Tiempo de elecciones, tiempo de promesas, ya se sabe.

Me he entretenido en leer las propuestas de los distintos partidos mayoritarios de nuestro país y, curiosamente, todos tienen algo en común: ninguna propuesta para prevenir, frenar y, por supuesto, muchísimo menos erradicar, la violencia escolar, la violencia infantil y juvenil. Una cosa es cierta: los niños y niñas no votan. Aquí es donde se ve las ganas de “servir”, eso que dicen nuestros políticos que les mueve a trabajar “por el bien común”.

Todos se llenan la boca con las palabras “igualdad”, “feminismo”, y frases como “tolerancia cero a la violencia de género”; pero es curioso que estas mentes preclaras que pretenden gobernar nuestras vidas no hayan pensado que el que maltrata de adulto ha maltratado ya de niño. Que estamos luchando en la zona equivocada: en el síntoma. Estamos atacando a una enfermedad desde los síntomas, pero no desde la causa. El niño o niña que hoy pega, insulta, maltrata, humilla es el que mañana pegará, insultará, maltratará y humillará a su pareja. Y también, y esto es más numeroso que lo anterior, los niños y niñas que miran hacia otro lado, que no defienden, que permiten o que incluso participan con la carcajada, son los que mañana oirán gritos a sus vecinos, oirán golpes, verán escenas de maltrato en un local de copas y mirarán hacia otro lado.

Las estadísticas dicen que ya uno de cada cuatro niños y niñas en España está sufriendo violencia escolar. ¿Qué piensan nuestros políticos que pasará el día de mañana? Ni idea de lo que se les pasa por la cabeza. Una cosa sí es manifiesta: miran hacia otro lado.