Las discusiones eran habituales, presididas por una gran tensión –por lo que declaran los testigos– y se hacía palpable que la mujer se sentía atemorizada por el acusado. Ya lo había manifestado previamente. Como el 8 de junio cuando el procesado le rompió el teléfono móvil tras una discusión en la que se lo arrojó al suelo. O cuando le manifestó la mujer a su propio hermano que le daba miedo cuando escuchaba a su novio y socio, Fenglin Yang, de 51 años, afilar los cuchillos en la cocina del bar Anayak. De hecho, apenas dos días antes del crimen de Ermitagaña, ocurrido a primera hora del sábado, la víctima, Zhen Jiang (Eva), madre trabajadora, con 4 hijos, vecina de la Rochapea desde hace casi dos décadas, había echado al procesado de su vivienda. A su familia le había dicho que no le abrieran la puerta y ella estaba muy alterada, pensando en cómo acabar también con la relación profesional.

Ambos solo llevaban un mes regentando el negocio hostelero, pero la cosa no funcionaba y la relación, según los primeros indicios, estaba presidida por una violencia notoria del encausado. Este usó un machete para cortarle el cuello a su pareja y socia. Luego, ensangrentado, acudió a las dependencias de la Policía Municipal de Pamplona, entregó unas llaves, enseñó una foto del local para hacerse entender y con un lenguaje gestual, trató de explicar que había cometido un crimen. Ayer, la juez de guardia de Pamplona decretó su ingreso en prisión comunicada y sin fianza debido al riesgo de fuga que presenta por su ausencia total de arraigo. En el auto, que puede ser recurrido, la magistrada imputa al investigado un presunto delito de asesinato, o en su defecto homicidio, con la agravante de género y de maltrato habitual. La jueza, titular del Juzgado de Instrucción número 3, remitirá el asunto al Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Pamplona, que asumirá la investigación.

En el auto, la jueza considera que “existen indicios suficientes para imputar” al detenido la comisión de un presunto delito de homicidio, “sin perjuicio de que a la vista de la instrucción pueda ser calificado como asesinato y de un delito de maltrato habitual”. En concreto, la jueza señala que el sábado sobre las 9 horas el detenido se personó en dependencias de Policía Municipal de Pamplona “en estado de nerviosismo, con heridas en el rostro y sangre en las manos intentando expresarse en castellano y acertando a decir yo problema socio bar, con cuchillo cortar cuello, al tiempo que ofrecía a los agentes unas llaves al parecer del bar a que se refería”.

Una vez localizado el bar, agentes de la Policía Municipal de Pamplona se desplazaron al lugar y tras acceder al mismo con las llaves facilitadas encontraron las luces y la televisión encendidas y en la cocina del establecimiento se encontraba una mujer, certificándose su fallecimiento. Su fallecimiento se habría producido por herida con arma blanca en región cervical anterior. Sobre una encimera se halló un machete con restos de sangre y cabello. “A la vista del medio empleado, de la posición de la víctima y de las características del lugar donde ocurren los hechos los hechos podrían ser calificados como un delito de asesinato concurriendo agravante de género”, expone la jueza.