Osasuna logró su objetivo principal, no perder ante la Real, y vio recompensado su gran trabajo defensivo con la consecución de un punto. Se trataba de acabar con el maleficio que ha reinado en los últimos tiempos en El Sadar que sentenciaba que los puntos se marchaban en la maleta del conjunto guipuzcoano y el equipo de Arrasate lo logró. Osasuna se olvidó de todo lo que tenía que ver con la creación y el balón –hubo muchos minutos de una concesión del mando incluso exagerada– y, como la necesidad aprieta, se aplicó a la tarea fundamental de aguantar a un rival superior, al que se consideró como tal y al que se trató de ese modo respetuoso, ofreciéndole el control del encuentro durante la mayor parte para esperar detrás de la empalizada de jugadores. 

Los rojillos supieron interpretar el plan defensivo propuesto por el entrenador y, pese a los momentos de sufrimiento, lograron arremolinarse con efectividad en torno al plan y no ceder. A Osasuna, que le penalizó de nuevo una pérdida de balón en el gol de la Real, le dio el empujón definitivo para su misión la gran actuación de Sergio Herrera. Castigado en las anteriores jornadas en las que había visto pasar como obuses camino de la red todos los lanzamientos de sus contrincantes, el cancerbero rojillo se sacudió esas malas sensaciones de convidado de piedra con una actuación memorable. Su doble intervención en un doble disparo de Kubo y Mikel Merino, colosal en los dos movimientos a la izquierda y a la derecha, ayudó a mantener a su equipo en pie.

Osasuna, que anda buscando la confianza suficiente para proyectarse con confianza en el futuro, le vale de mucho este punto ante uno de los mejores equipos de la Liga que, aunque no tiene unos inmediatos efectos jugosos en la clasificación, sí debería repercutir en cuanto al aumento de la moral, de estímulo para el futuro. 

Hubo un comienzo de locura para la grada local, deseosa de alegrías que no llegan en forma de triunfos en casa –solo se lleva uno–. A Osasuna le salió todo de maravilla en los primeros dos minutos, cuando marcó el gol por mediación de Moi Gómez tras una buena maniobra en el ataque con intervención de Rubén García, Areso y Budimir, autor del toque previo al remate del centrocampista. La Real ni se enteró. 

Tampoco le fueron las cosas mal a los rojillos durante los cuarenta minutos siguientes, cuando fue capaz de mantener con acierto su por momentos arriesgado ejercicio de resistencia frente al dominio absoluto de la Real. Le duró el plan sobrevenido felizmente por un gol temprano hasta que Sadiq, ese verso libre que tiene la Real en su delantera, se fabricó una diana espectacular, superando a su marcador –Catena– y cabalgando sin miedo hasta cruzar su misil de derecha. El equipo de Imanol había rondado en varias oportunidades el gol y Sergio Herrera hizo de su cuerpo un muro ante el delantero nigeriano tras un fallo grave de Catena, que le concedió una acción de gol en donde no debía suceder nada.

Osasuna regresaba de los vestuarios con una difícil misión por delante porque, con el marcador igualado, insistir en su trabajo de resistencia tenía un riesgo evidente frente a un rival superior y con un variado juego ofensivo. Si el gol de Moi a los dos minutos le ratificó en su entrega a la defensa del resultado, la lesión de Mojica a los seis de la reanudación le activó hacia una disposición táctica todavía más perfiladas en su apuesta defensiva. Jorge Herrando fue el tercer central de la defensa de cinco, con Juan Cruz en la flanco del colombiano. Mientras pudo, porque también se marchó con el cuerpo quebrado por el esfuerzo. La concesión absoluta de Osasuna estuvo a punto de saltar por los aires a los quince minutos con la doble ocasión de Kubo y Merino que solventó de manera increíble Sergio Herrera. Antes, Moi Gómez casi le da otro disgusto a la Real con un disparo cruzado que rozó el portero, Remiro, lo suficiente para que no entrara pero que el árbitro no concedió como córner.

La Real mantuvo su mando, aunque los cambios de Osasuna, básicamente con la introducción en la faena del Chimy, favoreció un cierto desatasco para los rojillos, que anduvieron en alguna oportunidad más cerca del área rival. Al delantero argentino, de hecho, se le arremolinó la ansiedad tras una mala salida del portero realista, que le dejó la pelota con la meta desguarnecida, y se atropelló al enviarla fuera. Sin ocasiones claras y con Osasuna solo centrado en defender, se fue el partido. Con sufrimiento y apretando los dientes, pero con premio.

Resistir puede ser un inicio para crecer, para echar a andar.