Mal síntoma ese cuando un portero se echa al suelo, con más de diez minutos de partido por delante, para agarrar un empate. O te falta ambición o te sobra miedo. O es que te conformas con poco porque el equipo no está para mucho más. Lo dijo sin tapujos Budimir camino de los vestuarios: “No es el mejor Osasuna”. Tiene razón y lo vimos todos. Este equipo sigue subido en una montaña rusa, alternando momentos de inspiración con otros fuera de onda. Las últimas jugadas en defensa fueron una antología del disparate, dando al Cádiz la oportunidad de ganar, algo que Sergio Herrera evitó volviendo a arrojarse al suelo, esta vez para evitar el gol, el 2-1. Acabar así no anima ni a celebrar ese punto que también suma y es bienvenido en esta carrera por despegarse de los tres últimos. 

Que Osasuna no circula por una línea de regularidad es algo que puede leerse en el rostro de Arrasate más que en sus palabras, aunque nunca haya ocultado los errores de su equipo. La crispación, el enfado y el nerviosismo que transmitía durante la primera parte solo puede ser consecuencia de que los jugadores no actuaban conforme al plan establecido, que su actitud no era la adecuada para un juego embarrado y sin ritmo por los constantes parones, o que el propio entrenador se había equivocado. Algo de todo esto hubo a tenor de lo que ocurrió en el descanso: Arrasate devolvió a Chimy Ávila y a Rubén García a su banda natural, retiró a un Torró lento y fallón en la salida de balón, y algo debió tocar también en el ánimo de sus chicos que mudaron completamente en cuanto a intensidad y fluidez del juego. Todo esto desembocó en 25 minutos de otro partido en el que el guardameta Ledesma contuvo con paradas inverosímiles a Osasuna... hasta que el VAR reclamó su minuto de gloria. 

Si somos sinceros –y el osasunismo tiene páginas llenas de errores arbitrales, unos involuntarios y otros vaya usted a saber–, si hemos sido más veces la víctima, habrá que reconocer que el empate es fruto de un penaltico: el balón cabeceado por Chimy lleva dirección al córner y Momo Mbaye lo roza de forma imperceptible con la yema de los dedos. Solo el argentino reclama la falta.

Busquets, en el VAR, llama la atención de Munuera Martínez. Penalti y a otra cosa. A partir de ahí todo fue reclamar una compensación en el área de Osasuna: con la gracia propia de los gaditanos les faltó pedir penalti a coro en un saque de portería. Afortunadamente para los rojillos no fue necesario rearbitrar más desde la pantalla. Pero en cada rechace defensivo o en cada posición adelantada se extiende la sensación de que una cosa es lo que vemos y otra la que captan las cámaras, que hay un fútbol en el verde y otro en el plasma, y que es este el que está cambiando la esencia de este juego. Que, en fin, buscando la equidad y la justicia se ha montado un lío de mil cojones.

Y los partidos acaban siendo como esta columna: comenzamos hablando de fútbol, de tácticas, de cambios y de jugadores y, como ha ocurrido durante todo el fin de semana, terminamos poniendo el foco en el VAR y en los continuos cambios de las normas. Y mientras todo esto se encauza, porque el VAR es una buena herramienta, a ver si Osasuna encuentra al mejor Osasuna.

Confidencial

Osasuna, pendiente del Supremo. Hasta finales de este mes o principios de enero no conocerá Osasuna la resolución del Tribunal Supremo sobre el recurso del club rojillo en su largo litigio con Enric Gallego. Como se recordará, el Tribunal Superior de Justicia de Navarra confirmó en marzo la condena a Osasuna a pagar al futbolista 1,23 millones de euros.


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