Habida cuenta de que a estas alturas ya se han enterado hasta en Vladivostok de que más que posiblemente Joseba Asiron volverá a ser alcalde de Pamplona el 28 de diciembre de 2023 tras la presentación y aprobación de la moción de censura contra la alcaldesa inicialmente elegida quizá lo más prudente sería repetir aquella frase que mencionaba el Señor Lobo en Pulp Fiction cuando Travolta y Samuel L. Jackson celebraban en exceso un asunto que habían superado. Mejor, en lugar de repetirla, que cada cual la recuerde internamente, por si las moscas.

Y, sobre todo, que la recuerden internamente los futuros nuevos gestores de la ciudad, que tienen por delante un trabajo muy arduo y con multitud de problemas y retos que afrontar, ante una ciudadanía muy diversa que votó a muchos partidos, una ciudadanía que en buena parte no está en el día a día de los plenos y estos asuntos y las cuitas y los hooliganismos, sino que quiere que le solucionen los problemas y le mejoren la ciudad, quien sea.

Lo que es obvio es que, con 11 concejales de 27 y solo 9 de su partido, la operatividad de que fuera UPN quien dirigiera Pamplona iba a ser harto compleja y llena de trabas y problemas, amén de las lógicas alcaldadas que casi todos cometen. La legislatura nació ya coja y con visos de ser una agonía si no se llegaba a un acuerdo entre PSN y Bildu, algo que ha tardado lo que ha tardado pues colgaba de la situación del gobierno de Madrid. Cuando la vía libre ha sido lanzada, ha sucedido lo que parecía más lógico viendo el papel que Bildu le ha hecho al PSN desde 2019 y el que le sigue haciendo en Navarra y ahora en Madrid, guste más, menos o nada. La política es esto, al igual que lo es cuando UPN sumó con Navarra Suma u otras alianzas. Su división no ha salido bien y el destino nos ha traído la primera moción de censura de la democracia. A ver si es para bien.