"Somos la playa a la que van a parar todos los barcos que naufragan. Aquí tratamos de suturar las heridas, pero el problema reside en que como sociedad y como sistema no nos hemos sabido adelantar para que esos barcos, repletos de problemáticas, no lleguen hasta esta playa”. La metáfora que dibuja Izaskun Gartzaron, desde hace ocho años al frente de la Oficina de Víctimas del Delito del Gobierno de Navarra, es asentida y compartida por el resto de profesionales que trabajan en el servicio. Garazi Iraizoz Oiaga, la psicóloga, consensúa: “Se trata bien la respuesta y creo que la sociedad está cada más sensibilizada y por ello es más fácil venir a un sitio como este que antes era más estigmatizante. Pero hay que trabajar más a nivel educacional, en la prevención. Hay que protegerlas antes a las víctimas y sabernos anticipar”, propone.

Cada vez acaban a la deriva más embarcaciones, algunas con familias enteras de tripulantes, que buscan apoyo, asesoramiento, atención social y psicológica, una segunda opinión, una escucha simbólica, una mano amiga o una ayuda para una posible agilización en el acceso a una cartera de servicios propia de las víctimas reconocidas como tal. “Si hay una conflictividad familiar potente, podemos tener a toda la familia en tratamiento y eso requiere mucha atención. Igual que si hay un homicidio o una violencia sexual muy grave. También en esa violencia intrafamiliar se observa la influencia negativa de la pandemia, más problemas de salud mental, de aumento de adicciones a drogas, pantallas y porno. Nos encontramos mucha patología dual...”, sitúa Izaskun. Sin ir más lejos, sus números de este año asustan. Han atendido a 594 personas, a 276 víctimas de violencia de género, 71 de violencia sexual y 68 por abuso sexual a menores. Otras 63 atenciones fueron por víctimas secundarias del entorno.

Izaskun Gartzaron, en su despacho, entre las decenas de casos que tienen que asistir. Oskar Montero

No es necesario para que se las atienda que esas personas hayan presentado una denuncia. El 70% de los asuntos que reciben están centrados en violencia machista y sexual, afrontan numerosos casos de abuso sexual infantil en el que no es ya solo la víctima directa a la que hay que fijar en terapia, sino que su familia y entorno, víctimas secundarias, también requieren de sus servicios. Aunque el grueso de su labor se canalice en dicho ámbito no pierden de vista la violencia intrafamiliar creciente, por asuntos de agresiones de hijos a padres y viceversa que en muchos casos se buscan canalizar a través de Justicia restaurativa. Igualmente asisten a personas en proceso de desahucio para informar sobre una posible vulnerabilidad, a víctimas de estafas... Su cometido es asistir a víctimas de todo tipo de delitos.

Dar tiempo a concienciarse

“El iceberg sumergido debajo de las víctimas es muy gordo. Vienen con procesos muy largos, otras que han sido multivíctimas, muchas en situación de vulnerabilidad”, habla Izaskun, sobre cómo se les remueven los cimientos en el primer abordaje. La Oficina recibe a víctimas que han podido sufrir un hecho traumático hace años, quizás hasta décadas, algunas , muchas, en su país de origen, y que hasta que aquí no se empoderan y conciencian, no llegan a verlas las profesionales. “Traen mucha historia en la mochila”, prosigue la trabajadora social Ixaro Petrirena Gortari, en la oficina desde mayo de 2021, quien pone el acento además en que “hay que acompañar, dar tiempo y no insistir en la denuncia sino respetar los tiempos. La víctima se tiene que sentir escuchada y a partir de ahí tomar la decisión. Las denuncias tienen que llegar afianzadas”.

Mostrador de entrada a la oficina, atendido por Elena Méndez y Begoña Caballero. Oskar Montero

En la agenda de Elena Méndez Martínez, administrativa, el primer rostro de la oficina, donde trabaja desde mayo de 2022, quien hace de filtro de las gestiones, se agolpan llamadas, correos, atenciones presenciales y acompañamientos en persona. Ella va adjudicando el espacio de atención para cada una. Las agendas de las profesionales están a rebosar. “Las leyes de la Infancia y del sólo sí es sí son avances que, a su vez, generan también una gran demanda. Y ello no se corresponde con un aumento del presupuesto para una oficina como esta que está pensada para dar una ayuda integral. Somos un espacio bastante visibilizado que ahora mismo no podemos asumir toda la demanda que se nos genera. Llevamos ocho años ya operativas y también nos hemos convertido en un lugar que conocen todos los operadores jurídicos, las Policías, las entidades sociales, los ayuntamientos... Eso está muy bien, pero debe ir acompañado de más cosas”, reclama Gartzaron.

Garazi Iraizoz Oiaga, la psicóloga adscrita a la oficina desde noviembre de 2021, presenta por vez primera lista de espera de ocho pacientes a recibir en consulta. Además, la oficina, dada la cantidad de víctimas que tiene y que requieren terapia psicológica, tiene adscrito el gabinete de psicología jurídica y forense Psimae, que realiza las intervenciones más largas y que asume centenares al año, muchísimas menores de edad.

Garazi Iraizoz, psicóloga, en su despacho, con cartelería del servicio. Oskar Montero

Elena Méndez está preparada para recibir por la puerta historias de toda índole. “Es un cajón sorpresa lo que aquí te puedes encontrar. Se trata de preguntar con delicadeza, conocer el motivo de su visita o de su llamada y luego ir acercándola a la intervención más adecuada”, relata Elena. A veces le llegan desde el juzgado de violencia a preguntar por algún tipo de apoyo, otras veces se reclama una intervención de urgencia, hay quien pide que se le acompañe a la ratificación de la denuncia, o a una vista oral, y también quien, acompañada de su abogado/a, reclama una guía de actuación para acreditarse como víctima. Dicha credencial, que se hace con una instancia y con DNI, requiere por un lado que la víctima esté registrada en el sistema por tener una sentencia firme o una medida cautelar en vigor. Lo más habitual es que esa persona tenga un procedimiento judicial abierto y por ello acuda al servicio. De igual modo, aunque no tenga ni denuncia ni sentencia, también se puede acreditar a una víctima en caso de tener informes psicológicos o sociales de entidades que avalen su situación. Durante el presente año la oficina ha tramitado 455 acreditaciones que sirven para impulsar el acceso a una cartera de servicios. Tiene una finalidad meramente administrativa. No se trata de una ayuda directa, ni una prestación, sino que agiliza la valoración de renta garantizada, de renta activa de inserción, sirve para becas, para el descuento del bono social, para las cuotas de autónomo o para acceder a una Oferta Pública de Empleo (OPE) a través del 2% de plazas que se reserva para víctimas de violencia. En el caso de ayudas para víctimas destinadas a vivienda, los trámites se realizan en el Instituto de Igualdad (INAI).

También se dan casos de duplicidad en el servicio. Llegan víctimas a las que ya se atiende en Pamplona en el Servicio Municipal de Atención a la Mujer o en los distintos Equipos de Atención Integral a las Víctimas (EAIV). “Es normal, a veces a una víctima se le abre una nebulosa de recursos. Entonces debe seguir en el primero que le atendiera, porque ya conocen su caso de base”, matiza Gartzaron, la responsable del servicio.

Una lacra diaria

Elena, la administrativa, recibe el apoyo en forma de media jornada de su compañera Begoña Caballero Sagardia, que entró en junio de 2022 y se centra en informes de vulnerabilidad de víctimas para ejecuciones hipotecarias, en redactar todos los oficios de la comisión de víctimas de abusos sufridos en la Iglesia (otro de los cometidos de la Oficina) y en dar respuesta a lo que Elena no llega, puesto que también en muchas ocasiones, para toda esa red de recursos que opera en situaciones de violencia, se convierten en el órgano consultivo apropiado. Por el lugar en el que está ubicado el servicio (en la planta baja del propio Palacio de Justicia) y por tener acceso a determinadas bases de datos que otras entidades lo tienen restringido, tienen también que dar respuesta a casos que se demandan fuera de sus propias instalaciones. Ambas coinciden que en un trabajo como este “te das cuenta de la lacra que supone la violencia machista. La ves cada día. Una cosa son los datos y otra es ver violencia un día sí y otro también”.

La trabajadora social Ixaro Petrirena es otro de los eslabones para la recepción de las víctimas. “Una vez que Elena realiza el primer filtro, que me informa de la cita y de qué ha percibido durante la llamada, recojo datos para comenzar la intervención, ponerla en agenda o puede ser que a veces recojamos la documentación de una mujer nerviosa que está en el juzgado de violencia. Procuro siempre pedir que traiga la denuncia para ver los hechos, la gravedad de lo ocurrido, conocer un poco la historia para tratar de minimizar eso en la cita. Y a partir de ahí, que se abran a contar su situación”.

Acceso al despacho de Ixaro Petrirena, trabajadora social de la Oficina de Víctimas. Oskar Montero

En no pocas ocasiones las víctimas se ponen el caparazón, o se cierran en banda o se ponen tan nerviosas que hacen relatos inconexos y deslavazados. Así que con ellas, en tales casos, “se hacen varias entrevistas. Conviene que vengan solas para contar con detalle lo ocurrido”.

Preguntas arrepentidas

En terapia sistémica, breve y laboriosa, las cosas se las cuentan a Garazi Iraizoz, la psicóloga, que trata a aquellas víctimas por lo general de perfil más adulto, por el hecho de trabajar en la oficina por la mañana y que las víctimas más jóvenes no se vean revictimizadas por el hecho de tener que acudir al servicio alterando sus rutinas de estudios. El resto de mujeres y menores acuden por tanto al servicio externo de Psimae. Garazi recuerda que la realidad de las múltiples casuísticas que tienen que abordar les devuelve los pies al suelo. “Incluso cuando termina el proceso judicial o el tratamiento, sigue habiendo muchas víctimas que expresan sus dudas acerca del proceso. Se preguntan si hicieron bien en denunciar esto, qué hubiera pasado si no lo hubieran hecho. Son preguntas sin respuesta, pero las rumian hasta el final”.

Conviene darse cuenta de que una vez en marcha la maquinaria judicial, a una víctima se le hace muy complicado seguir conectada al proceso y darse cuenta de lo sucedido. Ser consciente de una resolución judicial y de las medidas anexas que se adoptan es todo un desafío. Se necesita traducirlas. “Hay víctimas que incluso con sentencias firmes en juicios rápidos no querían seguir adelante en el procedimiento. No comprenden y no saben cómo han llegado hasta aquí, y nos piden que les ayudemos a quitar esto, porque necesitan conciliar. En muchas ocasiones son extranjeras, con hijos, y tienen que llevarlos al médico, a cogerlos del colegio y necesitan al otro.... Eso al final es un tsunami. No es un toque de atención a la otra parte, sino que es una resolución judicial que termina con una orden de alejamiento”, describe Gartzaron. “No entienden lo que ha pasado porque igual nadie las ha informado. El otro está condenado y ellas ni siquiera han tenido que declarar y no ha tenido ni parte”, agrega Ixaro, que reclama que “sea posible que se les haga partícipes a las víctimas con un lenguaje claro de en qué consiste este proceso”.

Garazi cuenta que desde su despacho ha observado y ha sido consciente de “víctimas que han quebrantado la medida para ponerse en contacto con su agresor. Igual les han llamado desde el teléfono de una amiga. Pero creo que necesitan vivirlo, que necesitan pasar por eso. Muchas veces, cuando tocas la sintomatología, existe el deseo irrefrenable de saber por el otro, no hay nada que más tiente que algo que esté prohibido, y necesitan hacerlo para ver que es más de lo mismo. Yo también soy consciente de ello, me hago la despistada, pero me gusta que lo constaten por ellas mismas”. Para la psicóloga lo importante del trabajo con víctimas es “acompañarlas en sus necesidades, para que esas necesidades evolucionen para que sean otras”. Sabe que sus intervenciones son fuertes, porque aquí “tienen que trabajar por y para el cambio. No se trata de que me escuchen y venir a llorar. Se trata de hacer un coproyecto, generar los movimientos necesarios para salir de las dificultades. Eso intentamos hacer en terapia”. Garazi emplea una media de siete sesiones y, según los casos, los hay tan potentes, que “los tengo en seguimiento hasta que termina el procedimiento judicial”. Ella reclama coordinación entre servicios de psiquiatría y salud mental porque ello “ayuda mucho a direccionar el caso”.

Los casos más recientes

Izaskun se pone a repasar los últimos días de la oficina, que han estado también cargados de jornadas de profesionales y charlas formativas. Entre tanto, la asistencia no cesa. Aparece el caso de una madre desesperada por un posible caso de bullying sobre su hija en un instituto. Ha decidido acudir para recibir una orientación. Al mismo tiempo, la Guardia Civil ha recomendado a una mujer que se encuentra en trámites de divorcio que acuda a la oficina porque no tiene visos de que el proceso vaya a ser nada sencillo. Ella desea saber si puede acudir a la vía penal. Días antes, visitó el servicio otra mujer que relataba el maltrato sufrido por su hija por parte de su padre, pero que a la hora de acudir a la Policía también entendía que ella misma había sufrido episodios de violencia que no sabía cómo afrontar.

Al encontrarse con tal amalgama de casos distintos, el resumen que emite Gartzaron sobre cómo actuar plantea varias claves. “Lo primero que hay que hacer con una víctima es escucharla, ver sus necesidades y acompañar. Hay que darle la información para cuando ella quiera dar el paso y que sepa qué recursos va a tener. La denuncia hay que presentarla cuando está en riesgo de desprotección o cuando hay una necesidad de seguridad y ella se siente en peligro”. Y en este punto recoge lo mencionado antes por Ixaro, la trabajadora social. “Pero no hay que precipitar las denuncias. Si hay una denuncia anticipada, de una mujer que no está preparada, luego puede haber una sensación de arrepentimiento como la que hablábamos, y eso no es bueno”. Para Gartzaron, el sostén de un procedimiento judicial adecuado empieza por “las denuncias en caliente. Acaba de pasar un hecho y llamo en ese momento. Es más efectivo que presentar la denuncia más tarde. Si acaba de pasar algo, porque me ha dado un empujón, porque me ha dado un manotazo, y voy con ello al centro de salud y tengo un parte médico, ya dispongo de un elemento probatorio interesante. Es casi mejor ese relato duro”.

Izaskun sigue hojeando la agenda. En el calendario reciente le aparece también una mujer atendida en consulta por un juicio que va a tener en apenas unos días. Su compañero de trabajo le puso carteles obscenos en una piscina y se le juzgará por un delito contra la intimidad. La muchacha lo denunció y este tipo de conductas atacan también a lo más personal y cuesta acabar con esa huella. Haciendo un repaso de intervenciones, surge algún hilo común, varios asuntos de parejas en situación de divorcio y donde una mujer refiere malos tratos, otra alude a una posible violencia económica de su expareja al no cumplir con el pago de pensiones alimenticias a los hijos... “El entorno influye mucho en esa sensibilidad de las víctimas y cada vez hacen que nos lleguen más casos. Pero no todo el mundo es víctima, hay que hacer una valoración”.

Relaciones tóxicas

Lo que le preocupa a Izaskun es la cantidad de casos en los que observa relaciones tóxicas a nivel afectivo que vuelven al punto de origen. “Son relaciones con un gran enganche emocional que se hace muy complicado trabajar con ellas”. Acaba de recibir a una madre desesperada por una hija que sufrió violencia sexual hace años y con la que no ha conseguido recuperar el vínculo afectivo. El destrozo que le causó aquel episodio sigue latente a día de hoy. A su vez, en una reunión de coordinación de los casos en tratamiento psicológico, Gartzaron y su equipo han descubierto a una víctima que se separó de su agresor, también en tratamiento psicológico, un hombre sibilino que sabe bien manipular y cortejar a lo Romeo. Está en plena campaña de reconquista a pesar de que tiene sentencia condenatoria y alejamiento. “La víctima vino flaca, huidiza con la mirada, y en todo el proceso se le había cambiado la cara”. Ahora, el riesgo es que vuelvan a estar juntos. Otro barco naufragado.

Por último, una víctima de una agresión sexual grave visita el servicio. Quiere saber sus posibilidades de éxito, que le garanticen una condena del agresor vía penal. “Eso es imposible de garantizar y así se lo hemos dicho. Aún no ha denunciado. Pero ya le advertimos de que todas las personas que tardan años en denunciar arrastrar tal daño psicológico que no terminan siendo los mismos. Ese caso es de denunciar, es mucho peor no haberlo hecho”. Izaskun cierra la agenda. Mañana volverán más barcos que sacar a flote.

Los números

Atenciones en 2023 en la Oficina de atención a víctimas del delito del Gobierno de Navarra. Han atendido a 594 personas (531 mujeres), a 276 víctimas de violencia de género, 71 de violencia sexual y 68 por abuso sexual a menores. Otras 63 atenciones fueron por víctimas secundarias del entorno.

Descripción de la oficina. Se trata de un servicio público y gratuito, que presta una atención integral, coordinada y especializada, en los ámbitos jurídico, psicológico y social. Incluye: información de las ayudas económicas y los recursos sociales que tiene a su disposición; orientación y, si procede, derivación a los recursos que necesita y acompañamiento a lo largo del proceso.