Creo que ya he escrito antes que no me gusta mucho juntar letras en el día de las alabanzas. Menos si es una persona con trayectoria política. Hay un riesgo de no ser justo con ellos o de ser injusto con sus hechos tanto en las críticas como en las alabanzas. Pero es cierto que Ardanza, además de la vinculación política y personal que hubiera tenido, como lehendakari protagonizó dos hechos institucionales importantes con Navarra.

Uno, la firma de la Declaración de Ainhoa, un documento de colaboración con Aquitania y la CAV, firmado en esta localidad de Iparralde con Juan Cruz Alli entonces como presidente de Navarra, que supuso la puesta en marcha de lo que hoy es una Eurorregión que aglutina a más de 7 millones de habitantes con un importante potencial socioeconómico en el eje atlántico de Europa. Su devenir fue confuso, porque no gustó a los sectores más conservadores Navarra y UPN y el PP cuando tuvieron la oportunidad Navarra abandonaron ese escenario de encuentro transfronterizo. Otra de esas absurdas decisiones de la derecha navarra cuando gestiona el poder de forma excluyente y extremista que ve fantasmas donde no los hay y eso acaba suponiendo retraso y pérdidas de oportunidades para la sociedad y las empresas y las nuevas generaciones navarras.

Navarra regresó de nuevo a la Eurorregión en 2017, tras la llegada de Uxue Barkos al Gobierno foral, y es hoy una realidad institucional consolidada que ofrece cada año ámbitos de colaboración a los tres territorios. Alli y Ardanza coincidían creo en su reconocimiento de la pluralidad de sus comunidades, en la necesidad de colaboración mutua, en la apuesta por la búsqueda de acuerdos con los otros y en una visión humanista de la política. Otras cuestión de trascendencia en la que participó Ardanza fue la firma por parte del Gobierno de Navarra y del Gobierno de Vitoria en octubre de 1995 de un protocolo oficial en el que “a partir de las especiales afinidades existentes entre ambas comunidades reconocidas en el ordenamiento jurídico vigente ambas comunidades mostraban su clara voluntad política en la puesta en marcha de un proceso de colaboración con la creación definitiva de un órgano permanente de encuentro”. E

n este caso, Navarra estaba gobernada desde junio de 1995 por un Gobierno de coalición formado por el PSN, con el socialista Javier Otano como presidente, el CDN de Alli que irrumpió con fuerzas tras la escisión de UPN, y EA, la escisión de los años 80 del PNV, el partido del propio Ardanza, que fue mayoritaria en Navarra, y con el apoyo parlamentario de IU, entoces dirigido por Félix Taberna, el actual vicepresidente socialista del Gobierno de Chivite. Los tiempos han ido cambiando. El Órgano Permanente no llegó a ser una realidad porque la aparición de unas cuentas secretas del PSOE a nombre de Otano en Suiza tumbaron un año después, en junio de 1996, el Gobierno.

Supimos poco o nada más de aquellas cuentas secretas, pero Navarra era una cuestión de Estado y el PSN fue obligado a ceder el Gobierno a UPN y PP hasta que en 2015 se impuso un cambio político en Navarra que cumple ya su tercera Legislatura, ahora de la mano de la socialista Chivite. Fue una oportunidad perdida, aunque tenía de partida mayoría parlamentaria contaba con el rechazo de UPN y PP y también de la izquierda abertzale, entonces HB, con el terrorismo de ETA marcando entonces la estrategia.