Joseba Asiron será alcalde de Pamplona a partir del 28 de diciembre una vez se celebre la sesión plenaria en la que se votará la moción de censura que firmaron este miércoles las cuatro formaciones progresistas. 

Los 16 votos que suman EH Bildu, PSN, Geroa Bai y Contigo/Zurekin harán posible un inédito relevo en la Alcaldía de la capital navarra, con consecuencias inmediatas tras seis meses de parálisis en la gestión municipal y que trascienden del ámbito de lo local a tenor de las reacciones que ha suscitado en la política nacional. 

Como hace cuatro años, la izquierda abertzale volverá a liderar un gobierno alternativo a la derecha en el que habrá representación de Geroa Bai y Contigo, pero no del PSN, como confirmó su secretario de organización en la rueda de prensa donde anunció el histórico acuerdo alcanzado con la izquierda abertzale para desalojar de la Alcaldía a Cristina Ibarrola.

El futuro alcalde estará sujeto al contenido del pacto rubricado a primera hora de la mañana de ester miércoles por las direcciones de EH Bildu y PSN, donde se recogen con detalle los proyectos pendientes y la forma de llevar a cabo la gestión del gobierno municipal.

Para evitar futuros desencuentros, el acuerdo incluye un mecanismo de seguimiento y el compromiso de la izquierda abertzale de no hacer uso de las competencias asignadas a la Alcaldía o a la Junta de Gobierno Local para aprobar proyectos que no cuenten con mayoría.

El pacto incorpora cuestiones sensibles y de gran calado, como el reconocimiento y la reparación de las víctimas de ETA, el euskera, la convivencia o la simbología.

Proyectos pendientes

El resto son medidas para el impulso de las políticas de igualdad, de vivienda social y proyectos urbanísticos como la reurbanización del paseo de Sarasate, la intervención en el monumento a los Caídos, el futuro de Erripagaña, el concurso de ideas en San Jorge, la reforma de la plaza de la Cruz y la paralización del parking.

El corto mandato Ibarrola ha sido complicado desde el principio, antes incluso de que fuera designada para sustituir a Enrique Maya al frente de la lista de UPN en Pamplona. 

La decisión de su formación de romper la coalición de Navarra Suma y presentarse en solitario a las elecciones municipales del 28 de mayo fue una apuesta arriesgada que no salió bien, aunque al menos le permitió hacerse con la Alcaldía como candidata más votada aprovechando que las fuerzas progresistas no fueron capaces entonces de consensuar una alternativa.

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La ajetreada jornada de los partidos de Pamplona tras el anuncio de la moción de censura Javier Bergasa / Unai Beroiz / Iban Aguinaga /Patxi Cascante

La realidad es que los resultados electorales la dejaron a la intemperie, con menor representación y la incógnita de si podría mantener la estrategia de su antecesor para gobernar al margen de la mayoría municipal sin consecuencias, buscando acuerdos puntuales para los proyectos pendientes, mientras ganaba algo de tiempo.

Tampoco le ayudó demasiado su trayectoria en el Parlamento foral, donde ejerció como azote del Gobierno de Navarra en plena lucha contra la pandemia. Fue algo que le echaron en cara varias veces, sobre todo la ahora ministra Elma Saiz cuando Cristina Ibarrola alardeaba de sus dotes conciliadoras, que siempre tuvo presente los discursos implacables que protagonizó la entonces parlamentaria de UPN contra la gestión sanitaria del gobierno de María Chivite del que formaba parte como consejera de Economía y Hacienda. 

En vez de buscar los apoyos que necesitaba y de adoptar una actitud creíble con los grupos de la oposición en tal propósito, Ibarrola prefirió seguir la estrategia de UPN de confrontación permanente con el Ejecutivo y gobernar la ciudad como si tuviera mayoría, decidiendo por su cuenta en todo lo que no necesitaba a los grupos municipales y apelando a los consensos en el resto de asuntos. 

No supo ver a tiempo lo que se avecinaba ni acertó con sus primeras decisiones al frente de la Alcaldía, como en el proyecto en la plaza de la Cruz, que primero adjudicó y luego paralizó ante el alcance de las protestas vecinales; o con el proyecto de Beloso, que convirtió en materia de confrontación con el Gobierno foral para luego tener que echar marcha atrás tras el órdago lanzado y la perspectiva de perder una ayuda millonaria de los fondos europeos.

En vez de avanzar y dejar atrás la herencia de Enrique Maya, la parálisis siguió instalada en el Ayuntamiento, como había sucedido los 4 años anteriores con un tablero municipal casi idéntico. Pensó que su capacidad de trabajo y la experiencia en la gestión que atesoraba desde que dirigió el Servicio Navarro de Salud le podían servir para gobernar la ciudad, pero se ha visto que no.

Como si intuyera que su suerte estaba echada, Ibarrola emprendió en las últimas semanas una desenfrenada carrera de promoción personal, con decenas de reuniones con personas e instituciones de toda clase y condición que su gabinete de comunicación se encargó de divulgar convenientemente, como las dos entrevistas con el alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, que terminaron con la firma de un protocolo sin contenido.

Ibarrola, con José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid, en el Ayuntamiento de Pamplona. Redacción DNN

Luego llegaron la polémica suelta de los farolillos, la consulta trampa sobre el parking, el anuncio de un futuro parque con la figura gigante de Caravinagre y la programación navideña que pensaba disfrutar como alcaldesa. 

Cuarenta y ocho horas antes del anuncio de la moción de censura, Ibarrola había reconocido que no tenía apoyos para aprobar el presupuesto y que sus intenciones pasaban por retrasar la presentación del proyecto presupuestario a una fecha sin determinar del año que viene, lo que encendió todas las alarmas en la oposición ante la perspectiva de un tercer año con las cuentas prorrogadas.

La reacción de la alcaldesa ha sido desmedida, calificando de miserables a los socialistas, como la del presidente de UPN, Javier Esparza, quien ha anunciado la ruptura de relaciones con el PSN y ha empleado el término “terroristas” refiriéndose a EH Bildu.