Tiene Arrasate a su favor no ya solo el hecho de que nos haya tenido cinco años seguidos en Primera sin bajar del 11º puesto, un ascenso desde Segunda en su primer año o una final de la Copa del Rey sino que pareciera que compendia en su figura lo mejor de cada uno de los entrenadores que más agradables recuerdos nos han dejado desde hace casi 50 años.

Es como si fuera una especie de coctel con cosas -las buenas- de Alzate, de Zabalza, de Lotina, de Aguirre, de Ziganda, de Mendilibar, de Martín… que ha dado como resultado una perfecta comprensión de dónde está, de qué nos gusta, de cómo nos gustan las personas que cada día representan a nuestro club y de cómo agradecemos que cada vez que sale a hablar delante de los medios prácticamente no haya habido un solo día en que haya buscado excusas o escurrido el bulto o no visto y expresado lo que hemos visto casi todos.

Eso que es tan al parecer complejo de encontrar en el mundo del fútbol profesional y que no es otra cosa que una persona a la que se le vislumbra honesta, normal -entendiendo normalidad como aquello que hace que empatices con la gente y en el 99% de los casos la afición empatice contigo- y que no te vende humo, inquina o malas actitudes, sin por ello resultar un pobre diablo al que se le pasa por encima.

Arrasate ha decidido finalmente dejar el club, aunque sepa que aquí la afición le quiere en su inmensa mayoría -siempre hay personas que necesitan variedad porque creen que un entrenador ya ha hecho tope- y, según parece, también la directiva, que es un escenario en el que no obstante siempre hay mucha menos claridad. Pero no es menos cierto que a veces quedarse en un sitio es quedarse parado en un mismo punto -a veces no, esa es la duda- y que moverse o variar es buscar un avance personal en esta vida por la que salvo sorpresa solo vamos a pasar una vez. Él sabrá mejor que nadie. Siempre rojo, Jagoba.