Surge inevitablemente la paradoja a la hora de explicar que para que se dé una postura teorética cercana a la unidad se ha de partir de la pluralidad. Y viceversa. Esta visión a la vez unitaria y plural es la propuesta del materialismo vital de Jane Bennett, especificado por ella misma como monismo heterogéneo de cuerpos vibrantes, frente a la visión tradicional de la materia como algo inerte, calificada de sorda y ajena a nuestra identidad individual. Me cabe la duda en qué proporción se puede arrogar la naturaleza humana de determinadas materias a la acción cultural en ese mundo de artificiosidad polimérica tan hegemónico de nuestra civilización. Son materias con un alto grado de vida dado su lento proceso de descomposición y perecimiento. Es como si a través de ellas aspirásemos a eternizar la huella humana de una creativa destrucción. Con el ejemplo dado con anterioridad por Bennett, al ser humano le resulta traumático asimilar desde esa condición sorda de la materia el que un tapón de botella le sobreviva en centurias, aunque otros materiales ya lo hayan hecho.

Por otra parte, no es una visión en absoluto nueva, estando recogida por Santayana del Parménides de Platón de la siguiente manera: “La unidad pura no puede existir, porque la existencia envuelve, por definición, relaciones externas, que harán que muchas afirmaciones diversas de esa unidad sean ciertas; y sería en virtud de esas relaciones, no de su unidad interior, como la unidad existiría. Si lo uno existe entonces, como dice Platón, es múltiple. Pero si lo múltiple existe, también es uno, puesto que no podría existir sin relaciones mutuas que unieran las distintas partes en un solo sistema. Existen –habrá de añadir– otras razones o relaciones que justificarían las mismas paradojas dialécticas: por ejemplo, en la medida en que lo múltiple está constituido por muchos, cada uno de ellos es uno, así como son uno en su totalidad”. Un todo compuesto en definitiva de muchos todos en interactivo agrupamiento molecular.

Si lo he entendido bien, esta del materialismo vital es, por tanto, una vieja idea, anticipada en cierto modo por el pensamiento, entre otros muchos, de Santayana. Y en este breve párrafo entresacado de sus reinos del ser afirma algo más. Dice: “Las cosas no poseen otra individualidad que la que adquieren por poder cuando alguna esencia queda encarnada en ellas; y como la sustancia es indefinidamente plástica y las formas son infinitamente variadas, este mundo es mucho más enfáticamente una mezcolanza que una unidad; y, sin embargo, es uno en algunos aspectos, como en su continuidad dinámica y en su totalidad especulativa o sistema”. Por lo que el cambio, si se da, habrá de ser para todos dentro de cada totalidad o no habrá de serlo nunca. Propuestas que tienen que ver también, a partir del mundo de las ideas en acción, con “las obras, las costumbres y las ceremonias, constituyentes de la estancia de la mente. Principio que debiera regir todo proceso tanto federativo como de tipo confederal. Los porqués de esto último tienen una fácil respuesta, ya que para Santayana “la naturaleza es la madre del espíritu” desempeñando las esencias “los términos en que se describen las cosas”. Palabras de dudosa existencia fuera del ámbito de nuestra mente.

Si tomásemos a pie juntillas todo lo anterior, a buen seguro que nos ahorraríamos más de alguna nuclear cuestión, puesto que ese monismo, como teoría de la unidad opuesta al pluralismo, y holismo, vista la totalidad en su estructura, en modo alguno habrían de constituir conceptos antagónicos sino todo lo contrario, complementarios. Hablar del todo, como cosmos, y de lo uno, como autoridad rectora de lo más, es algo que se le ha dado muy bien a toda religión normativizando conciencia y sociedad. A ello aspiran así también todos los absolutismos existentes, empeñados como se encuentran en hegemonizar, es decir hacerlo necesariamente imprescindible para todo y todos, un rasgo definitorio de la presunta peculiaridad que los distingue, diferencia e individualiza. Individuo que ya en sí mismo por procedencia etimológica participa de la indivisibilidad erigida en totalidad de sí mismo.

Comunidad de individuos, de indivisibilidades, es lo que predica el liberalismo a ultranza, aun siendo conscientes de que el origen de la vida que nos da el sentido surge de la división. Por tanto, el individuo es ciertamente conclusivo y concluyente. El individualismo es una clara manifestación moni-holística donde el juego determinante de todo poder se encuentra más, por paradójico que pueda resultar, en la configuración sistémica que en la individual. Comprender este grado de complejidad más allá de la caricaturesca figura del tirano catalizador del bipolar descontento comunitario es fundamental. Creerse uno es, por tanto, uno de los grandes impedimentos para el avance de la civilización, pues hasta el argumento teológico tuvo que terciar creando la Trinitaria unidad. Cuestión que no pasa desapercibida para Bennett recordándonos cómo en la estrategia retórica de Guattari se afirma el que haya “tres ecologías”, tal y como es recogido en un catecismo católico donde el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo siendo tres personas diferentes entre sí conforman la unidad de ese cielo que es el Capitalismo Mundial Integrado de todo consumidor. Por tanto: “Debemos, según Guattari, aprender a pensar las tres ecologías en una: pensar transversalmente o fijar el ojo de nuestra mente en las interacciones entre la mecanosfera, la esfera social y la interioridad de la subjetividad”.

Muy en el fondo, también es esta la cuestión a la que quiso dar respuesta el teológico debate de la equilátera terna del dios padre, hibridado con el humano hijo y la etérea realidad de ese ente espiritual simbolizado por esa paloma también representante de una volátil paz del todo nunca existente. Un spinoziano conocer donde la sustancia a la que todo pertenece desde la propia identidad que le diera el ser conocido por los demás bien fuera como Bento, en el idioma portugués, Baruch, en hebreo y Benedictus, en el latino, tal y como es recogido por el neurocientífico Antonio Damasio, con significado unificado para los tres de “bendito”. No en vano una de las expresiones más reconocida del mismo fuera y es aquella de Deus sive natura, un todo es Dios y a la vez todo es naturaleza, monista y panteísta.

El autor es escritor