UPN celebrará su congreso el próximo 28 de abril en medio de un ambiente cargado de incertidumbre. La renuncia de Javier Esparza ha precipitado un proceso en el que los regionalistas deben renovar a su ejecutiva y actualizar su línea política en un momento crítico para el futuro del partido. UPN sigue siendo UPN, primera fuerza electoral y con implantación en todo el territorio. Pero los pilares de la estructura no son tan sólidos como antaño. Y han empezado a temblar.

El último ciclo electoral no ha ido bien para UPN. Sigue lejos del Gobierno; el PP le ha ganado en las elecciones generales amenazando por primera vez la hegemonía en la espacio de la derecha; y la moción de censura de Pamplona le ha dejado sin su principal referencia institucional. Y, lo peor de todo, el panorama no va a variar a corto plazo.

El ciclo político cambió en Navarra en 2015 a raíz de la crisis financiera. En 2019 el PSN se incorporó a una mayoría alternativa en la que ETA ya no era un impedimento y que se ha afianzado en 2023 tras las elecciones generales. No se sabe cuánto va a durar el escenario actual, pero creer que todos los partidos volverán a donde estaban hace una década no deja de ser una forma de ignorar el problema.

Es el marco de un debate interno que se abre a partir de ahora en el seno de la formación regionalista. La salida de Javier Esparza y de sus colaboradores más cercanos es una decisión lógica y natural después de tres procesos electorales frustrados. Y obliga a decidir ya quién asume los mandos con la mirada puesta en las elecciones autonómicas de 2027.

El control del comité de listas, en juego

En el partido todos quieren un relevo ordenado, por lo que habrá esfuerzos por buscar una candidatura unitaria que evite la división interna en un momento complicado. Pero no eso va a ser fácil. Porque lo que se decide en abril no es solo la presidencia de UPN. También se elige el comité ejecutivo y, con él, quién controla el comité de listas. Eso es en el fondo lo que se está jugado ahora.

"Lo que se elige en abril no es solo quién sustituye a Esparza. Se decide también la ejecutiva y, con ella, el control del comité de listas"

A partir de ahí empiezan las especulaciones sobre quién va a liderar el partido después de Esparza. Cristina Ibarrola, aupada a lo alto de la lista en Pamplona por encima del grupo municipal, se ha convertido en una referencia para el antiguo barcinismo. Mártir de la moción de censura y azote del PSN, puede ser una opción a corto plazo. Pero su fracaso en la Alcaldía la convierte en una candidata más de oposición que de futuro Gobierno.

El alcalde de Tudela, Alejandro Toquero, podría liderar una alternativa, pero su experiencia es limitada y le faltan apoyos más allá de la Ribera. Y el resto de nombres que empiezan a sonar, de María Jesús Valdemoros a Alberto Catalán, no darán el paso si no es con una candidatura de consenso. Un escenario en el que se empieza a mover el expresidente Miguel Sanz. Figura de referencia y con autoridad suficiente para promover y pilotar desde la sombra una alternativa a la dirección actual.

Una disyuntiva pendiente

Ese baile de nombres amenaza sin embargo con eclipsar la verdadera decisión que UPN debe tomar en el congreso de abril. Más allá de las habituales rivalidades internas que suelen ofrecer sus congresos, la derecha regionalista debe resolver también una eterna disyuntiva. El apoyo gratuito del Partido Socialista no va a volver a corto plazo, y eso exige decidir si se quiere seguir siendo la franquicia de la derecha española en Navarra o se busca una vía de acuerdos que resitúe al partido en la nueva realidad social y política. 

"Pensar que todos los partidos volverán a donde estaban hace una década es solo una forma de aplazar el problema real"

La primera pasa por recuperar la alianza con el PP de Sergio Sayas y Carlos García Adanero a la espera de que caiga Pedro Sánchez. La segunda, una vía que ya exploró Javier Esparza tras las últimas elecciones, invita a suavizar la oposición y abrirse a pactos con el Gobierno y sus dos socios principales, PSN y Geroa Bai. Con la perspectiva de volver al poder a medio plazo, aunque sea como un actor secundario. Lo que facilitaría la gobernabilidad en algunas alcaldías que están en el aire.

No es un dilema fácil. Mucho menos si hay rivalidad interna y en medio de un ambiente cargado de crispación. Pero ignorar el problema solo aplazará la solución. Las decisiones importantes requieren sosiego, reflexión y mirada de largo plazo, y este puede ser un buen momento. UPN no puede elegir a qué juegan los demás partidos, pero puede decidir qué hace con las cartas que le han tocado.