Acababa de conseguir su “mayor hito deportivo”: participar en la Pyr’Epic del año 2018, una prueba de mountain bike de dos días de 120 kilómetros, con 4.500 metros de desnivel positivo y 9.000 m de desnivel negativo. “Quedé por la mitad y era una carrera a nivel europeo, una ultra enduro”, apunta Sergio Robledo Etxepare. Para entonces, este mecánico de bicis e instructor guía ya tenía reconocida una discapacidad tras haber superado una enfermedad en la piel muy aparatosa y dos cánceres: uno del sistema linfático y otro de la tiroides, que le salió como consecuencia de la radiación intensiva a la que fue sometido durante uno de los tratamientos.

“Trabajaba, tenía mi puesto y había hecho un proyecto para crear una empresa de turismo activo, hacer remontes, con el propósito de ejercer de guía con la bicicleta de monte en la naturaleza… y cuando lo tenía ya todo, porque son muchos años en el mundo de la bici, dispongo de los contactos, de un bagaje empresarial para montar algo y tenía la ilusión, el lugar, todo... Pum. Otro linfoma totalmente distinto”, relata.

Para este vecino de la Rochapea de 41 años, el ejercicio siempre ha sido su vía de escape para todo. “Como soy una persona cabezota y muy activa, el deporte siempre me ha venido muy bien”, confiesa, pero desde este último envite “prácticamente no podía hacerlo”, ya que los 9 meses de quimioterapia posteriores también hicieron mella en él. “Por fuera igual no parece, pero por dentro tengo el cuerpo muy machacado, me cansaba mogollón y me dieron la incapacidad”, afirma. Con su edad, se encontraba totalmente desubicado y acudió al servicio de empleo de Cocemfe Navarra (la federación de asociaciones de personas con discapacidad física y orgánica). 

Imagen del reportaje de DIARIO DE NOTICIAS a Sergio en 2018

Orientación laboral

En Cocemfe, a través de entrevistas, fueron conociendo qué le gustaba, qué había hecho antes, qué podía realizar, qué perfil le podía interesar... “Si no llego a ir, no sé dónde estaría, porque estaba perdidísimo. Tuve muy buen feeling con el equipo humano, con las chicas que me orientaron, y fue muy guay. Me gustaba conducir y salió un curso subvencionado para sacar el carné de autobús y el CAP (Certificado de Aptitud Profesional). Lo hice a gusto y enseguida me llamaron”, explica.

“Fue sacarme el carné de autobús y el CAP y enseguida me llamaron. Estoy súper contento”

Sergio Robledo Etxepare - Conductor de villavesa

En su primera oportunidad laboral tras esta formación, estuvo en una empresa que se dedica al transporte de valijas médicas entre hospitales y, a los meses, le llamaron de Cocemfe que habían presentado su currículum para el servicio de transporte urbano comarcal. “Fue venir y al poco empezar. Adaptamos el puesto de trabajo y genial. Estoy súper contento”, asegura nada más terminar su jornada laboral, que es de 4 horas y en la que no hace noches. Al respecto, desde Moventis TCC –concesionaria del servicio– apuestan por “la integración laboral de las personas con discapacidad” y añaden que “fruto de la estrecha colaboración con Cocemfe desde hace años, personas como Sergio, al que una discapacidad le alejó de su trabajo, pueden desempeñar su labor como conductores de villavesas”.

Como reconoce Sergio, esta reinvención no ha sido fácil, porque primero hay que aceptar la situación. En su caso, el nuevo trabajo le proporciona “estabilidad y tranquilidad”. “Siempre he tirado para adelante con todo”, asegura, pero tampoco duda a la hora de pedir ayuda. Por eso, recomienda a quienes pasen por lo mismo que se apoyen en “asociaciones como Cocemfe, que te abren los ojos a cosas que ni habías pensado” y anima a las empresas a contratar. “Hay mucha gente con discapacidad que estamos en condiciones de trabajar, que tenemos mogollón de ganas y no somos bichos raros, ni problemáticos. Seguramente en plantilla tengan personas mucho más problemáticas que nosotros”, dice sonriendo.