foral. Se levantó en el solar donde se encontraba el antiguo convento de los Franciscanos, derribado poco antes, y que desde 1847 había albergado las escuelas municipales de la ciudad.

El inmueble, que respondía a las exigencias de los nuevos modelos higienistas y educativos, tiene grandes dimensiones. Ocupa 3.000 metros cuadrados y está construido en tres plantas. Cuando se inauguró tenía 17 aulas graduadas, es decir, que se agrupaba a los niños y niñas por edades y conocimientos similares. Tenía 290 ventanas, 2.500 cristales y un centenar de puertas. 

Protectora de la infancia: escuela, comedores y colonias de verano

Desde su creación, la escuela de San Francisco fue un espacio para el aprendizaje y preparación para la vida, sin olvidar la socialización y el juego. 

Además de la actividad académica, las escuelas tenía otros servicios, como las cantinas o comedores escolares, las primeras que se abrieron en Pamplona en la primera década del siglo XX. Allí se les ofrecía a los niños y niñas una comida gratis a cambio de asistir a las clases académicas y religiosas. Para afrontar esos gastos, se hacía la Rifa del cuto y eran los propios escolares vendían los boletos.

Con el mismo objetivo se crearon las colonias de verano que contribuían a mejorar la salud y la alimentación de los escolares. A lo largo de los años, la escuela contó también con un ropero y un servicio médico escolar. 

San Francisco fue también un ejemplo de impulso educativo en la enseñanza pública del siglo XX y su actividad tuvo gran importancia para las clases más desfavorecidas. 

Aparte de escuela pública, tenía un estatus especial ya que eran las Escuelas Anejas a la Escuela de Magisterio y se encargaban de la formación teórica y práctica de los nuevos maestros y maestras. Queda claro que, desde su creación, San Francisco ha trabajado por la modernización educativa, la dignificación del magisterio y por la difusión de los cambios educativos. 

A lo largo del siglo XX, además de actividades docentes, en sus aulas se han desarrollado múltiples actividades. En 1912 se instaló una Central Telefónica y durante la República acogió muchos mítines políticos del ala más a la izquierda. En 1932 fue la sede de la Semana Pedagógica con el objetivo de difundir los nuevos modelos didácticos y los cambios educativos.

A partir de 1936, en las escuelas de San Francisco se abrió una época de involución educativa. Se creó un taller de ropa militar y se fundó la escuela de monaguillos y cantores. 

Hasta 1964 también fue la sede de la Escuela de Artes y Oficios. En su interior se proyectaban películas y fue sede gabinete de censura de películas, de la talla de quintos, de la Asociación de belenistas de Pamplona, del censo electoral, de la Asociación Fotográfica, de los los Scouts y de La Pamplonesa… También se hacían los exámenes de conducir y en sus aulas se impartieron durante algún tiempo clases de euskera para personas adultas.

El euskera, un nuevo impulso a la escuela

San Francisco ha experimentado variaciones significativas en su matrícula. En el curso 1979-80 hubo un total de 828 alumnos y alumnas, sin embargo en la década de los 80, la matrícula entró en declive hasta quedarse casi sin escolares. No fue hasta el curso 1995-96, con la llegada del modelo D a la escuela, cuando comenzó a crecer. Y es que la implantación de la enseñanza en euskera en el Casco Viejo satisfizo los derechos educativos reclamados por muchas familias durante años. Este hecho contribuyó a dar un nuevo impulso a la escuela y al barrio. 

En la actualidad, cerca de 400 escolares de los modelos de castellano y euskera llenan de vida las aulas de estas escuelas centenarias.