Cuando a Marta (nombre ficticio) le diagnosticaron una obstrucción de las trompas de Falopio la ilusión de ser madre se le desmoronó. “Fue un palo muy duro y de un día para otro te tienes que enfrentar a algo totalmente nuevo para conseguir ser madre”, reconoce esta navarra, que a sus 31 años lleva tres intentando quedarse embarazada a través de la reproducción asistida. Los médicos le indicaron la fecundación in vitro como la técnica más adecuada y entró en una lista de espera que rondaba el año y que le acabó empujando a acudir a lo privado: “Como había tanta espera decidimos ir a una clínica, que tiene un coste de unos 7.000 euros porque los medicamentos son muy caros. Pero el tratamiento no funcionó y entonces volví a lo público”, relata Marta, donde después de dos intentos fallidos por quedarse embarazada ahora se enfrenta a la tercera y última oportunidad.

En una situación similar se encuentra Iraia (también nombre ficticio) que con 38 años, y tras más de un año intentando quedarse embarazada, acudió a su médico de cabecera que acabó recomendándole la fecundación in vitro a tenor de su edad. En el primer tratamiento de fecundación in vitro no se quedó embarazada y en el segundo tuvo un aborto en la semana 10. “En octubre me he sometido al tercer y último tratamiento y ha ido bien, me he quedado embarazada”, relata Iraia, que confiesa que siente “ilusión e incertidumbre” a partes iguales.

Ambas llevan tres años en este proceso, una situación que les ha generado un importante impacto físico y psicológico y, aunque solo tienen buenas palabras para los profesionales que las han atendido, reclaman un mayor acompañamiento en el plano emocional. “Necesitamos tener un apoyo psicológico que no se nos ofrece. En la fecundación in vitro la hormonación es muy fuerte y afecta físicamente y también emocionalmente, pasas de una mala noticia a la esperanza del tratamiento, es como una montaña rusa. Es un proceso muy duro y difícil y la gran deficiencia que vemos es esa, falta un acompañamiento a las mujeres y a las parejas”, sostienen ambas.

Tres intentos

En el caso de Marta, que ha pasado tanto por la sanidad pública como por la privada, esa “falta de tacto” la ha vivido en ambas partes. “La profesionalidad ha sido muy buena, pero falta acompañamiento e información. Por ejemplo, al empezar con el tratamiento tuve unos dolores fuertes y cuando se lo comuniqué al médico me dijo que esos dolores no eran normales, pero claro, yo no lo sabía”, recuerda.

En lo privado no le funcionó el tratamiento y tras dos intentos en lo público tampoco. Ahora se enfrenta a la última oportunidad, porque para mujeres con pareja la Seguridad Social solo indica tres intentos. “Si no me funciona, la única salida que me queda es volver a intentarlo por lo privado, que tiene un coste de unos 7.000 euros. Es algo con lo que no estoy de acuerdo, entiendo que tras varias veces vuelvas a la lista de espera, pero no que se te impida volver a realizarte un tratamiento”, señala.

Iraia coincide con ella. Ahora está embarazada de 6 semanas, pero si algo sale mal tampoco le quedan más opciones en lo público. Además, que la Seguridad Social limite en los 40 años la edad máxima para someterse a técnicas de reproducción asistida, tampoco lo ve bien: “Creo que el criterio, más que la edad, debería ser la salud de las pacientes y más concretamente su reserva ovárica, porque puedes tener más de 40 años y estar en una buena situación para un embarazo”.