“Encargarse de los cuidados que requiere un paciente, un adulto o menor dependiente o una persona de edad avanzada, es una responsabilidad que se extiende durante todos los días del año”, reconoce el doctor Julio Masset, médico de Cinfa. Por eso, si no se toman las precauciones necesarias, se busca apoyo para compartir el cuidado y se dedica tiempo a una misma, “la persona cuidadora puede sufrir desgaste y agotamiento físico, emocional y social, que es lo que conocemos como el síndrome del cuidador quemado”, añade. 

Se calcula que en el Estado hay alrededor de 2 millones de personas dependientes, mientras que la cifra de cuidadores es difícil de conocer, porque “son los familiares quienes muy habitualmente ejercen la función de cuidador principal, sin que esta actividad quede registrada de manera oficial”, explica el experto de Cinfa. El prototipo de persona cuidadora no profesional es el de una mujer de mediana edad, casada, familiar directa de la persona afectada (pareja, madre, hija…), con grado de escolaridad medio, que no recibe ayudas externas y sobre quien recae casi en exclusiva la responsabilidad de supervisar la salud y hacerse cargo de la persona dependiente. 

Esa exigencia intensiva puede comprometer notablemente la salud de la persona cuidadora. Así, el síndrome del cuidador quemado se caracteriza por múltiples síntomas: falta de energía, cansancio y preocupación continua, insomnio, pérdida del apetito y/o de peso, dolores de cabeza o en otros puntos del cuerpo, palpitaciones, irritabilidad y cambios frecuentes de humor, niveles elevados de estrés, ansiedad y/o depresión, apatía y dificultad para concentrarse y relajarse. En algunos casos puede darse abuso de alcohol, tabaco o de ansiolíticos y antidepresivos. 

En el Estado hay alrededor de 2 millones de personas dependientes. F.Z.

Consejos

1. Infórmate sobre la enfermedad y sobre los recursos disponibles. Conocer los síntomas de cada fase permitirá comprender las diferentes situaciones que puedan producirse y ayudar a sobrellevarlos mejor y, por tanto, reducir el nivel de estrés. Puedes informarte en los centros sanitarios o en las asociaciones de pacientes relativas a su patología, donde también podrán asesorarte sobre el acceso a posibles recursos económicos, hospitales de día o servicios de relevo, que permiten un periodo de respiro a la persona cuidadora.

2. Organiza y establece un plan de cuidados. Confecciona una lista de tareas y establece una rutina diaria, fijándote objetivos realistas. Intenta que tu día a día incluya momentos de respiro para ti y aprende a decir no a peticiones que te supongan un desgaste excesivo, como organizar comidas familiares.

3. Haz equipo. Las tareas pueden repartirse entre varios miembros de la familia. Una manera de pedir su colaboración es redactar otra lista con las tareas en que otros familiares pueden colaborar y que elijan ellos mismos qué desean hacer. Por ejemplo, pueden ir al supermercado en tu lugar o quedarse con la persona dependiente mientras vas tú.

4. Mantente activa y conectada. Si has involucrado a otros familiares o conseguido ayuda, como servicios de relevo, evita dedicar todo ese tiempo a tareas en otro ámbito. Procura reservar momentos para realizar actividad física regular –hasta diez minutos de ejercicio diarios pueden ayudar–, continúa practicando tus aficiones y las actividades que siempre te han gustado. No te aísles, reserva tiempo para relacionarte con tus familiares y amigos.

5. No te olvides de cuidarte. Intenta mantener tus rutinas de ejercicio físico y cuidar de tu alimentación, con una dieta saludable, equilibrada y variada, que incluya alimentos de alto nivel nutritivo, como las verduras y las frutas. Evita consumir sustancias excitantes, bebe mucha agua y asegúrate de tener un descanso reparador.

6. Acude a tus citas médicas. No relegues a un segundo plano tu salud y acude a tu profesional sanitario cuando sea necesario. Recuerda informarles de que eres una persona cuidadora y cuéntales cualquier síntoma de deterioro físico o mental que puedas tener.

7. Aprende a relajarte. Por ejemplo, puedes realizar ejercicios de respiración, practicar yoga o taichi, o meditación, lo cual no te llevará más de quince minutos al día. La relajación muscular progresiva es otra técnica que puede ayudarte a combatir el estrés.

8. Reconoce y gestiona tus emociones. Expresa cómo te sientes y acepta, si aparecen, los sentimientos negativos, sobre todo, el de culpa. Conoce tus límites y recuerda que nadie es el cuidador perfecto. En caso de que el estrés se vuelva abrumador y te sientas sobrepasada, busca ayuda profesional.

9. Fomenta la autonomía de la persona dependiente. Es importante que le animes a realizar por sí misma aquellas tareas que todavía puede acometer sin ayuda, para reforzar su autoestima.

10. Únete a un grupo de apoyo. Puede ser general o específico para personas que cuiden a alguien con la misma enfermedad o discapacidad que tu ser querido. Podréis compartir experiencias y estrategias para aumentar su bienestar y el vuestro, y sentir el apoyo y comprensión de otras personas que se encuentran en la misma situación.