Más de 11 años después del fin de la actividad de ETA y casi un lustro desde que anunciara su disolución, lo que permanece es la huella de la violencia, las víctimas y numerosas incógnitas; la mayor de ellas, la autoría de los más de 300 asesinatos sin resolver de la banda armada. En ellos están puestos los esfuerzos de las instituciones y de los cuerpos policiales, que siguen indagando para tratar de arrojar luz en dichas investigaciones.

En esa línea, el Gobierno vasco ha organizado hoy junto a la AVT, en el marco del Día Europeo de las Víctimas, un nuevo acto en Vitoria de entrega de cuadernos de memoria de casos no resueltos a 11 víctimas de ETA, de las cuales tres tomarán la palabra en el homenaje para relatar sus testimonios y vivencias, todas ellas marcas por una doble injusticia por la pérdida de las vidas de sus allegados y por el factor agravante de no haberse conocido la autoría de los crímenes.

Se trata de la segunda ocasión en la que el Gobierno vasco recuerda a las víctimas de atentados de los que se desconoce la autoría. En diciembre de 2021, se celebró otro acto similar en la Universidad de Deusto en el que se homenajeó a 86 víctimas a quienes ETA quitó la vida entre los años 1968 y 1979 y cuyos casos no han sido resueltos. Acudieron allegados de una veintena de asesinados, a los que el Ejecutivo autonómico trasladó que “no podemos devolveros la vida, pero sí restituiros la dignidad”.

En concreto, estos cuadernos de Memoria y Reconocimiento recogen en un dossier quiénes fueron, cómo vivieron y cómo murieron las víctimas del terrorismo de ETA, así como diverso material gráfico proporcionado por familiares con la ayuda de la AVT. Asimismo, se incluye en ellos un documento firmado por el lehendakari, Iñigo Urkullu, en el que expresa “solemnemente el reconocimiento institucional del Gobierno vasco” a la familia de la víctima como “una contribución al derecho a la verdad y a la justicia”, y se subraya la injusticia de cada asesinato.

Previamente al acto de hoy, las tres víctimas que tomarán la palabra en Gasteiz relatan a este diario sus historias y el sufrimiento experimentado a lo largo de décadas sin obtener respuestas a los crímenes de sus allegados y sin haber recibido durante los primeros tiempos apoyo social o institucional.

Se trata de Ruth Doval y de José Ignacio Ustarán –cuyos padres fueron asesinados por ETA en Donostia y Gasteiz, respectivamente–, y de Adeli Becerra, que perdió a su hermano a manos de la banda en Amurrio.

Los tres crímenes se produjeron en 1980, el año en el que la organización terrorista cometió más asesinatos que nunca: un total de 91. Estas víctimas comparten la sensación de desamparo que sufrieron tras los atentados por parte de la sociedad y de las instituciones, pero señalan que reconocimientos como el de hoy sirven como desagravio y reparación.

José Ignacio Ustarán: “La esperanza no se pierde y confío en que alguien pueda arrojar luz”

Hijo de José Ignacio Ustarán Ramírez, perito industrial y militante de UCD, secuestrado y asesinado por ETA en 1980

– Usted vivió de primera mano el secuestro de su padre.

—Sí. El 29 de septiembre de 1980, a eso de las 20:30h, cuando yo estaba estudiando en casa llamaron al telefonillo con la excusa de que traían un paquete y entró un comando compuesto por dos hombres y una mujer, todos de 20 o 22 años, más o menos. Yo escuché unos ruidos y unos gritos en el despacho de mi padre, me asomé, vi que increpaban a mi padre y cerré la puerta. Entonces, la chica del comando vino donde mí con una pistola y me llevó a la cocina con mis hermanos y hermanas. El comando estuvo como 15 minutos y se marcharon con mi padre, diciéndonos que no llamáramos a la policía en tres horas. Después de un silencio bastante profundo mi madre y yo bajamos donde el vecino, le contamos lo que había pasado y llamamos a uno de mis tíos. Como había sido un secuestro, mi madre pensaba que igual se podía hacer algo para resolverlo. 

Pero poco después su padre apareció asesinado...

—Sí. Al cabo de tres horas se empezó a llenar la casa de gente y yo recuerdo un grito que dio mi madre desde el otro lado de la casa, y aquello fue la señal de que a mi padre lo habían matado. De hecho, mi madre me llamó y me dijo que lo habían encontrado muerto con dos tiros. A partir de ahí todo fue muy dramático y brutal. 

Dejaron Gasteiz y se trasladaron a vivir a Andalucía.

—Sí, porque mi madre es oriunda de Sevilla y rápidamente decidimos irnos a vivir allí. Yo salí de una Euskadi muy oscura y para mí muy siniestra, donde en el año 1980 se asesinaba a mucha gente. Además, la sociedad en cierto modo parecía poseída por el miedo y por la intolerancia, te sentías muy desamparado. Nosotros salimos de Vitoria a pesar nuestro, porque mi padre era un vasco de la cabeza a los pies y yo siempre me he considerado un vasco como cualquier otro. Mi padre nos inculcó nuestra tierra, nos enseñó a querer al País Vasco y, muy a nuestro pesar, nos tuvimos que ir de allí. Lo bueno es la ayuda que recibimos de la gente de Andalucía, que nos ayudaron a construir nuestras vidas al margen de la problemática que habíamos vivido. Yo siempre estaré agradecido a la gente que nos ha ayudado a construir y a ser lo que somos en este momento.

¿Actos como el de hoy reparan la falta de apoyo y de amparo que existía en los años 80?

—Mira, la sensación es que sí, y yo por eso voy cada vez que me llaman. Hace un año por ejemplo estuve en una jornada de la Fundación Fernando Buesa, a mí siempre que me llaman me planto en el norte, en mi tierra. Este tipo de actos sirven para poder resarcir un poco esa sensación de desamparo que hemos vivido. Aunque, a mí, si de verdad quisieran ayudarme a resarcir ese daño, lo mejor que podrían hacer ese ayudarme en mi pequeña cruzada personal al ser el de mi padre un caso sin resolver. Es decir, sabemos que el caso es muy complicado resolverlo a estas alturas y además está ya prescrito, pero estoy seguro de que hay quien me puede ayudar en la dirección de poder encontrar a los culpables que me impidieron disfrutar de mi padre. Lógicamente, tiene que haber gente que maneja información sobre lo que pasó y sobre quiénes lo mataron. 

Todavía tiene fe entonces en que se pueda arrojar luz sobre el caso. 

—Esto depende de la voluntad de alguna persona que quiera colaborar en esta cuestión. La esperanza nunca se pierde y siempre he confiado en que llegará el día en el que alguien quiera colaborar y arrojar luz. Hoy en día todo está prescrito, lo único que podemos es tener acceso a saber la verdad. Como digo, la esperanza es algo que siempre va a estar ahí y, evidentemente, los canales oficiales están haciendo lo que pueden, pero pueden llegar hasta donde pueden llegar. Así que, por el otro lado, algún día espero que alguien me pueda echar un cable.

Ruth Doval: “Las víctimas no han sido tratadas con la deferencia que merecían”

ETA asesinó a su padre, profesor de Derecho de la UPV/EHU y miembro de UCD, en Donostia en octubre de 1980

– En su caso, sí que hubo un juicio por el asesinato de su padre, aunque los procesados no fueron condenados por ello. 

—Sí. Hubo un juicio con tres acusados, lo que pasa es que salieron absueltos por falta de pruebas. Uno de ellos sí fue condenado por pertenencia a banda armada, pero en el año 91 fue indultado. Pero a mí, personalmente, el hecho de que haya o no gente condenada por ello en la cárcel tampoco me hubiera reconfortado demasiado. El destrozo te lo hacen cuando te matan a tu padre y tienes que vivir toda la vida sin él.

Toda tu vida da un vuelco siendo todavía una niña. 

—Sí, a mí me rompieron la vida cuando tenía 4 años y a mi hermano con 7 años. Esto me ha forjado la forma de ser que tengo hoy en día, y tengo que agradecer a mi madre que nos educara en el amor y no en el odio. Ella siempre habló del tema, no fue un tema tabú, y nunca nos puso en contra del País Vasco. Pero yo he padecido una pérdida tremenda al criarme sin padre.

Y a ello hay que sumarle la falta de apoyo social en ese años. 

—Nosotros nos fuimos de San Sebastián, porque en aquella época era todo bastante complicado. Las víctimas durante muchísimos años no han sido tratadas ni con cariño ni con la deferencia que merecían. La falta de apoyo era terrible en el País Vasco, pero en España también. No hay más que recordar que la primera ley española de apoyo a víctimas del terrorismo es del año 2002. En el País Vasco parecía que eras tú el que habías hecho algo y que tenías que pedir perdón por ello, pero a nivel estatal tampoco había un apoyo tremendo. Por ejemplo, en nuestro caso no tuvimos problemas económicos, pero sí que hubo muchas familias que económicamente se quedaban fatal y el único apoyo que recibieron fue por parte de la AVT. La dejación que se ha hecho ha sido grande a todos los niveles.

¿Los actos u homenajes institucionales reparan o resarcen de algún modo el daño causado? 

—Sí, aunque es verdad que entre medias ha pasado mucho tiempo. A mi padre lo mataron en 1980 y el primer acto que se hizo en reconocimiento fue uno del Ayuntamiento de San Sebastían en 2003. Y después uno en 2008 en la UPV. Hay que decir que ayuda ver cómo evoluciona el tema, porque en el primer acto del 2003 hubo gente insultándonos a la entrada.

En medio quedaron muchos años de silencio. 

—Sí, pasó mucho tiempo y me da pena que los padres de mi padre o mi madre, que murió en el 93, nunca vieran estos homenajes. Pero si por lo menos la sociedad va avanzando, se condena tajante y firmemente el terrorismo y lo que fue, y no se pasa página mirando a otro lado; es de agradecer.

En su caso, ¿cree que no se investigó a fondo el crimen? 

—Ahí no puedo opinar porque yo tenía 4 años. Mi madre nos habló siempre del tema con total naturalidad pero teniendo en cuenta la edad que teníamos mi hermano y yo. Y por desgracia mi madre falleció cuando yo tenía 17. Entonces, tampoco puedes conocerlo al detalle. Aunque es un tema que a estas alturas a mí no me aportaría nada e incluso si hubiese un nuevo juicio me removería cosas y no me ayudaría. El daño me lo hicieron matando a mi padre.

¿Cómo cambio vuestra vida cuando tuvisteis que dejar Gipuzkoa? 

—Muchísimo. Para empezar, perdimos relación con la familia de mi padre porque siguieron viviendo en San Sebastián. Yo tengo más relación con ellos ahora y nos hemos dado cuenta de cómo el asesinato no solo afectó a la familia más cercana, sino a la familia entera. Los hermanos de mi padre se quedaron también destrozados y mis primos eran más mayores que yo y lo vivieron muy de cerca. Además, a mi padre lo asesinaron muy joven, tenía 37 años, y mi madre se quedó viuda con 34 años, eran personas muy jóvenes.

Adeli Becerra: “No tuvimos apoyo, parecía que los culpables éramos nosotros”

Su hermano, Joaquín Becerra Calvente, trabajador de Tubos del Nervión y afiliado a UGT, fue asesinado en 1980 en Amurrio

– Al dolor por el asesinato de su hermano se suma el de no haber sabido durante estas cuatro décadas quién cometió el crimen. 

—Sí, ese dolor es una constante y me gustaría al menos saber por qué lo hicieron. Ya me llamaron una vez de la Audiencia Nacional, dos o tres años después del asesinato, diciéndome que incluso había detenidos, pero todo quedó en nada... Y con el tiempo también he ido descubriendo cosas en el pueblo (Amurrio).

¿Sospecha entonces que quienes mataron a su hermano eran vecinos del pueblo?

—Exactamente, personas que lo conocían de cerca.

Tras el atentado sufrieron la falta de apoyo social. 

—Tuvimos muy poco apoyo, parecía que los culpables éramos nosotros. En aquellos años no era como ahora, los que vinimos de fuera estábamos muy marginados y nos llamaban maketos y coreanos. Gracias a Dios, la vida va cambiando bastante, pero aquellos fueron años muy duros en los que vivimos el desprecio y la humillación.

Pero usted se quedó en el pueblo. ¿Se planteó irse de Euskadi?

—Mis hermanos varones se fueron, pero mis hermanas y yo no podíamos dejar aquí sola a nuestra madre, que no quería moverse de donde estaba enterrado su hijo y quería que lo enterraran con él, como así ha sido.

¿Pasaron miedo en aquellos años? 

—No, miedo nunca, porque no recibimos amenazas ni nada por el estilo. Todo lo de mi hermano fue muy imprevisto, nunca lo hubiéramos podido imaginar. Mi hermano era prácticamente analfabeto, que lo poco que sabía leer y escribir lo había aprendido en la mili. Si es que no tenía ni idea de política y por eso me daban tanta rabia algunas cosas que dijeron sobre él, como que era chivato. ¿Chivato de qué? Si no tenía ni idea de política.

¿Ayudan actos de respaldo institucional como el de hoy del Gobierno vasco?

—Sí que ayudan porque te ves por fin un poquito arropada. Es algo con lo que vamos a tener que convivir toda la vida, pero se agradece que por fin hagan algo las instituciones, están haciendo mucho más que en la época en que mataron a mi hermano.

¿Confía todavía en que se arroje luz sobre la autoría del crimen? 

—La esperanza nunca se pierde y mi esperanza es que algún día sepa el por qué. Simplemente saber eso me ayudaría.