La Fundación del Español Urgente (FundéuRAE), promovida por la Real Academia Española y la Agencia EFE, ha elegido el término polarización como la palabra del año 2023. Se ha impuesto en la selección al resto de voces que optaban a la palabra del año en esta ocasión: amnistía, ecosilencio, euríbor, FANI, fediverso, fentanilo, guerra, humanitario, macroincendio, seísmo y ultrafalso.

Polarización está recogida desde 1884 en el diccionario académico, para aludir a situaciones en las que hay dos opiniones o actividades muy definidas y distanciadas (en referencia a los polos), en ocasiones con las ideas implícitas de crispación y confrontación. Lo cierto es que la palabra polarización refleja el estado real del debate político español en la actualidad. Eso sí, es una polarización de parte, porque solo la impulsan las derechas de forma cada vez más cansina. Una estrategia diseñada y mantenida en el tiempo con la crispación y la confrontación constantes como elementos para crear una sensación general de inestabilidad.

La polarización es como el fin del mundo, acompaña a una parte de los humanos en sus obsesiones desde siempre. Suele ser una actitud minoritaria, aunque a veces termina en el fanatismo y se extiende como un mal epidémico. Quizá porque de la realidad de que nacemos con el destino final de morir, se deriva que el resto de la naturaleza viva, la propia Tierra, tiene un recorrido semejante. Tampoco la ciencia ha sido capaz de desmontar esa lógica que acompaña a lo más íntimo de la genética. Al contrario, del Big bang inicial se puede deducir un Big bang final. Ese origen tan tumultuoso explicaría la convicción religiosa o no de que el punto final será también apocalíptico. Ni siquiera tal visión es exclusiva de las religiones actuales, ni menos aún de la católica con el Libro del Apocalipsis de Juan.

Formaba ya antes parte de la historia de los temores humanos. Ya les ocurrió a los dinosaurios que llevaban millones de años campando sobre el planeta y visto y no visto desaparecieron junto a otras muchas especies. Mucho tiempo de vida frente a las pocas decenas de miles de años que lleva la Humanidad por aquí. Un final apocalíptico entra dentro de lo posible al menos. Pero no parece que sea hoy mismo. Como tampoco la polarización como estrategia de discurso político va a suponer el fin del mundo de la política democrática.

Tampoco en Pamplona, que este jueves elegirá a Asiron como nuevo alcalde en sustitución de Ibarrola con una amplia mayoría de concejales en el Pleno municipal. Ni la polarización, ni el señalamiento ni las amenazas más o menos veladas que llevan días lanzando algunos dirigentes de UPN van a cambiar esa mayoría democrática y legítima salida de las urnas en las elecciones municipales del pasado mayo. Y a este jueves le seguirá el viernes y luego el fin de año y la llegada de un nuevo calendario con todos los días de 2024 por descubrir y vivir. Como a un milenio le sigue otro. Aunque asistir al final del mundo será espectacular seguro, me conformo con presenciar el cambio en la alcaldía y el equipo de gobierno en Iruña aunque sea un hecho más prosaico y teatral propio de la política y menos vistoso y aparatoso que el punto final de todo.