Hola personas, lo que queda de mí os saluda, pero… ¿qué es esto?, que locura, batiendo récords, y yo que estaba dándole buena nota a este verano y diciendo que se estaba portando, como dice la canción, demasiau de bien, va el tío y como remate final nos prepara esta que nos ha preparado para esta semana.

Bueno, teníamos pendiente un continuará que no continuó porque la actualidad de la suspensión de las obras del innombrable nos cambió la hoja de ruta. Pero hoy sí, hoy vamos a ver por donde continuaron mis paseos al acabar los iniciados en los dos arranques que señalé hace dos semanas y que este verano he repetido hasta la saciedad, el paseo de Beloso al río y el paseo por la ronda Barbazana, hoy vamos a ver este segundo.

Todos sabéis que la ronda acaba en el Redín y que una vez en tan privilegiado txoko, dos son las alternativas a tomar: o bien seguir la calle del Redín, hacia el portal de Francia, o bien tomar la calle de Redín, esa recoleta callejuela que nos lleva a la Catedral

Empezaremos por la alternativa de arriba.

La calle de Redín es una de las más pequeñas y más bellas de toda la ciudad. Lo primero que me llamó la atención al entrar en ella fue el mural sanferminero que las Siervas han hecho pintar en la puerta de su garaje, se diría que tras él se esconde la decimoctava peña: Las alegres Siervas de Iruña. Poco más adelante cuenta esta calle con un pasaje misterioso que cruza del convento a la casa de enfrente, es una pieza arquitectónica construida no antes de los años 20-30 del siglo XX, pero tiene gran sabor medieval, la imaginación te lleva a ver a Don Juan que escapa por él tras ver a doña Inés. Su casa número 2, la famosa casa del patio del pozo, es otro de sus importantes elementos que la llenan de sabor, esta sí que tiene su época y su historia. Por esta calle saldremos a nuestra querida plazuela de San José. Al llegar a ella estos días ha coincidido que la catedralicia puerta lateral estaba abierta y yo, si la veo franca, voy para adentro sin remedio, siempre hay algo que me compensa la entrada, una luz, un cántico, un peregrino orando cargado de guitarra y de mochila, o, como me sucedió el otro día, una misa en latín en el altar mayor. En altares menores ya las había oído, pero oírla en el altar mayor resonando los latines por toda la nave es algo mágico, cierras los ojos y puedes imaginar que te encuentras en una celebración del Medievo. Tras una parrafada solemnemente cantada que acababa en un…omnes honorem gloria per omnia seculam seculooooruuuum, sonaba un golpe de órgano como salido de ultratumba que retumbaba en todo el templo y al que todos los presentes, que eran pocos, coreaban con un aaaaameeeen. No se le podía negar sonoridad y belleza.

Al salir de la catedral, por la parte de su fachada principal, vi a un corro de turistas escuchando a un guía de esos que explican la ciudad, me acerqué, pegué la oreja y una vez más escuché algo que me pone enfermo y contra lo que ya he clamado aquí en alguna ocasión. El guía de turno estaba haciendo reír a su público a costa de la fachada de nuestra Catedral poniéndola a caldo de perejil, que si las orejas de burro de Víctor Hugo, que si es un pegote, que si Ventura Rodríguez cobró y nos dejó un pastiche, que si tal y que si cual. Pero bueno, señores guías de Pamplona, o, mejor dicho, algunos guías de Pamplona, estáis enseñando nuestra ciudad, tenéis que hablar bien de ella o, como mucho, callaos, pero nunca hablar mal, digo yo. Para empezar, probablemente, habláis de oídas porque la obra que levantó Santos de Otxandategi, es de lo más digna. Rodríguez ciertamente dibujó los planos, pero la obra empezó en 1782 y él falleció en 1785, por tanto, quien encaró todos los problemas para ensamblarla al templo gótico, quien, para ello, tuvo que construir un nuevo cuerpo neogótico al principio de la Catedral, quien la puso en pie, quien se las tuvo que ver con los paganos que a última hora le racanearon la pasta y etc. etc. fue Otxandategi. Y el resultado que consiguió no es ningún truño.

Bajé la calle Navarrería y vi que las obras del palacio de Rozalejo van a buen ritmo, salta a la vista la piedra clara que ha quedado tras la limpieza, preguntado uno de los responsables me dice que es piedra de la cantera de Olza, con lo cual no me extraña su color. El bajo relieve de la Asunción de la Virgen que hay en la Catedral entre las puertas de entrada, que es de piedra muy clara, también es piedra de Olza de la misma cantera.

Vuelvo al punto de partida para tomar el otro camino el que nos baja al portal de Francia que es la otra alternativa, una vez en ese punto tenemos cuatro posibilidades de paseo, podemos tomar la calle del Carmen, podemos tomar la bajada del portal de Zumalacarregi, el paseo de ronda hacia el baluarte de Parma o podemos elegir la calle Barquilleros que es el que vamos a tomar hoy, los demás serán para otros días. ¿Veis? los paseos por Pamplona son inacabables. Como digo, en esta ocasión tomé la curiosa calle de Barquilleros, única que conserva el adoquín original de las calles de lo viejo pamplonés, y salí a la del Dos de Mayo en su tramo ocupado hoy por el Hotel Pamplona Catedral, ayer por las Adoratrices y, dejándolo a mi derecha, llegué hasta el Archivo General de Navarra, antiguo Palacio Real de San Pedro, entré y bajé directamente a su sala protogótica en la que se ofrece una exposición sobre el papel de la mujer en la historia. Toda la exposición es interesante, pero yo quería ver una pieza allí expuesta y que no es fácil de ver. La vulgarmente conocida como Biblia de Juana de Albret y cuyo título bibliográfico completo es Iesus Christ Gure Iaunaren Testamentu Berria, Pierre Hautin, La Rochelle, 1571, traducción de Joanes de Laizarraga. Ejemplar rarísimo que la CAN compró en 1995 en la sala Christie’s de Londres tras una puja de película, con personal destacado en sala y al teléfono que, tras un precio de salida de menos de dos millones de pesetas, acabó rematando en 30,6 millones, 183.600€. Es una magnifica edición y la mayoría de los ejemplares fueron a la hoguera en las guerras de religión francesas. Varias instituciones vascas se interesaron por él pero la CAN tuvo más músculo financiero para aguantar el martillo del subastador y la Biblia de la reina navarra se vino para aquí y creo que duerme el sueño de los justos en una caja fuerte en la Biblioteca de Navarra cedida por la fundación Caja Navarra, para eso no sé si no me resulta un poco cara. La exposición se completa con un montón de documentos desde el siglo XV hasta nuestros días, es digna de verse. Y hasta aquí os puedo contar. La semana que viene seguiremos hablando de nuestra querida ciudad y su rico verano.

Besos pa tos.

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