El alcance de las consecuencias que puede desencadenar la denuncia pública –mayoritariamente aplaudida– realizada por Osasuna contra la UEFA y la RFEF, en sendos comunicados difundidos el viernes, es ahora mismo incalculable. Con una redacción descarnada, huyendo de los tópicos y poniendo el dedo en la llaga, el club censura tanto la imparcialidad del organismo continental como la falta de apoyo por parte de la Federación y, lo que es más grave, las maniobras de esta para construir un relato que condene de antemano a la entidad rojilla. Parece que mucho han tenido que contenerse los rectores de Osasuna en las últimas semanas para ofrecer una reacción tan contundente y demoledora en pocas horas, sobre todo en lo que concierne al papel desempeñado por Luis Rubiales, el jefe del fútbol español. El contenido de los comunicados transmite una doble sensación de incomprensión y de desamparo. Incomprensión ante la labor de denuncia y expurgación interna realizada por el club sobre los exdirectivos y desamparo en el momento que otras voces deberían hacer valer esa buena praxis ante la UEFA, de la que Rubiales es vicepresidente. No he leído que Osasuna pida que se le declare inocente también en el ámbito deportivo como ha ocurrido en el judicial, solo reclama que nueve años después se tenga en cuenta su rol de víctima y denunciante y la profunda labor de regeneración desarrollada. 

Decían el viernes fuentes jurídicas que Osasuna se ha buscado malos enemigos: habría que preguntarse si en este proceso ha encontrado amigos que defiendan su causa, como Rubiales ha hecho con el Barcelona y los millonarios pagos a Enríquez Negreira. Entiendo el desasosiego que genera en la hinchada el señalar a dos organismos que tienen armas para pasar factura a los díscolos; Osasuna lo ha hecho en defensa propia porque tiene argumentos para sentirse agraviado frente a otros clubes que reciben un trato diferente. Este es otro de los riesgos de la denuncia, que en el proceso de defensa haya que señalar a quienes se van de rositas y pueden hacer acto de presencia nuevos enemigos. Pero la estrategia de Osasuna ha entrado, por pura coherencia, en la vía de no retorno, de llegar hasta el final con todas sus consecuencias porque a ello le animan también sus socios y simpatizantes. Ya pidió perdón en su día por lo que hicieron los directivos y no creo que tenga que hacer la genuflexión ante Ceferin y Rubiales por intentar hacer bien las cosas y quitar las caretas a esta gente. Dicho esto, jugar la Conference League me parece ya un asunto menor. Aquí se defiende el modo de actuar de un club frente a quienes no pueden dar el mismo ejemplo. Llegar hasta el final es una cuestión de dignidad, de defensa del club y de su afición, la gran perjudicada en este interminable proceso. Por Osasuna y por otros clubes víctimas de abusos del poder. Y si acaban echando al equipo de Europa, diremos como Xavier Trias cuando la pasada semana le quitaron de las manos la Alcaldía de Barcelona: “Que us bombin a tots”. O dicho en román paladino: que os den.