¿Es Osasuna un club grande? Preguntado en los inicios de temporada por sus planes de futuro profesionales, Jagoba Arrasate resolvía las dudas con un contundente “ya estoy en un equipo grande”, palabras que alegraban el oído del osasunismo aunque responden también a los tópicos del fútbol. Pero a la hinchada esas reflexiones le suben la autoestima tanto o más que detenerse en la observación de los primeros diez puestos de la clasificación o paladeando todo el recorrido hasta esta reciente presencia en la final de Copa.

Posiblemente, abrirse un espacio entre los mejores engrandece temporalmente, coloca al club en el foco, reconoce un trabajo de mejora constante y granjea el respeto de todos los rivales. Osasuna da el salto a la planta noble y aunque sabe que por presupuesto y masa social no es uno de ellos, que esta bonanza suele ser temporal, la plantilla, la dirección y el entorno disfrutan del momento. Pero en este contexto deportivo del partido a partido, parece que la grandeza la otorgan y la retiran los resultados y la entidad de los rivales. Quiero decir que, con ese parámetro, hasta en la derrota eres más grande si pierdes una final que si sales escaldado el próximo sábado ante el Almería, aunque sabes que tu hábitat natural está más cerca del club andaluz que del Real Madrid.

Pero quiero entender que aquellas palabras de Arrasate no tenían este tinte resultadista. Como entrenador que ha profundizado en el alma del club, en sus valores y en su idiosincrasia, que ha derramado lágrimas por no haber devuelto a la afición el apoyo entregado al equipo, me parece que su concepto de “equipo grande” tiene más que ver con lo que se fragua lejos del terreno de juego que con la eventualidad de un resultado, con el subidón de una buena racha o con la reacción fulminante después de una secuencia de resultados negativo. ¿Era más grande el club cuando se clasificó para la fase previa de la Champions? En ese caso, ¿por qué acabó años después en la ruina deportiva, económica y social?

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Los jugadores de Osasuna se funden con los aficionados en el aeropuerto de Noáin Patxi Cascante

La grandeza es algo que debe construirse día a día, poniendo cimientos sólidos y difíciles de desmontar. Que el día que el balón no entre, que la derrota sea compañera de viaje, el club no pierda sus valores ni su identidad ni la imagen que todos queremos que proyecte al exterior. Y aquí no entra solo la capacidad del entrenador y la personalidad de los jugadores, también suma la honradez y buen criterio de quienes temporalmente dirigen al club y la educación de los aficionados. Ser grande, entiendo yo, es ser ejemplar en todos los conceptos y serlo por parte de todos los implicados. No es un protocolo de comportamiento que entregan cuando ganas un puesto junto a los mejores, un manual de quita y pon: se trata de configurar tu personalidad, fortalecer la concepción del papel que quieres representar en el fútbol y defender todo eso sucedan descensos o ascensos, ganar o perder finales; porque si esa forma de ser y de actuar ha traído a Osasuna hasta aquí –y me detendría en el crecimiento global experimentado durante los cuatro años anteriores a este– es una buena base para seguir creciendo y fortalecer la marca. Sea el club más grande o menos pequeño.

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Fotos de la final de Copa del Rey entre Real Madrid y Osasuna Oskar Montero / Javier Bergasa