Los especialistas en la atención a víctimas coinciden en señalar que la violencia que se produce dentro de la familia es “la más invisibilizada sin lugar a dudas” porque se trata de situaciones que generan rupturas indeseadas, pero a veces necesarias para poder restaurar un mínimo de convivencia.

El halo de conflictividad en la línea ascendente o descendente de padres a hijos, o de hijos a padres, termina por salir a la luz cuando se producen “casos extremos y límite”. “Es un tipo de delito que cuesta mucho denunciar y para cuando un padre o una madre decide denunciar a su hijo tiene que haber llegado a un extremo ya intolerable o en el que se ha visto en gran riesgo”, expone Josean Echauri, del gabinete de psicología forense Psimae, que se encarga de la atención psicológica a víctimas del delito y a agresores y que por tanto trabaja tanto con padres y madres que se han convertido en agresores de sus hijos/as como en hijos o hijas que han actuado igualmente contra sus progenitores.

Una violencia que afecta a todas las clases sociales

De hecho, no en pocas ocasiones, no es la propia víctima quien interpone la denuncia, sino que la alerta salta en otro contexto, bien en el centro educativo en el caso de los menores, bien en el entorno de amistades o en los propios servicios sociales. “Se trata de una violencia sin estatus ni clase social no tiene ni raza, ni color. Al igual que la violencia de género esto ocurre en familias de todo tipo y un factor influyente es el estrés en el que discurre la sociedad actual. Hay menos tolerancia a la frustración y se agrede a quien se tiene cerca. En ocasiones, sobre todo en los casos de jóvenes, aparecen consumos tóxicos también asociados a esa mayor agresividad y cada vez nos encontramos más con chicas adolescentes que muestran comportamientos cada vez más violentos. Antes era más propio de los chicos. En el caso de los padres y madres –recuerda Echauri– se dan muchas muestras de arrepentimiento, por el hecho de que la Justicia tenga que entrar en juego para canalizar su familia. Es como si sintieran que han actuado como niños y no han sabido reconducir como adultos algunas situaciones”.

"Hay un gran problema de consumos detrás de las agresiones de muchos hijos a sus padres y madres. Se vuelven déspotas y tiranos. Y las familias tienen que denunciarlo cuanto antes, ese es el camino para actuar"

Las especialistas en la materia explican que reconducir estos casos  lleva por medio “un largo recorrido, pero el vínculo es muy fuerte y por lo general tienden a restaurarse algunos lazos”. Quienes trabajan a pie de campo recuerdan que la violencia filioparental, de hijos a padres, es aún más difícil de detectar y que las situaciones que se dan son de auténtica desesperación. “Estos familiares siempre vienen pidiendo ayuda, pero les falta que ellos tienen que empezar a hacer algo para actuar frente a ellos. Hay que desmontar el mito de que, por contarlo, se va a actuar judicialmente. No basta con contarlo, tienen que poner una denuncia porque muchas veces esos padres solo quieren que a sus hijos se les ingrese y eso solo es posible si hay una condena, porque voluntariamente no les puedes forzar a un internamiento, por ejemplo”, explica una experta en la atención a víctimas.

“La mayor tragedia es que hijos o hijas mayores de edad, que ni estudian ni trabajan, esto está muy atravesado por las drogodependencias. Gran parte de la violencia que demuestran estos jóvenes está muy relacionada con los consumos de tóxicos y modifican el comportamiento de chavales que se han vuelto déspotas, tiranos”, prosiguen estas especialistas. Describen que estos casos son los más duros con los que tienen que lidiar y muchas de estas familias acaban claudicando, yendo al juzgado o incluso tirando la toalla.

También observan que este tipo de violencia “es mucho más indetectable, porque ocurre dentro de los hogares, si hay un caso grave de agresiones a padres, son casos tabú y los padres y madres están en gran peligro. Hay hijos e hijas que son bombas de relojería y hay que ponerse más del lado de las familias, tomar más conciencia social del daño de las adicciones y de los consumos”.