Un total de 4.924 personas fueron atendidas por Cáritas a lo largo del año, una cifra escalofriante que se multiplica por dos (12.348 en total) si tenemos en cuenta las personas finalmente “beneficiarias”. Una realidad que la entidad benéfica nos muestra como una bofetada en puertas de la Nochebuena para remover nuestras conciencias y reclamar nuestra solidaridad.

Hay tres factores en este incremento de la pobreza desde el año de la pandemia 2020: el “rejuvenecimiento” de las personas usuarias hasta los 37 años en 2023, la mayor presencia de africanos (el 62%) y de irregulares (el 30%). También un crecimiento del número de mujeres, un colectivo mucho más vulnerable y con necesidades específicas, empezando por su seguridad. Destaca también la elevada exclusión en la que se mueven muchos de estos jóvenes: 576 personas sin hogar en busca de ayuda en este año, principalmente de Marruecos y Argelia.

Una entrada de inmigrantes que ha superado la capacidad de los colectivos sociales que reclaman una respuesta de las administraciones para abordar el conjunto de necesidades de estas personas desde la acogida y la solidaridad.

La apertura del nuevo albergue de la calle Bergamín ante el cierre del centro San Miguel de Cáritas -que se vio “desbordado” por el aluvión de inmigrantes- para cubrir la ola de frío con un total de 56 plazas ya evidenció la situación en la que viven muchos jóvenes que emigran en busca de un futuro mejor. Las asociaciones contabilizan más de cien en calle por lo que ni siquierea hay plazas para todos, sin olvidar, como recordaba Maite Quintana, que hay que repensar qué hacer a partir de marzo con estos chavales a los que nos se puede “abocar a depender de ayudas sociales” y que requieren una atención integral que abarque vivienda (vivienda pública en alquiler), educación, empleo y salud. La gente va “a donde hay mejores condiciones”, es cierto, pero no hay un paraíso según comunidades.

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Visita al nuevo albergue de González Tablas DIARIO DE NOTICIAS

Navarra no es una excepción por mucho respaldo social que faciliten las ONGs (al final es alimento, ayudas, ropa, cursos...). El recrudecimiento de los conflictos en todo el mundo no hace sino agravar un problema para muchos países, pero también una oportunidad para los países de la Unión Europea que necesitan mano de obra. Chavales jóvenes, con un alto porcentaje de formación, a las que se podría capacitar y que podrían trabajar si hubiera permisos legales en lugar de “depender de las ayudas sociales” -reconoce Cáritas- y vivir en la clandestinidad, muchos debajo de un puente.