Desvelaba Budimir al final del partido el proceso de reflexión que ha realizado la plantilla durante la semana, tras ser vapuleados por el Celta y dar la sensación de que Osasuna estaba embarcado en un viaje a ninguna parte desde el pasado verano. El delantero subrayó dos palabras de esa charla: parar y pensar. Fue en este momento de la temporada, aunque observando la trayectoria de los rojillos bien podía haber sido antes. Pero por el tono en que habló el croata, el análisis parece que fue sincero y abierto, una terapia interna y externa que ha resultado terapéutica. Tras escuchar a Budimir, no extraña el carácter con el que se expresó el equipo en el campo, los gestos de complicidad, las ayudas para defender y la piña del gol. Había futbolistas en el campo para quienes este partido era un examen; para unos porque aparecen poco, para otro porque asumía la responsabilidad añadida de hacer buena la decisión arriesgada del entrenador. Entre los primeros hay que señalar a Unai García y Herrando, que por números están muy lejos de los otros tres centrales por los que más se ha decantado Arrasate. En un partido cuyo desenlace quedó abocado al rigor defensivo, el de Esquíroz y el de Campanas resultaron dos firmes pilares, tanto en los despejes por alto como en los bloqueos y entorpeciendo los movimientos en el área de los adversarios. Herrando, particularmente, vuelve a pedir más minutos. Ha visto demasiados partidos en el banquillo; ahí se gana en conocimientos, pero no en experiencia. Y lo que necesita el chaval es jugar y demostrar y demostrarse si es un jugador con recorrido en Primera. Sus compañeros, volviendo al comienzo de la argumentación, se volcaron con él y sirva como ejemplo los besos de Sergio Herrera tras una buena acción defensiva. De ese examen al que me refería al principio, no es asunto menor el desempeño de Rubén Peña como segundo delantero, lo que suscitó no pocas dudas y comentarios antes del partido. En sus inicios, Peña marcó 38 goles como delantero en el Real Ávila, en Tercera división, y actuó en posiciones de ataque en el Leganés. Luego, como la mayoría de los futbolistas, le han ido recolocando hacia atrás. El polifacético futbolista no dejó al entrenador a los pies de los caballos: no desentonó en un partido con poca posesión y protagonizó el único disparo entre los tres palos en la primera parte. Cuando fue sustituido, los gestos de Arrasate y Alkiza hacia él eran elocuentes.

Budimir habló de parar y pensar como base de esa regeneración; le faltó añadir el verbo que hizo bueno lo anterior: rematar. El 17 (extraño número para un goleador) engordó su leyenda en la historia de Osasuna estirando el cuello más que los defensas de la Real y logrando un gol que también es histórico si tenemos en cuenta los años que acumulaban los rojillos sin ganar en este escenario. Un dato que el croata demostró que conocía, pero del que no quiso presumir, fiel a esa idea que seguro afloró en el vestuario y que pone al equipo por encima de las individualidades.

Es difícil asumir que hasta ahora Osasuna ha perdido más de lo que ha ganado; y es así porque estaba embarcado en un proyecto más ambicioso y no ha salido bien. Dicho esto, queda mucha Liga por jugar y por disfrutar. Creo que no es descabellado hacer extensiva la reflexión de Budimir a toda la afición, al osasunismo, para superar de una vez la frustración: parar y pensar. Da resultado.

Confidencial

Arrasate y el desgaste. Dicen que a Arrasate no le ha sentado bien que de sus palabras en la entrega de los Premios Panenka solo se destacara la frase “a veces estiramos el chicle y no nos damos cuenta”, vinculándola a su ciclo de seis años en Osasuna, cuando el entrenador había dejado muy claro poco antes que “no sentimos ese desgaste (el del paso del tiempo) en el día a día”.