Nunca como hasta ahora Hacienda Foral ha recaudado tanto con el impuesto de Sucesiones y Donaciones (74 millones de euros en 2024) y nunca como en este momento en la historia reciente las herencias habían emergido como una fuente tan explícita de desigualdad social. Una contradicción solo aparente, pero que refleja una realidad cada vez más visible en Navarra, donde las medidas aplicadas en los últimos años, como en el conjunto de España de carácter fundamentalmente paliativo y asistencial, no han servido para resolver problemas estructurales

Ni la renta garantizada, ni la subida contundente del Salario Mínimo Interprofesional y ni siquiera la intensa generación de empleo de la última década han servido para reducir los principales indicadores de pobreza, riesgo de exclusión y desigualdad en Navarra, que sigue en una de las mejores posiciones entre las comunidades autónomas, pero con unos indicadores cada vez más parecidos a los del conjunto de España. Si hace cinco años la tasa Arope era 13 puntos inferior a la media española, hoy la venta se ha reducido hasta los cinco puntos, con algo más de 120.000 personas en riesgo de exclusión. 

El fuerte crecimiento de la población, apoyado en la llegada de personas desde otros países, y el pobre, y muy desigual, comportamiento de los salarios, son dos de los factores que se encuentran detrás del crecimiento de la desigualdad, medida a través de índice Gini, mejor cuanto más bajo. Navarra ha pasado del 24,7 de 2017 a un 31 en 2022, último periodo del que existen datos, marcado por la salida de la pandemia y por un golpe inflacionario que arrasó con la capacidad adquisitiva de decenas de miles de salarios. 

Los salarios pierden capacidad de compra

Una estocada cruel que no hizo sino agudizar un proceso ya antiguo. En lo que va de siglo, el salario medio de Navarra ha crecido en torno a un 15% menos que la inflación. Una consecuencia, sobre todo, de las bajas retribuciones del nuevo empleo generado, del ajuste salarial vivido entre 2010 y 2015, de devaluación del lustro siguiente y de la brutal subida de precios de 2021 y 2022. 

Solo en los dos últimos años los sueldos regulados en convenio han subido por encima de la inflación y están contribuyendo a contener el deterioro del poder de compra de amplias capas de la población, que en las dos últimas décadas han vivido en una paradoja: mientras bienes de consumo inmediato, como la ropa o algunos electrodomésticos, se abarataban de la mano de la globalización y de la irrupción de Asia como fábrica barata del mundo, llenando de paso los bolsillos de altos directivos y grandes accionistas, productos esenciales como la energía, los alimentos o, sobre todo, la vivienda se encarecían de manera drástica y reducían la centralidad de los salarios como fuente de ingresos y ascenso social. 

En el caso concreto de la Comunidad Foral, el comportamiento de los salarios no parece además que se esté distinguiendo especialmente de la media española. Según las series de cotizaciones de la Seguridad Social, que abarcan solo los últimos seis años, tanto las bases de cotización de Madrid, de la CAV como de Catalunya han crecido algo más, si bien las diferencias resultan escasas (de los 518 euros más al mes de región capitalina a los 465 de la Comunidad Foral). El incremento medio en toda España ha sido de 443 euros al mes. 

Los sueldos de los directivos, los que más crecen

El principal estudio privado sobre salarios, el de ICSA, que distingue los sueldos en función de su puesto (trabajadores rasos, mandos intermedios y directivos), muestra un peor comportamiento en el caso de la Comunidad Foral, especialmente en el caso de los asalariados de base. Ha pasado de ser la comunidad con mejores retribuciones en 2014 (25.201 euros de media), unos 4.000 euros por encima de la media, a quedar en quinta posición, con 26.261 euros al año, unos 800 euros por debajo de la media española. 

El comportamiento es muy distinto en el caso de los directivos (86.466 euros), cuyo salario crece en unos 10.000 euros brutos en una década, y en el del los mandos intermedios (41.425 euros), con un avance de casi 5.000 euros en los últimos diez años. Una polarización salarial, por tanto, cada vez más evidente y que parece mostrarse también en otro de los indicadores que se emplean para medir la desigualdad: el S80/S20, que mide la relación entre los ingresos del 20% más rico y el 20% más pobre, aumentó de 6,7 a 6,9 entre 2017 y 2022, por lo que refleja un ligero incremento en la brecha entre los extremos de la distribución de ingresos.

Emerge una nueva clase: los rentistas

En un escenario de deterioro salarial continuado, del que apenas escapan las empresas de mayor éxito y el sector público, el colchón familiar, sea en forma de capital económico o relacional, adquiere una mayor importancia en un país donde siempre ha sido vital. Según el estudio Herencias y desigualdad de la riqueza ,de Pedro Salas-Rojo y Juan Gabriel Rodríguez, las herencias explican el 42% de la desigualdad de la riqueza en Italia, del 48% en Canadá, el 61% en Estados Unidos, donde el ascensor social hace tiempo que se averió, y el 66% en España.

En Navarra, todo indica que la importancia de las herencias, estrechamente ligadas además al capital inmobiliario, se está acelerando. El año pasado se heredaron nada menos que 3.981 viviendas, el doble que en 2012 y una consecuencia asimismo del envejecimiento de la población y que no remitirá. En las próximas décadas, los hijos de la generación del baby boom recibirán la mayor transmisión de riqueza de la historia reciente. Inmuebles y dinero que, además, se ha ido concentrando en menos manos, como muestra el porcentaje de jóvenes y no tan jóvenes abocados a vivir de alquiler más tiempo del deseado. 

La subida en los precios de la vivienda, continua desde hace ya una década y sin visos de remitir, y especialmente acelerada en el caso de los alquileres, está reforzando el valor de la vivienda como herencia. De hecho, el Gobierno de Navarra admite que un 70% de las herencias incluye, al menos, un inmueble. “Y en un 40% de los casos, la vivienda es el principal activo transmitido”. Esta apuesta por el inmobiliario como vehículo preferente de ahorro beneficia desproporcionadamente a las familias urbanas, donde los hijos heredan propiedades de alto valor, mientras que, en áreas rurales, donde la propiedad es menos valiosa, la transmisión no genera el mismo impacto.

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De este modo, de la mano del ahorro propio, de las herencias y de un marco fiscal y normativo que nunca ha dejado de fomentarlo, crece poco a poco la bolsa de ciudadanos que declara rentas inmobiliarias. Una nueva clase de pequeños e incluso medianos rentistas, en toda España, por ejemplo, no deja de crecer el número de propietarios de tres o más viviendas, que ha encontrado en el ladrillo adquirido o recibido una vía para completar sus ingresos. Según los datos de Hacienda Foral, correspondientes al ejercicio 2023, más de 60.000 personas declaran ya rentas procedentes de inmuebles, unos 12.000 más que hace apenas una década. Sus rendimientos, en el caso de las viviendas, gozan asimismo de un tratamiento fiscal mejorado, que busca precisamente incentivar la salida de inmuebles a un mercado de alquiler disparatado. 

Esta polarización no es solo generacional –la riqueza se concentra en las franjas de edades más elevadas– sino también de origen. En Navarra, casi un 19% de la población es ya de origen extranjero. Y buena parte de ellos no va a disponer en un futuro próximo del colchón familiar, latente o heredado, que marca en muchos casos la verdadera diferencia