La víctima del crimen de Villava en enero de este año, Alfredo Ogando Uceta, más conocido como Gualey, vecino de Pamplona de 48 años, recibió 25 cuchilladas en todo su cuerpo por parte de Yaronknys Miguel Jiménez Pérez, de 25 años. Dichas acometidas causaron diversas heridas incisas y cortantes en la víctima, que sufrió hasta 16 navajazos en la zona de la cabeza y el cuello y que presentaba cinco heridas mortales de necesidad, tres de ellas en la zona del cuello, que lo tenía practicamente abierto y donde se le seccionaron la tráquea y la yugular, y otras dos en el hemitórax que afectaron tanto al corazón como al hígado. El fallecido murió desangrado, de manera muy rápida, a causa de la cantidad de sangre que manó de dichas heridas. “Esas heridas del cuello provocaron un gran destrozo”, explicaron ayer los médicos al jurado de cinco mujeres y cuatro hombres que se encarga de juzgar al autor del acuchillamiento, a su mujer y a un amigo como cómplice y colaborador. Todas las heridas se produjeron en una trayectoria de arriba hacia abajo, es decir, en un plano de superioridad en altura por parte del agresor respecto a la víctima, según lo declarado ayer por los dos médicos forenses que realizaron la autopsia al cadáver de Gualey. De esta forma, por el modo en el que se produjeron dichas heridas, los especialistas consideran que la hipótesis más probable es que se ejecutaran del modo en el que afirman la Fiscalía y la acusación particular, que todas ellas se provocaran cuando el fallecido estaba sentado dentro del asiento del copiloto en el vehículo. “No vemos compatible ninguna herida con la posibilidad de que estuviera tumbada o que el fallecido estuviera a una altura igual que la del agresor”, declararon los facultativos.

Además, a la hora de hacer una calificación de la agresión, los médicos entendieron que se causó con “gran violencia y fuerza” por la entidad de las heridas que causó en la víctima que hacían necesario no solo que se introdujera el cuchillo en el cuerpo de la víctima, sino que además se realizara con mucho empuje desde la empuñadura ya que el filo del cuchillo no era muy largo. “Las cuchilladas son de una intensidad fuera de lo común”, llegó a responder uno de los forenses. E igualmente, replicaron, consideraron igualmente violenta la agresión por el número de cuchilladas propinadas, un total de 25. La víctima, que no tenía heridas contusas o de tipo traumático que causaran hematomas, solo presentaba dos heridas cortantes calificadas de tipo defensivo, una en la palma de la mano y la otra en el codo, que revelaban que había intentado poner los brazos en algún momento para detener los ataques que recibía con el cuchillo.